Huelva Paranormal

Aquella casa encantada llamada Tiro Pichón (Segunda parte)

  • Construido bajo el reinado de Alfonso XIII, en plena Sierra de Aracena, el edificio destaca por su grandiosidad y por los extraños fenómenos paranormales que en su interior se producen

Aquella casa encantada llamada 'Tiro Pichón' (segunda parte)

Aquella casa encantada llamada 'Tiro Pichón' (segunda parte)

Continuando en la tarea de recopilar testimonios se localiza, en la vecina localidad de Aracena, a uno de esos chicos que movidos por la curiosidad y por lo desconocido se ha acercado al Tiro Pichón para tratar de desentrañar sus misterios vía tabla ouija. Enrique Santos nos hacía partícipes de algo muy personal: “Pues fue una tarde-noche en la que decidimos ir para hacer una ouija ,ya nos habíamos metido antes en el cementerio, otros días, y en la ermita, pero un amigo nos comentó que había escuchado en el bar donde trabaja que unos clientes habituales habían visto la noche anterior una silueta luminosa, como una persona pero que irradiaba luz paseando por las ventanas delanteras del edificio, dijeron que un fantasma y así, decidimos ir a ver si contactábamos con él... Llegamos y nos pusimos en el ático, allí aparte de los pájaros no había nada más, pusimos velas y comenzamos a invocar, no parecía suceder nada pero al cabo de la hora o así, en un rincón del ático comenzamos a sentir como una caja de música, todos nos miramos extrañados y sin casi pasar el tiempo algo comenzó a subir las escaleras, se sentía perfectamente, era un paso corto, pausado pero sin interrupciones, se acercaba más y más hasta que se detuvo... Nos puso muy nerviosos porque era la salida más cercana, y al final de aquella habitación comenzó a dibujarse la forma de una persona, poco a poco y surgiendo de la nada, nos miraba con severidad, no quisimos dar tiempo a que ocurrieran más cosas y salimos corriendo de allí,... aquella misma noche quemamos la ouija, fue suficiente, ese edificio está encantado”.

Para los investigadores fueron meses de ir y venir a Jabugo y Aracena, de recopilar testimonios, narraciones de víctimas del misterio que encierra el edificio, de una continua búsqueda de información, de documentación, de grabaciones y experiencias en su interior y de la búsqueda de lo desconocido...Y, quizás, el misterio juega, a veces, con cartas marcadas: cuando se disponían a archivar la investigación por falta de pruebas, que no fueran los siempre interesantes testimonios y experiencias aterradoras de los testigos, algo vino a turbar y enriquecer la investigación en el edificio de Tiro Pichón... Los investigadores recuerdan: “Era una fría tarde de Noviembre, llevábamos más de seis meses enfrascados en esta apasionante historia, acudimos al lugar para realizar nuevas pruebas y experiencias antes de la llegada de Diciembre y se recrudeciera la climatología. Todo discurría con normalidad, como en tantas otras ocasiones dispusimos los equipos para garantizar la investigación y la veracidad de todo lo que se pudiera grabar y/o captar: detectores de presencias en quince puntos del edificio, alarmas de continuidad láser, varios equipos informáticos portátiles registrando vía webcam con visión nocturna y audio lo que pudiera ocurrir, nueve grabadoras digitales colocadas en otros tantos para captar audio y psicofonias, dos viejas e históricas (en el mundo de las psicofonias) grabadoras Philips con unos magníficos micrófonos, una grabadora de amplio espectro y dos videocámaras que irían registrando todo lo que aquella noche de investigación deparara.

