Existe ayer y hoy una “plaga de acusadores en cuyas manos la pluma representa un bisturí en manos profanas”
Ponce Bernal defiende el buen periodismo frente a quienes lo practican para herir, “los hipócritas, virtuosos que esconden sus vicios en las negruras de su conciencia”
Ponce critica la proliferación autores de pacotilla que conquistan la gloria atropellando las normas del Arte
La introducción
Impunidad | La utilización vil de los medios de comunicación
Este es uno de los textos más incisivos e implacables de nuestro autor. Condena la hipocresía y la cobardía de quienes utilizan la prensa para atacar con vileza, ensañamiento y sin escrúpulos a personas que no pueden defenderse, convirtiéndolas en víctimas. Vemos, una vez más, que las fake news no son una moda del siglo XXI, sino una costumbre ancestral que se practicaba en la Antigua Roma y prolifera en nuestros días.
Tuve ocasión de ver la exposición Las fake news a lo largo de la historia, en la Fundación Telefónica en Madrid. Un repaso fino con ejemplos gigantes: las monedas de Marco Antonio en la antigua Roma; la Donación de Constantino en la Edad Media; los libelos de sangre en la Edad Moderna; el caso de la destrucción del acorazado Maine en 1898; o el más cercano, en 2023, del Papa Francisco y su abrigo de Balenciaga en fotografía generada utilizando la herramienta de inteligencia artificial generativa Midjourney.
El artículo de Blanqui-Azul es elocuente y significativo, absolutamente extrapolable a la tristísima realidad de nuestro tiempo, en que se utilizan medios de comunicación, que son instrumentos imprescindibles y fundamentales de nuestra democracia, para atacar vilmente, sin ningún escrúpulo y, lo que es peor, sin contrastar la información, que es la base del buen periodismo. Imprescindible matizar porque no todos los medios lo hacen, ni todos los periodistas mantienen esta práctica. El problema es que la actuación de estas acciones insanas y despreciables, que usan sus altavoces más poderosos, manchan la imagen general del periodismo y generan desapego e incertidumbre en la sociedad. De las redes, ni hablamos.
El texto de Ponce en su integridad es una singular metáfora: la pluma en manos poco o nada profesionales se convierte en un bisturí en manos de un matasanos.
Alineando los términos que nos conducen a realizar un análisis de este texto y de otros que ya hemos podido leer en estas “Crónicas de otra Huelva” -la condición humana, la inocencia, la astucia, la vanidad, el honor, el esfuerzo, la honradez, la humildad, la sensibilidad, la soberbia, la ambición, la codicia, el orgullo, la hipocresía, la cobardía…-, observamos la exposición de los componentes de unos principios éticos, esos sobre los que se sustenta la personalidad y el carácter del periodista onubense José Ponce Bernal.
Defensor acérrimo de la profesión periodística, consideraba que era un oficio noble. Y lo es. Pero ¡qué diferente es este texto! La nobleza del periodismo se torna en vileza, infamia, mezquindad y desprecio, acciones vergonzosas en manos de personas sin escrúpulos. Él supo condenar y definir el contexto en este corto pero definitivo artículo.
Hagamos hoy lo propio. Alejemos de nuestra vida la falsa noticia, reprobemos y repudiemos a quienes practican el oficio con fines espurios.
La mayor parte de los seres humanos hemos aprendido a gozar de una manera estúpida, poniendo de relieve los defectos de nuestros vecinos y haciendo caso omiso de las acusaciones que nos lance nuestra conciencia.
No todos somos poseedores del privilegio de poder acusar, y si hoy que sobre el cuerpo lacio de bello pueblo de nuestra provincia se agrupan centenares de acusadores para lanzar sus piedras sobre un cuerpo indefenso, se levantara sobre el silencio una voz potente repitiendo las hermosas palabras “el que esté libre de pecado…”, ciertamente se produciría la desbandada y, quizá, ni uno levantaría la frente y continuaría arrojando piedras.
La impunidad es madre de muchos héroes, y la virtud de estos está compuesta de hipocresía y de ciertos vicios que torpemente se han llegado a reconocer como virtudes. No es bueno el que no mata porque no tiene valor para ello, sino el que expone su vida, a ser preciso, para salvar a un semejante. El que no mata puede ser un virtuoso o un cobarde. De estos últimos está compuesta la mayor parte de esa plaga de acusadores en cuyas manos la pluma representa un bisturí en manos profanas; bisturí que se introduce en la carne con crueldad y que va atropelladamente buscando la fibra sensible arrollando músculos, venosidades y todos cuantos obstáculos se interpongan en su poco escrupuloso caminar, y cuando llega a ella hiere con saña, olvidándose de los preceptos del ideal que representa la bandera que enarbola durante la lucha.
La pluma es un arma noble, y como tal, debe ser manejada, y si es precisa la incisión en la humanidad para buscar la fibra sensible, debe transformarse en bisturí pero manejado por manos hábiles y nobles, que avanzando escrupulosamente sobre la materia, sin romper, sin arrollar nada, llegue hasta ella y desperece la virtud dormida, despreciando las coqueterías de la venganza propia. La venganza es un placer cobarde que los espíritus fuertes desdeñan. Y si, cuando esgrimiendo las armas de la venganza, nos hemos olvidado de nuestra pequeñez, debía levantarse la voz prepotente: “Y el que esté libre de pecado…” Y pronto se iniciaría la desbandada de los hipócritas, virtuosos que esconden sus vicios en las negruras de su conciencia.
BLANQUI-AZUL
Diario de Huelva, 7 de diciembre de 1930
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