La noticia del inminente enlace matrimonial de la infanta Elena con el misterioso Jaime de Marichalar fue toda una sorpresa. Se había especulado con una posible relación entre la mayor de los hijos de los reyes de España y el joven aristócrata pamplonica, pero nadie pudo confirmar nada, así que, cuando la Casa Real anunció el compromiso y, sobre todo, el lugar de la primera boda real en décadas -la ciudad de Sevilla-, todo empezó a girar en torno al evento, especialmente en la capital hispalense.

El 18 de marzo, Sevilla lucía engalanada con banderolas y mantones de manila. Miles de personas acompañaron a los novios en su recorrido a la catedral y España entera estaba pendiente desde sus televisores de todos los detalles, desgranados hasta los últimos pormenores por los muchos programas que se dedicaban a los asuntos del corazón: vestidos, parentescos de las 38 casas reales que acudieron a la cita, el menú, y por supuesto, el noviazgo que con tanto secretismo se había mantenido.

La familia real gozaba entonces de una imagen inmejorable y su protagonismo aquel año contrastó con la desgracia que padeció otra familia de gran popularidad: la de los Flores. La matriarca del clan de artistas, Lola Flores, fallecía el 16 de mayo tras luchar ferozmente, como lo hacía todo, contra el cáncer. Su capilla ardiente fue visitada por cientos de personas, e igualmente multitudinario fue su funeral. El 31 de mayo, tan sólo 15 días más tarde del fallecimiento de La Faraona, su hijo Antonio aparecía muerto en la residencia familiar.

El año en el que se aprobó la creación del euro fue negro en cuanto a atentados. ETA mató al político del Partido Popular Gregorio Ordóñez e intentó hacer lo mismo con el líder de la oposición, José María Aznar. El 11 de diciembre cometió el atentado más sangriento de ese año: seis personas perdieron la vida en la explosión de un coche bomba colocado al paso de un transporte de la Armada en el que viajaban trabajadores civiles.