Dispuesto todo el equipo y reunidos en el ático donde se realizaron las sesiones ouija, transcurrido ya unas horas desde nuestra llegada, en plena ala construida a finales de 1920, comenzamos a sentir aquello que nos habían relatado: una melodía como perteneciente a una cajita de música. Sorprendidos buscamos la procedencia de aquel sonido tan peculiar sin encontrar nada que pudiera originarlo... En nuestro discurrir por el edificio comenzamos a acercarnos al ala construida en 1941, allí la noche comenzó a caer y entramos en una amplia sala donde nos habían relatado que se escuchaban voces y lamentos de niños, quizás en recuerdo de antiguas y pasadas épocas. Tras nosotros unos pasos, salidos de la nada, originados por un algo o alguien invisible que no acertábamos a ver porque, tal vez, no fuera de este mundo, un sombra o silueta que definidamente observamos y que nos seguía... y una consulta de Jose Manuel García Bautista a sus dos compañeros: “¿Estamos solos en el edificio?”, tras revisar todo lo grabado, en el momento en el que el sevillano hace tal consulta, una voz casi de ultratumba responde psicofónicamente: “EN-FER-MI-ZO”, aquella voz o respuesta no audible en ese momento si dio paso una serie de raps, de sonidos prelúdicos de que el misterio se encontraba en aquel edificio, una serie de sonidos que nos hacía entrar en zona de habitaciones, una amplio pasillo a cuyos laterales convergían la salidas de las múltiples habitaciones que en él se encontraban, múltiples habitaciones con múltiples camas aún, dispuestas, con colchones y almohadas, como si el tiempo no hubiera transcurrido y algo hubiera hecho que se hubiera abandonado precipitadamente...

En aquel pasillo Francisco Márquez nos había relatado: “Es un lugar maldito, yo entré un Domingo al mediodía y sentí como un llanto, un quejido lastimero, creí que era algún gato herido o atrapado y fui a ver si podía hacer algo, cuando entré en aquel lugar las puertas comenzaron a abrirse y cerrarse como si alguien las cerrara y abriera pero allí estaba yo solo... Me comenzaron a caer almohadas, vamos, me tiraban almohadas y yo no veía quien porque allí estaba yo solo, fueron los peores momentos de mi vida...”. En aquel mismo pasillo y en aquel mismo momento el estruendo de una puerta cerrándose nos sobrecogió, ¿qué sucedió? Aún buscamos respuestas... Nuevamente en la revisión de nuestras grabaciones una voz psicofónica nos parecía llamar: “VENID”, nos llamaba, nos atraía y como comentaba nuestro compañero, el periodista, Sergio Moreno: “Era como si la casa nos hubiera admitido en su interior pero para ser la propia casa la que nos investigara y no nosotros los que investigáramos en su interior, era como un juego macabro en el que el investigador era investigado...”. Y es que hubo momentos de tensión, tras nosotros algo arrastraba sus pies, tosía,  las brújulas nos encontraban su rumbo, perdieron el Norte, las baterías de las cámaras y linternas se vinieron abajo y la disposición del edificio no parecía el mismo... La escalera principal no se encontraba donde debiera y todo parecía extraño y ajenos a nosotros y al camino trazado entre el crujir de cristales a nuestros pies. Ante una determinada estancia Jordi Fernández realiza una fotografía...al revisar las mismas una extraña cara parece observarnos... ¿El viejo guardés cumpliendo su promesa ahora eterna? En la zona de cocinas al mismo investigador algo lo golpea y toca la cabeza, entre nosotros había alguien más.

Tras nosotros algo provocaba un sonido de subir y bajas escaleras de forma frenética y nuevamente los raps comenzaron a sentirse coincidiendo con una brusca bajada de temperatura...”.

Aquel recorrido eterno por las dependencias del edificio hace al visitante tomar conciencia que realmente algo extraño, desconocido o paranormal, habita el edificio de Tiro Pichón en la localidad onubense de Jabugo, algo que desafía a la lógica y transciende más allá de lo conocido. Es la constatación de que los testimonios narrados por testigos sobre sus experiencias en su interior son reales y, en aquel edificio suceden fenómenos que se escapan de toda lógica. Como en un extraño juego el edificio acepta las investigaciones pero todo aquel que penetre en su interior, debe de hacer suya la advertencia de que está expuesto a ser investigado por aquello que mora entre sus gruesos muros...

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