En el Titán

El ficus y un convento centenario

  • Se puede compatibilizar el verde con una plaza más amable con su entorno histórico

  • En la ciudad se pierden a la vista fachadas históricas por un pantalla vegetal incontrolada

En el verano de 1984 se cumplía el deseo de muchos onubenses con la inauguración del Monumento a la Santa Ángela de la Cruz de la mano de la Hermandad de Estudiantes. Al tiempo alguien pasó por allí lo vio desangelado y le plantó junto al monumento una de esas macetas con un ficus de algo más de un metro que entones gustaba entonces poner en los balcones. Sin duda con toda su buena intención y, más tarde, para completar se colocó otro frente a la churrería. Pasado el tiempo los ficus han colonizado la plaza, le ofrecieron la masa verde que en entonces no tenía, pero sí tuvo en su momento y más ordenadamente. Pero igualmente ha ido destrozando todo el suelo y subsuelo.

El tiempo pasa y para alguna concejal de la oposición los ficus son centenarios y llora que se puedan perder. Lo cierto es que el crecimiento de este tipo de árboles en las zonas urbanas es difícil de controlar. Las raíces no solo acaban con el entorno donde se levantan, ahí no crece más la hierba. Se dedican a levantarlo todo, hasta el propio Monumento de Santa Ángela tuvo que ser desplazado y ahora se protege con adoquines para que no continúen los daños por su cercanía agresiva.

Es cierto que los dos ficus vienen marcando este espacio en las últimas décadas y para algunos sea difícil pensar en un cambio en la plaza. Están los problemas que producen en la zona interior que no vemos, como en las tuberías no solo de la plaza sino de los edificios colindantes.

Hay otros dos concejales que esta semana hablaron de bajo del ficus de emergencia climática del planeta. La verdad que para lo único que hubieran servido es para tapar el horrendo edifico levantado en el solar del antiguo Brasil.

Lo que sí es centenario en la Plaza Niña es el convento de las Hermanas de la Cruz y el ficus ahora no deja verlo. Eso sí que es un problema que viene padeciendo el escaso patrimonio histórico artístico y sentimental de la ciudad.

Una ciudad en la que hay que hacer compatible la arboleda con nuestro patrimonio urbano; faltan grandes arboledas en amplísimas avenidas que son un desierto. Sin embargo hay que hacer de las plazas espacios bellos. Tan hermosas como los magnolios que otro Ayuntamiento arrancó de la Plaza de las Monjas y dejó otra gran masa de ficus que crece a su antojo.

Lo cierto es que, por ejemplo, no se puede estar defendiendo y promocionando el Barrio Obrero y luego taparlo con una arboleda que crece a su antojo; por una parte porque no es la adecuada y, por otra, porque no se trata ni se tala.

Es lamentable que el muro y escalinatas del cabezo de San Pedro sobre el que se asienta la iglesia esté apantallado por una masa de cipreses, que tapa un elemento que está catalogado en el Casco Antiguo.

Ni edificios como el instituto Rábida donde siempre creció a su alrededor árboles que lo han tapado, incluso dentro de su perímetro; mientras fuera se fue perdiendo la masa arbórea en casi toda la avenida que creaba un hermoso sotobosque.

La Plaza de Toros tiene su fachada a la puerta grande con alta arboleda. Si sirviera para tapar los bares que la afean, aunque la mantenga viva económicamente.

En la Plaza de la Vera Cruz el Monumento a la Inmaculada ha perdido el cielo azul de Huelva sobre el que se coronaba, por el crecimiento incontrolado del ficus que tiene a sus espaldas; que también viene haciendo daño a todo el suelo y tuberías.

Afortunadamente se quitaron los grandes árboles de la Plaza Coto Mora que impedían ver la fachada del GranTeatro desde Gobernador Alonso.

Siempre hay posibilidad de otras especies que den belleza y además hasta sombra, que mantenga el espíritu coqueto y entrañable de la Plaza Niña y donde, además se pueda ver el convento de las Hermanas de la Cruz y disfrutar de la sencillez constructiva de una Huelva que en esta zona como en otras se nos ha ido escapando de las manos. E, igualmente, sentados en uno de sus veladores o bancos y ver el cielo azul de Huelva.

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