Historias del fandango

Angelillo, el coplero elegante

  • Ángel Sampedro Montero (1908-1973), Angelillo para el cante flamenco y la copla, nació en el barrio madrileño de Vallecas, hijo de emigrante gallego y de madre gitana de Toledo

DE niño ya cantaba en el coro de la iglesia de su barrio.

–A este niño hay que educarle la voz, porque puede ser un magnífico cantante lírico; habría que llevarlo a Roma para que le enseñaran, le dijo a su madre el director del colegio, pero la madre se opuso:

–Prefiero que mi hijo sea un buen cerrajero a un tenor de fama.

Sin embargo, al chiquillo le surgió la vocación por el flamenco como una pasión inexcusable: le obsesionaba la idea de aprender los cantes, y un día se presentó a un concurso local de cante y conoció su primer éxito, porque la gente le aclamó. Tanto, que fueron a su casa a proponerle un contrato para actuar. Y su hermano, no creyéndolos y tratando de espantar a los visitantes, les dijo: “mi hermano no canta por menos de cinco duros diarios”. Se lo aceptaron, firmó y comenzó a actuar. De ahí, a las fiestas privadas, a cantar en los colmaos… Pero aquel no era el ambiente que le gustaba: Angelillo era un flamenco de traje bien cortado y corbata, de camerino de artista y costumbres austeras y bien educadas.

Así que en 1925 ganó un concurso de cante flamenco y muy pronto comenzó a ser cabeza de cartel de los grandes espectáculos de ópera flamenca.

Modernizar y dignificar el cante

Ya como profesional consagrado, su objetivo fue sacar al cante de las tabernas y llevarlo a las salas de los grandes espectáculos; alejar al flamenco de los tópicos de la juerga, las mujeres y los lamentos y dignificarlo. “Respeto a la tradición, sí, pero el cante tiene que evolucionar y tomar nuevas rutas, y la más verdadera es el teatro, que está lleno de posibilidades”, decía. Su propósito era cantar flamenco con orquesta, sin perder la presencia de la guitarra, un criterio que compartía con el tocaor Ramón Montoya: hacer una especie de zarzuela flamenca. Y consiguió llevar a los escenarios su idea: en 1934 participó en un espectáculo de ópera flamenca de Vedrines, en el Price de Madrid, que lo publicitaba con toda la pompa posible como “el divo, el artista dos veces tenor, ante la orquesta y ante la guitarra”, acompañado por veinticinco profesores. Nada nuevo lo del flamenco con orquesta, un flamenco ligero, comercial, del gusto de públicos poco exigentes con las esencias de los cantes, que ya había practicado con éxito Pepe Marchena.

Cantaor y actor

En la época del cine mudo, tras las proyecciones de las películas de temática costumbrista o popular española, solían celebrarse sesiones de cante, y así en 1926 encontramos que tras la proyección de El niño de las monjas, que contaba la vida de un torero acogido desde pequeño en un convento, Angelillo cantaba saetas en el Real Cinema de Madrid, y actuaba en el Circo Price como fin de fiesta, presentado como “rival del famoso Cojo de Málaga”. O en el Cinema Argüelles, tras la proyección de Carmen, actuando junto a Lolita Astolfi.

En 1934 protagonizó la película El negro que tenía el alma blanca, y en 1935 la melodramática y truculenta La hija de Juan Simon. La propaganda afirmaba que esta película había sido vista en una semana por más de un millón trescientas mil personas (una cantidad formidable entonces) en toda España. Pero la productora Filmófono, a la vista de algunas críticas por la dramática escabrosidad del filme, hubo de justificarse afirmando que no era “la españolada de pandereta y toreador, ni cante jondo en pantalla ni solo una película netamente española”, sino “el espíritu del más recio folclore nacional” y otros auto halagos.

Publicidad de la película 'La hija de Juan Simón'. Publicidad de la película 'La hija de Juan Simón'.

Publicidad de la película 'La hija de Juan Simón'.

La copa Pavón de 1926

El Teatro Pavón había conseguido notoriedad flamenca con su concurso de cante jondo y en 1926 se celebró la segunda edición con un elenco de figuras de lo más destacado: Niño de Valdepeñas, Niño de Utrera, Niño de Puertollano, Niño de Alcalá (estamos en plena época de “los niños”), la Ciega de Jerez, Manuel Torre, Manuel Vallejo, Manuel Centeno y Angelillo compitiendo por el trofeo y por el prestigio que daba. (Vallejo, ganador de la primera edición, afirmaba que a raíz de ganar la primera Copa Pavón su caché había subido hasta cobrar en ocasiones dos mil pesetas).

Para el jurado, Centeno fue el ganador, pero parte de los artistas y del público madrileño consideraron que el mejor había sido el de Vallecas. Angelillo, en un gesto de honradez, publicó una carta en la prensa en la que afirmaba que él sólo llevaba veinte meses cantando y que, a pesar de sus esfuerzos, aún no sabía cantar “porque el flamenco es muy difícil” y que el premio estuvo bien dado a Centeno [1].

La Voz, 29 septiembre 1926. La Voz, 29 septiembre 1926.

La Voz, 29 septiembre 1926.

¿Qué ocurrió, realmente? Pues que Centeno fue elegido mejor cantaor, pero Vallejo, que había ganado la primera edición, era reconocido por todos como el más grande. Y el presidente del jurado, Antonio Chacón, especialista en componendas y soluciones pactistas, para calmar los ánimos propuso que a Vallejo se le concediera esta vez la II Llave de Oro del Cante. Todo arreglado, de momento. Pero la Copa Pavón acabó aquí su trayectoria y no volvió a celebrarse [2].

Acto de entrega de la Llave de Oro del Cante a Manuel Vallejo y de la II Copa Pavón a Manuel Centeno. Acto de entrega de la Llave de Oro del Cante a Manuel Vallejo y de la II Copa Pavón a Manuel Centeno.

Acto de entrega de la Llave de Oro del Cante a Manuel Vallejo y de la II Copa Pavón a Manuel Centeno.

La copa Monumental Cinema de 1927

Con los concursos, los organizadores trataban de atraer clientela a las salas llevando artistas de prestigio para competir. En 1927 se celebró un certamen nacional de cante flamenco para disputarse la copa Monumental Cinema; se inscribieron El Chata, el Canario de Colmenar, Niño de Álora, Niño Isidro, Manuel Escacena, Rafael Cañete, Cojo de la Macarena, Antonio Rengel, Niño de la Huerta, Niño Hierro, Niño de Alcalá, Niño de Sevilla, Vallejito, Guerrita, Niño Gloria, Bernardo el de los Lobitos y Angelillo.

El hecho de ser madrileño ayudó a Angelillo en la rápida fama que tomó en la capital; esto era tan evidente como que fue una estrella en los tiempos en que el flamenco ligero y la copla se habían adueñado de los grandes espectáculos y de los públicos. La prensa madrileña, hiperbólica, lo trataba de “ídolo de la aristocracia española y de los públicos distinguidos”.

Carátula de un disco de 1935 con temas de la película 'La hija de Juan Simón'. Carátula de un disco de 1935 con temas de la película 'La hija de Juan Simón'.

Carátula de un disco de 1935 con temas de la película 'La hija de Juan Simón'.

(Continuará)

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