'Caso Mariluz'

El infierno en la esquina de la Plaza Rosa

  • La casa de Santiago del Valle es una herida abierta, una huella indeleble del crimen que martiriza cada día a los vecinos y a los familiares de Mari Luz.

El tiempo parece haberse detenido en el primero izquierda del número 1 de la Avenida de Las Flores. La casa de Santiago y Rosa del Valle es una herida abierta para El Torrejón. Los vecinos tratan de ignorar su fantasmagórica presencia para eludir el daño. Pero ahí está siempre el infierno, a la vuelta de la esquina de la Plaza Rosa, donde vivía Mari Luz con sus padres y sus dos hermanos.

La luz atraviesa ahora sin complejos los ventanales rotos de la vivienda de los Del Valle, desnudos de los cartones con que el pederasta los tenía cubiertos. Tras ellos se agazapaba, silencioso, para vigilar a las niñas. Y desde allí vio pasar a Mari Luz la tarde del 13 de enero de 2008 cuando la menor iba a comprar al quiosco de la otra esquina. A la vuelta, el depredador actuó.

Los Cortés decidieron abandonar su domicilio onubense y trasladarse a Sevilla porque, obligatoriamente, cada día se veían abocados a tener que pasar por el "filo de la navaja", según las propias palabras de Juan José Cortés. Ahora viven en la casa pastoral de la iglesia evangélica de San Juan de Aznalfarache, hecho que "ha sido un bálsamo para nuestras heridas profundas; no tener que caminar por el centro de todo el sufrimiento que tenemos cada día nos ayuda, no a olvidar, que es imposible, pero sí a sobrellevar un poco mejor el dolor", confesó Cortés el pasado año en una entrevista concedida a este rotativo.

No fue fácil tomar la decisión de abandonar El Torrejón, el lugar en el que Juan José Cortés y el mismísimo Santiago del Valle llegaron a compartir juegos cuando eran niños. "Ahí estaba nuestra vida, mis familiares, mis vecinos, mi casa".

Recientemente la Policía ha vuelto para reconstruir el caso y, para los vecinos, ha sido como "echarnos sal en la herida, recordar otra vez todo". De la pared de la guarida del pederasta cuelgan un reloj -parado- y una foto familiar de los Del Valle, testigos mudos del crimen de Mari Luz.

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