Crónicas de otra Huelva

El cielo plomizo y denso descargó lluvia sin consuelo sobre la ciudad, sobre la tierra

Un día de lluvia.

Un día de lluvia. / M.G. (Huelva)

¡Y cómo llovía ayer, día de Navidad! El Cielo plomizo, denso y “graso” a más no poder, envió agua sin consuelo sobre la ciudad, sobre la tierra. La lluvia era pertinaz, incansable, como si avergonzada de su tardanza quisiera ahora con prodigalidad que no tiene mesura alguna, justificarse. Barro en las calles; los zapatos limpios del señorito se han llenado de lodo recogido en su ambular mañanero: hasta el pantalón de planchado impecable quedó maculado por las salpicaduras del barro del arroyo. ¡Qué importa todo esto...! Precisamente el agua que engendra el lodo es oro que se vierte sobre la tierra: es pan para mañana, recompensa al trabajo duro hecho por el hombre de las manos galardonadas de callos de tanto manejar el azadón...

Llueve y el agua repiquetea gozosa sobre las cristaleras tras las cuales se guarnecen los hombres del campo que holgaron porque el temporal no les permitió rendir el homenaje cotidiano al trabajo. ¡Y con qué fruición más grande asisten al espectáculo...!

RECORTE DÍA DE LLUVIA. ENERO DE 1930 RECORTE DÍA DE LLUVIA. ENERO DE 1930

RECORTE DÍA DE LLUVIA. ENERO DE 1930 / M.G. (Huelva)

--Ya era hora que el Cielo nos enviase el agua, ha dicho el tío Pedro, un viejo que nunca supo más cosas que trabajar y querer a los suyos.

--A mí me da rabia que llueva, dice en gracioso mohín de lloriqueo el nietecito de ocho años que pasa horas malísimas porque no puede corretear, como los demás días por la plaza.

--Qué sabes tú de esas cosas, mocosín: y más vale que no sepas. Así vives feliz, sin inquietud alguna, creyendo que todo lo de esta vida estriba en jugar, deletrear en el Catón y oír a la abuela los cuentos de la “Caperucita”, de la “Princesita de los zapatitos de cristal”.

Mientras habla el padre, en la cristalera continúa el azote de la lluvia. El nietecito ha pegado su carita al cristal y mira a lo lejos donde hay una mancha imponente de cielo negruzco, lleno de nubes hidrópicas.

--Qué obscuro está el cielo, abuelo.

--Mejor: esa obscuridad de hoy es bienestar de mañana. Que llueva mucho, hasta que los campos apaguen bien su sed que estuvo apurando la tierra y nos llenó de angustia a todos.

En la casa hay alegría grande. El tiempo va bien y esto basta a la sencilla gente del campo. Su lama ingenua no es amiga de muchas complicaciones.

BLANQUI-AZUL

Diario de Huelva, 26-12-1930

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