Huelva

Gente inteligente: Cómo decir bien lo que no quieren oír

  • La comunicación verbal y no verbal con la que nos damos feedback inevitable y constantemente es una poderosa herramienta para mejorar las relaciones si lo hacemos con inteligencia emocional y como un regalo

Cómo decir bien lo que no quieren oír

Nuestras conductas dejan eco. Y las conductas de las demás personas también. Vivimos así en un resonar incesante en el que nos afectamos mutuamente, queramos o no, con eso que hacemos constantemente sin ningún tipo de tregua: comunicarnos. Lo malo es que no siempre nos comunicamos conscientemente.

Sea como sea, intercambiamos muchísima retroalimentación o feedback a cada momento todos los días. Con palabras, con gestos, con silencios, con ausencias, con acciones y con omisiones respondemos a lo que hacen y dicen las demás personas, incluso sin darnos cuenta. Y resulta que, si se hace conscientemente y bien, esa comunicación que nos retroalimenta es el mejor de los regalos que nos podemos dar. Lo es en cualquier momento del año, pero ¿qué tal si nos entrenamos para hacerlo de forma muy inteligente esta Navidad?

Coste y oportunidad

Llegan momentos complicados. Las fiestas navideñas que se apoderan de nuestros hábitos tienen dos caras. Por un lado está la ilusionante, festiva, divertida y solidaria Navidad de los brillos y las buenas acciones, y por el otro está la extenuante, dispendiosa, exigente e inoportuna Navidad de las ausencias, los encuentros ‘forzosos’ y los ‘tengo que’.

Pues es justo en estos momentos de temeraria dualidad en que los agravios comparativos pueden llegar a ser demoledores, cuando hay que afilar mucho mejor nuestra habilidad más inteligente, la comunicativa, esa de ‘saber decir incluso lo que no quieren oír’ y no terminar por ello siendo el Grinch de estos días.

Es un regalo, no lo olvide

Lo primero para preparar la técnica que comparto hoy con usted es tener muy claro que la retroalimentación o el feedback es un regalo, y como tal debería prepararlo, envolverlo y entregarlo.

Se trata además de un regalo que cuanto más incómodo es, más amor puede llevar en su interior. Y si no, piénselo: ¿se pararía usted a darle feedback constructivo a alguien que no le importa y con la idea de mantener en su vida a esa persona? Yo no, desde luego. No merece la pena. Pero si la persona es importante, y hay algo que hace o dice que a usted no le hace sentir bien… ¿Se calla? No es una opción aguantar en silencio, porque eso termina erosionando cualquier relación.

Así que, la próxima vez que alguien de su entorno le diga algo de sus propias conductas que a usted no le guste oír, párese y dígase interiormente esta frase: gracias por quererme lo suficiente y decírmelo. No se ría. Interiorice todo lo que encierran estas palabras.

Y una vez de acuerdo en considerar que el feedback consciente puede ser su mejor herramienta para cuidarse usted, cuidar de esa otra persona que le importa y, de paso, mimar la relación, aquí van los pasos a seguir para hacerlo de la forma más inteligente.

Primer paso. No improvise. Dedique tiempo a preparar su regalo. Párese a recordar los hechos concretos, las actitudes que quiere transmitir o corregir de la otra persona. Imagine que es alguien que hace planes con usted sin contar con usted. Es un ejemplo. ¿Cuántos planes recuerda? ¿Cuándo fue?

Segundo paso. Elija el momento oportuno. No sea impaciente, pero tampoco espere demasiado. Escoja una ocasión cercana a los hechos en la que pueda tener su estado de ánimo centrado. Y no se olvide de pedir permiso, que hará el feedback mucho más útil y efectivo. ‘Me gustaría hablar contigo, ¿cuándo te viene bien que nos tomemos un café’, por ejemplo.

Tercer paso. No interprete, sólo describa. Ya están ustedes en las mismas coordenadas. Es el momento de describir de la forma más aséptica posible la situación. Esto es, sin juicios y sin imaginar las intenciones de la otra persona. Porque no es lo mismo decir ‘te encanta organizar planes sin contar conmigo para hacer lo que te da la gana’ que decir ‘has organizado este año tres escapadas sin preguntarme’. Evite también generalizar, que los ‘siempre’, ‘nunca’, ‘todos’, ‘nadie’, sólo van a conseguir restarle razón y darle a la otra persona excusas para cerrarse.

Cuarto paso. Describa cómo se siente usted. Dé este inesperado quiebro, y olvídese -de nuevo- de buscar las razones de la otra persona. Céntrese en contarle las consecuencias de sus palabras o sus conductas en sus propios sentimientos. Asegúrese de no salirse de ahí, porque es fácil, y no es lo mismo decir ‘has organizado tres escapadas este año sin preguntarme porque no te importa lo que yo siento’ que decir ‘has organizado tres escapadas este año sin preguntarme y eso me hace sentir mal y me cuesta más disfrutarlas’.

Quinto paso. Cállese. Sí, cierre la boca. Deje que el silencio abra espacios de comprensión, para que la otra persona pueda interiorizar lo que le acaba de decir y usted pueda ordenar sus propios pensamientos. Es momento también de posibles respuestas, con lenguaje verbal o no verbal. Así podrá comprobar si lo ha hecho medianamente bien y si ha conseguido mantener las puertas de la relación abiertas o ha perdido esta oportunidad.

Sexto paso. Sugiera cómo le gustaría que lo hiciera o lo dijera. Y sugerir no es imponer. Invite a pensar en conductas alternativas dando libertad a la otra persona para aceptar o no su sugerencia. Por lo tanto, no debería usar sentencias salomónicas, ni castigos implícitos que contengan palabras como ‘tienes que’, ‘o esto o…’, ‘si no me haces caso…’, etc. Más bien se trata de usar condicionales del tipo de ‘me gustaría’, ‘sería genial que’, ‘te agradecería’… Así, siguiendo el ejemplo, sonaría algo como ‘me encantaría que la próxima vez que tengas una idea para un plan, me lo cuentes a tiempo de poder organizarlo contigo’.

Si depura esta técnica, no le puedo asegurar que consiga siempre que esa otra persona no se cierre, pero sí que se sentirá usted mejor, y que tendrá más probabilidades de conseguir el cambio implícito que hay en toda retroalimentación o feedback. Qué mejor momento para empezar a entrenar que en la dulce y temeraria Navidad. ¡Suerte!

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