Gente Inteligente

De cómo protegerse inteligentemente de la mentira

  • Hay varios tipos y tamaños de mentiras, y debajo de todas ellas hay lo mismo: no querer enfrentar la realidad, lo que es algo a vigilar para no caer en la más peligrosa: el autoengaño

De cómo protegerse inteligentemente de la mentira

Démosle un rápido tirón a esta tirita: no puede usted evitar mentir y mucho menos que le mientan. Lo que sí puede es tomar conciencia y adquirir hábitos que le protejan. Le avanzo algo que ya sabe. El mejor antídoto es la sinceridad, sobre todo con usted. Eso se llama honestidad y es una gran aliada para vivir en una sociedad mentirosa sin vivir en la mentira.

Mentimos muchas veces. Muchísimas. Hay estudios que le ponen número a esto y dicen que las personas mentimos entre 10 y 200 veces al día. El rango es demasiado amplio para ser clarificador, pero sí que nos da una idea de cómo de integrada tenemos la mentira en nuestra forma de socializar y en nuestras relaciones con nosotros y nosotras mismas.

Hay mentiras piadosas, mentiras manipuladoras, mentiras pedagógicas, mentiras malintencionadas y mentiras sin intención como los compromisos que terminamos no cumpliendo. Además, hay mentiras por exageración, mentiras por inseguridad y mentiras que son robos, como el plagio. También hay, a veces, mentiras inevitables que responden a una tendencia compulsiva a mentir, y mentiras simplemente por educación o buenos modales.

En algunas de esas mentiras hay algo de verdad, y en otras nada. En algunas hay mucha intencionalidad, y en otras no tanta. Pero lo que sí hay debajo de todas las mentiras es incapacidad para enfrentar la verdad, y eso puede ser un verdadero problema si no estamos atentos y atentas a por qué mentimos o por qué nos mienten.

Las mentiras esconden un deseo de no enfrentarse a la realidad. Las mentiras esconden un deseo de no enfrentarse a la realidad.

Las mentiras esconden un deseo de no enfrentarse a la realidad.

Cada mentira con su razón

Hay quienes sostienen que aprendemos a mentir desde la infancia cuando comprobamos que esas personas altas que nos acompañan en la vida lo hacen y, encima, sin consecuencias. Sea como sea, aprendemos a mentir porque nos sirve, porque conseguimos algo, y porque cumple una finalidad protectora, con usted o con las personas que le importan.

Por tanto, como todas nuestras conductas, mentir también tiene un objetivo más o menos consciente. Y es en esa consciencia donde solemos valorar si la mentira es muy gorda o no. Quiero decir que cuanta más intención tenemos o vemos que tienen con una mentira, más rechazo experimentamos. Pero toleramos muchas, muchísimas mentiras en el día a día.

Y es que mentimos con el tiempo que hacemos ejercicio o con el que tardamos en hacer un trayecto. Mentimos con lo que nos han costado las cosas chulas que nos compramos. Mentimos cuando nos encontramos por la calle y decimos: ¡esta semana sin falta te llamo! Mentimos muchas veces cuando aseguramos que estamos bien para no tener que contar lo que realmente nos pasa. Mentimos cuando decimos “no es eso, de verdad”, y en el fondo sí es eso, posiblemente. Mentimos cuando le reímos la gracia a alguien que nos cae muy mal, cuando damos los buenos días y estamos de morros, cuando le dices a la familia que no te importa quedarte en casa este finde para cuidar a la perra…

Les recomiendo una lectura: Cuando mentimos de Robert Feldman. Es un profesor de psicología americano que lleva muchos años estudiando los mecanismos del engaño cotidiano. Feldman demuestra empíricamente cómo la mentira está enraizada en nuestra cultura y nuestra sociedad, cómo esa misma sociedad es cada vez más permisiva y tolerante con la mentira y cómo tanta falsedad puede terminar robándonos algo muy preciado que siempre queremos recuperar: el bienestar emocional. Como este autor escribe: “acostumbrado a callar la verdad, uno aprende a engañarse a sí mismo”.

Las mentiras esconden un deseo de no enfrentarse a la realidad. Las mentiras esconden un deseo de no enfrentarse a la realidad.

Las mentiras esconden un deseo de no enfrentarse a la realidad.

El lenguaje no verbal de la mentira

La mentira no es inocua, y tampoco es invisible. Rascarse la nariz, llevar de lado a lado la cabeza en movimientos incluso poco evidentes, evitar la mirada directa… Son algunos de los típicos gestos que más se asocian a la expresión corporal de quien está mintiendo. También que suba la temperatura corporal y con ella el tono de la piel, la forma de quedarse parado o parada de forma desequilibrada, el timbre de la voz más agudo, el ritmo al hablar menos consistente, poca movilidad en brazos y manos para enfatizar…

El maravilloso y también espeluznante mundo del lenguaje no verbal nos puede ayudar a desenmascarar a la gente mentirosa. O a desenmascararnos, claro. Así que leer manuales, entrenar con películas de animación – verdaderas obras de arte del lenguaje no verbal-, u observar concienzudamente, le puede ayudar… Puede usted convertirse en una máquina detectora de mentiras. Pero la verdadera pregunta es: ¿realmente quiere ver tan claramente todas las mentiras que le rodean?

En cualquier caso, estamos biológicamente preparadas y preparados para entender el lenguaje no verbal de las demás personas. Es una función social que tenemos muy bien integrada y entrenada. Por eso, a veces, sólo hay que dejarse llevar por las sensaciones y la intuición.

Sea como sea, ante la mentira, si quiere protegerse emocionalmente, lo que le sugiero es que acepte una certeza: le mienten, es un hecho. Y no se trata ahora de andar de vengador de la galaxia por la vida. Lo que le propongo es tener bien entrenado su detector natural de mentiras para identificar unas muy concretas, las que se dice usted a usted: ¿se miente?

Las mentiras esconden un deseo de no enfrentarse a la realidad. Las mentiras esconden un deseo de no enfrentarse a la realidad.

Las mentiras esconden un deseo de no enfrentarse a la realidad.

A nadie, pero mucho menos a mí

Tomar conciencia de las muchas mentiras que nos dicen y decimos nos puede ayudar a no caer en el tipo más peligroso de todos: el autoengaño. Me refiero a esa situación en la que hemos dicho tantas veces las mismas mentiras que nos las creemos. Nos generamos así una realidad alternativa porque no queremos, y posiblemente creemos que no podemos, enfrentar la que nos ha tocado.

Aquí es donde la honestidad bien entendida, y el autoconocimiento, garantizan la habilidad de la gente inteligente para aceptarse y aceptar a las demás personas tal y como son, sin mentiras que tamicen la luz que les enfoca. Acepte la mentira, pero no viva en la mentira y, muchísimo menos se mienta.

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