Ángel Osuna: “Cualquiera puede cruzar los límites cuando la vida aprieta”
Negro sobre negro
Con ‘La línea de la venganza’ profundiza en las fronteras morales de la justicia a través de una protagonista poderosa y un Cádiz que respira como personaje
Tras el éxito de El Puente, el escritor tarifeño Ángel Osuna regresa con La línea de la venganza, una novela editada, como la anterior, por Ediciones B y que profundiza en las aristas del narcotráfico en la provincia y en los límites morales que pueden cruzarse cuando la realidad aprieta. Con una protagonista poderosa, un puñado de secundarios inolvidables y un Cádiz que vuelve a funcionar como personaje, Osuna firma un thriller más depurado, más consciente y también más ambicioso. Hablamos con él esta semana.
Pregunta.–Después del éxito de El Puente: ventas, crítica, lectores… ¿al ponerse a escribir esta nueva novela sintió más responsabilidad?
Respuesta.–Sí, al principio sí. Empecé La línea de la venganza con más presión, porque ya no era la alegría de la primera novela, aquello de “a ver si Ediciones B me la coge”. En esta ocasión yo sabía que la novela iba a publicarse con ellos, así que me exigí como mínimo la misma calidad que la anterior. Pero en cuanto me metí en la historia, la presión desapareció. Es como el fútbol: cuando pita el árbitro, se te van los nervios. Pues lo mismo.
P.–¿Tenía la historia clara antes de ponerse a escribir o se deja llevar por lo que va fluyendo?
R.–La tenía bastante clara. No era exactamente la idea inicial, porque luego la historia se va moviendo, pero sí sabía por dónde quería ir. Y me gusta que haya una protagonista potente acompañada de secundarios fuertes; es una constante en mis novelas. Me interesa mucho ese juego de historias paralelas que van alimentando la principal.
P.–En la novela se plantean los límites de la justicia. ¿Cree que el lector puede empatizar con las decisiones de la protagonista?
R.–Totalmente. Justo ayer, hablando con un club de lectura de Alicante, comentábamos que basta con mirar los telediarios para ver la realidad social en la que vivimos. Hay situaciones que te pueden llevar a lugares a los que nunca pensaste que llegarías. Y eso no te convierte en mejor o peor persona; simplemente la vida te ha empujado ahí. Quería que la novela mostrara precisamente eso: que cualquiera podría verse reflejado en esos personajes.
P.–La violencia está presente, pero muy medida. ¿Cómo trabaja ese equilibrio entre mostrar y sugerir?
R.–En El Puente algunos lectores me decían que rozaba ese límite entre la violencia explícita y el punto desagradable que dificulta la lectura. En esta nueva novela he intentado medirlo un poco más. Hay escenas violentas, claro, porque en una historia de narcotráfico tienen que estar, pero no quería restarle fuerza a lo esencial. Aun así, mantengo algo que digo siempre: cuando un escritor describe un asesinato, a mí me gusta sentir la crueldad del momento. No soy de poner una sábana blanca y ya está. Me interesa mostrar, pero sin regodearme.
P.–En La línea de la venganza los secundarios vuelven a tener peso. ¿Hay alguno al que le tengas especial cariño?
R.–Sí: Raíllo. Surgió casi sin querer, dándole vueltas a la necesidad de un personaje así, y me encantó desde el principio. Muchos lectores también están destacando a Ana María, la mujer de uno de los narcos, por su fuerza. Pero si tengo que elegir uno, me quedo con Raíllo.
P.–Y el periodista de sucesos de Diario de Cádiz, ¿qué?
R.–(Ríe). Hombre, es un gran personaje, por supuesto. Además, el periodismo me gusta mucho y no me cuesta imaginar a alguien que, al crecer profesionalmente, empieza a estar vigilado o cuestionado. En ese ambiente debe de ser complicado mantenerse arriba sin que te estén esperando en cada esquina. Le tengo cariño.
P.–La provincia de Cádiz vuelve a ser un personaje más.
R.–Sí, y no podía ser de otra manera. Ayer mismo, con el club de lectura de Alicante, se sorprendían muchísimo con la realidad del Campo de Gibraltar. Al final, cuando alguien de fuera lee noticias sobre esta zona no termina de comprender lo que implica vivir aquí. Una lectora argentina, de Rosario, me decía que le recordaba a su ciudad de origen, donde la delincuencia ligada al narcotráfico también marca la vida cotidiana. Para mí esa atmósfera es fundamental en mis novelas.
P.–¿Ya tiene otra historia en mente?
R.–Sí, claro. No paro. De hecho, tengo dos ideas avanzadas. Una de ellas está bastante desarrollada. Viví cinco años en Cartagena, en Murcia, y la conozco bien. La historia mezcla dos épocas, toca temas de política, del GRAPO… y llega hasta la actualidad. Le he dado un giro importante y estoy viendo cómo evoluciona.
P.–¿Sigue compaginando la escritura con su trabajo?
R.–Sí, sigo en Navantia por las mañanas, hasta las tres. Por desgracia no soy Mikel Santiago (ríe). Por las tardes intento sacar mis ratos para escribir.
P.–¿Es disciplinado o escribe cuando surge?
R.–Soy muy disciplinado. Me di cuenta de que, si no me sentaba todos los días, aunque fueran cuarenta minutos, me costaba mucho avanzar. Si dejaba la novela cuatro días, luego tardaba la mitad del tiempo en recuperar el hilo. Entre el trabajo y el día a día, la cabeza se llena de cosas y es fácil desconectarse. Así que de lunes a sábado escribo siempre un rato. Los domingos me los suelo dar de descanso, pero el resto de la semana, pase lo que pase, me siento y avanzo en la obra.
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