Gente Inteligente

Cómo desarrollar la inteligencia emocional en cinco pasos

  • La inteligencia emocional, como cualquier habilidad que queremos adquirir, la aprendemos cuando nos damos cuenta de que la necesitamos, y la perfeccionamos entrenándola

Lola Pelayo.

Somos seres emocionales. Nuestros niños y niñas nos demuestran cada día este sesgo natural del ser humano. Son pura emoción, llenos de espontaneidad y energía vital, y vulnerables. Después, la cultura en la que crecemos, la educación que recibimos, y nuestras experiencias, nos envuelven progresivamente en capas protectoras con las que logramos sentir menos vulnerabilidad, pero también nos restan sensibilidad y pueden llegar a desconectarnos de nosotros y nosotras mismas. Querer romper esas capas es imprescindible si quiere iniciar el camino de cinco pasos que le propongo hoy para el desarrollo de su inteligencia emocional.

Antes, veamos cómo aprendemos

Cuatro etapas tiene el proceso de aprendizaje. Aprendemos en cuatro fases. Y resulta que cuando nos damos cuenta de que no sabemos hacer algo, ya estamos a punto de entrar en la tercera. No sé a usted, pero a mí me resulta muy motivador saber que, cuando se me enciende la inquietud por aprender, ya estoy casi a mitad de camino.

Pongamos un ejemplo muy práctico por el que muy posiblemente usted ha pasado: aprender a conducir. Recuérdese con seis o siete años. Le llevaban a todos sitios, así que, seguramente, conducir no le llamaba especialmente la atención. Simplemente no era usted consciente de que no sabía hacerlo, no le hacía falta. Estaba en la primera etapa del proceso de aprendizaje, en la incompetencia inconsciente.

Pero entonces, ya un poco mayor, empieza a ir a sitios especiales con amigos o amigas con coche. En mi caso, a tomar café a Punta Umbría, o a comer a Moguer. Esas primeras emocionantes aventuras despertaron en mí una inquietud y una certeza: sabía que no sabía conducir. Entraba así en la segunda etapa del proceso de aprendizaje, la incompetencia consciente. Aquí se movilizan nuestras conductas. Las mías fueron ser muy pesada con papá y mamá para lograr la financiación del carnet hasta poder matricularme en una autoescuela.

Una niña se levanta alegre de la cama. Una niña se levanta alegre de la cama.

Una niña se levanta alegre de la cama. / H. Información (Huelva)

Y llega el momento de conducir. Aún recuerdo mi sensación de superación: tengo que embragar, meter primera, soltar el embrague poco a poco, volver a embragar para meter segunda, controlar los demás coches, peatones, poner el intermitente si toca, ceder el paso a la derecha, interpretar las señales…. ¡Todo a la vez! En esos momentos entraba ya en la tercera fase del proceso de aprendizaje, la competencia consciente. Es el ‘sé que sé conducir’, un momento que requiere toda su atención y cualquier imprevisto le puede hacer fallar.

Sin embargo, si usted conduce, recuerde cuántas veces cambió de marcha en su último trayecto, o si tuvo que prestar su atención consciente a embragar o a ceder el paso, por ejemplo. Entiendo que no. Con la práctica ha llegado a la cuarta y última fase del proceso de aprendizaje, la competencia inconsciente. Ya no sabe que sabe conducir.

Cinco conductas para empezar a desarrollar su inteligencia emocional

Puede ser que se encuentre usted en la segunda etapa del camino: sabe que no sabe ser emocionalmente inteligente. Lo que le sugiero ahora son cinco conductas para empezar a avanzar en este particular proceso de aprendizaje.

Lo primero es atender sus emociones. Dedique tiempo de reflexión, cuaderno en mano, a identificar cómo se sentía con las conductas que más recuerde de cada día. Con tres o cuatro es suficiente. Es buena idea hacer durante algún tiempo una especie de diario. Le servirá para conectar con sus emociones y entender cómo le afectan, qué le invitan a decir o hacer, con quién… Y hágalo sin juzgarse, por favor. Simplemente acumule información, aunque al principio le cueste identificar el sentimiento o la emoción que había detrás de sus experiencias. Entrenando, será cada vez más hábil para diferenciar la tristeza del enfado, o éste del asco o del miedo.

El segundo paso es correlacionar esos sentimientos o emociones con sus pensamientos. Sepa que la emoción básica es genuina y no la puede evitar, pero sí que puede actuar sobre los pensamientos con los que se mezclan. Es necesario identificarlos si quiere cambiar los sentimientos que la combinación emoción más pensamiento le provocan. Así que añada a partir de ahora esa información a su diario emocional, y en las conductas o experiencias que más recuerde de cada día registre también qué pensaba. Siga sin juzgarse, sólo acumule información de momento, aunque será inevitable que empiece quizás a sacar interesantes conclusiones, y a identificar qué pensamientos no le hacen bien.

Puzzle. Puzzle.

Puzzle. / H. Información (Huelva)

El tercer paso es buscar cómo comprender a las demás personas. Esto que lleva haciendo con usted un tiempo, empiece a hacerlo observando las reacciones de quienes intervienen en esas experiencias que cada día registra. Busque la emoción más básica que pueda intuir en las conductas ajenas, recuerde o fíjese muy bien en su lenguaje no verbal. ¿Le parece miedo? ¿Asco? ¿Enfado? ¿Tristeza? ¿Alegría? Ni se imagina los cambios que esto puede provocar en su forma de mirar y entender a quienes le rodean.

El cuarto paso es compartir su mundo emocional. Hágalo con toda la asertividad de la que sea capaz, con frases que empiecen contando cómo se siente usted y terminen comunicando lo que necesita. En medio ponga conductas, no juicios. Por ejemplo: ‘me enfada que llegues tarde porque me siento despreciada, me gustaría que hagas un esfuerzo por llegar en punto o avisar’, o ‘me siento desconectada y triste porque llevo en este grupo mucho tiempo y no me lo habéis contado, me gustaría sentirme parte de vuestras experiencias’.

El quinto paso es tomar algo que cambia la vida de las personas: decisiones. Con todo lo que ha observado en sí mismo o sí misma y en las demás personas, y con las experiencias que le ha brindado compartirse emocionalmente, identifique qué aspectos o competencias quiere mejorar o cambiar, y decida una para empezar. No intente mejorar todo a la vez.

Cuando lo decida, busque conductas muy concretas que le ayuden a conseguirlo, mejor que sean de esas que podría grabar con una cámara, que es una metáfora que nos guía bien para diferenciar los deseos de las acciones. Y cuando las encuentre, repítalas. Muchas veces. Tantas como necesite para llevar esa competencia nueva que está entrenando al inconsciente a través del hábito. Como conducir, poco a poco lo hará sin darse demasiada cuenta.

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