Huelva

Treinta años de la histórica visita de Juan Pablo II a la provincia de Huelva

  • El 14 de junio de 1993, el Papa se encontró con los onubenses en la Avenida de Andalucía de la capital, en Moguer, Palos y La Rábida, antes de una despedida apoteósica en la aldea de El Rocío

  • Así fue la visita del Papa Juan Pablo II

Foto de la portada de Huelva Información.

Foto de la portada de Huelva Información. / H.I. (Huelva)

Fue un lunes, 14 de junio, en el que Huelva entera se paralizó. Más de diez horas de visita del papa viajero, Juan Pablo II, que recorrió parte de la provincia. Primero, la capital, a donde llegó en helicóptero, al patio del colegio de Los Maristas, para desplazarse a primera hora de la tarde a Moguer, pasar por Palos de la Frontera posteriormente, por La Rábida y por El Rocío, donde se postró ante la Blanca Paloma y se dirigió a miles de rocieros antes de despedirse. Una intensa jornada que se recuerda aún muy viva y que ha dejado algunos vestigios como esa efigie a Karold Wojtyla en la que para siempre será la Rotonda del Papa, en la capital, tras celebrar en ella la misa más importantes de cuantas celebró durante aquella visita a España en 1993, en la que Huelva fue muy protagonista.

A las 9:25 se había programado su llegada a Huelva capital, media hora antes de la eucaristía concelebrada en la Avenida de Andalucía con 200 sacerdotes, seis cardenales y más de cincuenta arzobispos. Miles de personas aguardaban desde muy temprano en las calles, en el breve trayecto, para el paso del papamóvil, desde el que saludó a fieles y curiosos apostados a ambos lados de la avenida, muy pendientes del visitante más ilustre que esperaba la ciudad.

El dispositivo desplegado fue espectacular, partiendo de un escenario monumental, diseñado meses antes y con todo dispuesto para ser retransmitido en directo por televisión. Más de 2.000 periodistas se acreditaron ese día para el seguimiento de la visita a la provincia de Huelva. Entre ellos, los 53 que acompañaban al papa desde El Vaticano, compartiendo vuelo como informadores habituales. Pero también se desplegó un completísimo equipo de Huelva Información, que esos días ofreció una amplísima cobertura de la visita reflejada en decenas de páginas que incluyeron el día antes un póster a color firmado por Juan Pablo II y patrocinado por los recordados almacenes Nuevas Galerías.

Aquella eucaristía la ciudad de Huelva, presidida por la Virgen de la Cinta, a la que Cristóbal Colón se encomendó, tuvo el sentido de misa de acción de gracias por el Descubrimiento y Evangelización de América, homenaje incluido a todos los misioneros que durante 500 años se repartieron por todo el continente.

“Ha sido un mensaje de esperanza para el futuro”, valoraba el alcalde de Huelva entonces, Juan Ceada, encargado de entregar las llaves de oro de la ciudad, elaboradas especialmente para la ocasión con motivo papales. “Me ha llamado mucho la atención el reconocimiento que ha hecho de Huelva como centro del descubrimiento y evangelización de América. Esto nos llena de orgullo a los onubenses”.

La misa había empezado con un ligero retraso, a las 10:08, después de que el Papa rompiera el protocolo y se postrara para rezar ante la Virgen de la Cinta y la imagen de un Cristo crucificado. Después, durante la celebración, el momento de las ofrendas contó con el baile de los cascabeleros de San Juan, de Alosno, y el paso de una amplia representación de toda la provincia con sus trajes típicos. Unos 70 fieles fueron los afortunados de recibir la comunión de sus manos. Al filo de las doce y media se ponía el cierre al encuentro con las Sevillanas del adiós que tan vinculadas quedaron desde entonces a Juan Pablo II.

El programa de la visita, tras almuerzo y descanso en el Obispado, continuó a las 16:15 en Moguer, donde oró ante la Virgen de Montemayor en la iglesia de Santa María de la Granada. A continuación, en Palos de la Frontera, entró en la Iglesia de San Jorge para orar, y llegar a las 17:15 a La Rábida, para visitar el monasterio, acompañado por la infanta Cristina y el presidente de la Junta, Manuel Chaves.

Bajo el monolito del Monumento a los Descubridores se instaló un altar en el que coronó a la Virgen de los Milagros, Santa María de la Rábida, a la que se encomendaron los marineros del viaje descubridor de Colón. La infanta ejerció como madrina en un acto de nuevo multitudinario, ante miles de fieles.

Y desde el helipuerto del Foro Iberoamericano, el papa emprendió la última etapa de su viaje en Huelva, que le llevó a las 18:20 a la aldea de El Rocío.

“¡Qué poderío, el Papa en El Rocío!”, coreaba una multitud en la explanada ante el Santuario. Juan Pablo II tuvo oportunidad de postrarse y rezar ante la Patrona de Almonte y posteriormente dirigirse a miles de fieles desde el balcón que fue expresamente construido para esta visita en una esquina de la ermita y que desde entonces se reserva exclusivamente para visitas papales.

“Hoy soy yo quien peregrina hasta aquí para postrarme a los pies de esta sagrada imagen que nos representa y recuerda a María”, dijo Wojtyla, entregado a la devoción a la Virgen del Rocío y sus peregrinaciones anuales, como acto “positivo y alentador”. “Pero se le ha acumulado también, como vosotros decís, polvo del camino, que es necesario purificar”.

El gentío vibraba entre palmas por sevillanas, próximo a la despedida. Entonces el Papa concluyó con la ya mítica frase: “¡Que todo el mundo sea rociero!”, correspondida con los oles de la multitud. Fue ahí, en ese momento, cuando para siempre Juan Pablo II se convirtió en el Papa rociero, y para siempre quedó ligado a la Blanca Paloma.

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