Laura, víctima de acoso escolar en Huelva: "Llegué a casa llena de escupitajos pero mi tutora defendió a mi agresor porque venía de una familia desestructurada"

Ahora tiene 23 años pero aún tiene muy presente el dolor que sintió durante toda su infancia al sufrir acoso escolar por un niño de clase. "Empecé a sufrir acoso con unos 6 ó 7 años, lo que pasa es que, claro, cuando es algo que vives constantemente desde tan pequeño, no lo visualizas como tal. Solamente en los últimos años de Primaria, como de 4º a 6º, fui consciente de lo que me estaba ocurriendo", confiesa.

Ella se siente "afortunada" porque por suerte, "solo" sufrió agresiones verbales. "Nunca llegaron a pegarme, nunca hubo una agresión física. Pero sí que es verdad que recibí insultos de manera muy repetida en el tiempo hasta que un día todo cambió. "En una excursión mis compañeros se dedicaron a escupirme y ya fue cuando se lo tuve que contar a mis padres porque llegué a mi casa llena de escupitajos. Ahí fue cuando se enteraron e intentaron un poco poner remedio al problema que había. Pero, claro, hay veces que o no se tienen recursos o no se cuenta con formación para gestionar estos problemas y por parte del centro no se supo manejar lo que estaba pasando", cuenta la víctima.

Laura González Roldán recuerda cómo los profesores intentaron que el niño que la acosaba desde pequeña pidiese perdón, pero, lamenta, "para lo único que sirvió fue para que todo fuese todavía peor. Así aguanté los años que me quedaba en el colegio y cuando pasé al instituto me cambiaron de la clase en la que estaba él y ya todo mejoró". Pese a que el acosador seguía en el instituto con ella, tuvo la suerte de acabar en un grupo "muy bueno que desde el primer momento se dio cuenta de lo que pasaba y nunca me dejaban sola. Siempre intentaban que por los pasillos fuese con alguien y que este chico no se acercase".

En su caso, todo lo comenzó un niño al que todos seguían. "Era como el matón y al final si tú intentas plantarle cara lo que haces es avivar esa llama y que te coja todavía más manía. Entonces el resto de los compañeros le seguían la corriente para evitar que les pasase también a ellos", lamenta. Además, tampoco contó con la ayuda de los profesores. "La mayoría de profesores se hicieron a un lado y la que era mi tutora defendía a este chico porque decía que venía de una familia desestructurada, que lo estaba pasando muy mal y que tenía que desahogarse de alguna forma".

Años después, muy a su pesar, Laura sigue arrastrando muchas de esas inseguridades que le causó el acoso. "Una vez leí que una mentira repetida en el tiempo se termina convirtiendo en nuestra verdad. Y después de tanto tiempo con esa etiqueta, al final es muy difícil que se te desprenda. Aunque sí que es verdad que no elegimos lo que nos pasa, pero sí lo que podemos hacer con lo que nos ha pasado", explica.

Por ello, decidió escribir un libro "como de forma de desahogo", que al final le bridó la oportunidad de ir dando charlas por otros institutos y colegios para que se pierda el miedo a contarlo y otros jóvenes como ella puedan afrontarlo. "Es un orgullo tener la oportunidad de darles la mano y mostrarles un lugar seguro para que cuenten lo que les pasa". Así nació Una estrella para Rosie. Un libro que invita a reflexionar sobre lo que significa "ser invisible aunque todos te vean" y a encontrar una salida para algo que, a pesar de los avances, sigue estando muy presente como es el bullying en clase.