Testimonio de Maxim, un onubense en Ucrania: "Necesito furgonetas de carga para llevar a mi pueblo todo lo donado"

Las alarmas antiaéreas suenan hasta siete veces en un solo día en la localidad donde reside el joven

Maxim: "No pienso volver a Huelva, quiero ayudar a mi familia"

Maxim: "Sin un arma estoy inseguro"

Maxim: "Aquí los días parecen años"

Maxim posa con una bandera de Ucrania.
Maxim posa con una bandera de Ucrania. / M. G.

Huelva/Maxim Yusckuk se tomó ayer un descanso. Al menos lo hizo su cuerpo. Su mente confeccionaba un plan para conseguir furgonetas de carga que le permitan trasladar hacia Ucrania toda la ayuda humanitaria que llega a la frontera con Polonia, dado que “no tenemos suficientes medios de transporte cómo para ir a este punto y volver con los productos de primera necesidad donados”. En este sentido, el joven onubense recuerda que “los hombres no podemos salir del país” con motivo de la Ley Marcial, que implica que todos los civiles se convierten en militares, por lo que “solo podemos ir hasta el punto de control en Polonia".

Con ánimo de aumentar su flota de vehículos, Maxim hace un llamamiento. “Necesitamos furgonetas o vehículos amplios que nos permitan realizar traslados con una alta carga de productos básicos”, explica. Los onubenses que deseen colaborar con él pueden comunicarse con Cristóbal Puig, amigo de la infancia de Maxim que se halla inmerso en una tarea de movilización de vehículos desde Huelva. Para ello, pone a disposición su teléfono: 626422363.

Para Cristóbal, Maxim es como un “hermano, lo conozco desde pequeño y es un hijo más para mi madre”. Así, añade que “he estado ya en Ucrania y es un país con muchos valores que necesita nuestra ayuda. No podemos permitir las penurias que sufren sus habitantes”.

No solo son necesarios vehículos de carga, sino que también existe un “elevado déficit” de medicamentos. Tanto es así, que Maxim también pide a sus compatriotas onubenses analgésicos, antibióticos, apósitos, vendajes adhesivos, pinzas para suturas, portaagujas, agentes hemostáticos o jeringas. El envío de tales productos también será coordinado por Cristóbal Puig, quien organiza este dispositivo para que viaje en una de las furgonetas que, finalmente, parta hacia Ucrania.

El respiro que se tomó Maxim no fue decisión suya. Sus compañeros, sabedores de que ya ha evacuado a más de una veintena de mujeres y niños y de que las horas de sueño se reducen al mínimo necesario para no quedarse dormido al volante, pidieron al joven que descansase. Maxim hoy volverá a realizar labores de evacuación, concretamente de dos mujeres y dos niños.

La conducción del joven onubense hasta la frontera con Polonia se antoja más sencilla que en los primeros días de invasión rusa. Ayer consiguió la acreditación de ayuda humanitaria de Cruz Roja, por lo que evita ser detenido en los múltiples controles de tráfico que realiza el Ejército y, por consiguiente, ahorra tiempo. En este punto, conviene recordar que en las carreteras, desprovistas de todo tipo de vida, se realizan controles en los que, tal y como explicó Maxim, “te hacen preguntas para pillarte, cuestiones que solo conoce la población que es ucraniana, para detectar personas prorrusas”, por lo que el tiempo de espera “puede prolongarse bastante”.

La vida en Rivne (localidad de 30.000 habitantes a 90 kilómetros de la frontera con Bielorrousa donde reside Maxim junto a su padre, pues su madre y hermana ya fueron evacuadas) no ha experimentado cambios sustanciales en las últimas horas. No obstante, la incertidumbre y la confusión afloran después de que en el último día las alarmas antiaéreas sonasen hasta siete veces por amenazas de bombardeos.

Maxim ya explicó que las evacuaciones de mujeres y niños obedecían a las informaciones que les llegaban desde los canales de Telegram, en los que advierten de una “probable” entrada de soldados bielorrusos. Ante esta amenaza, los habitantes de Rivne manifiestan su “inseguridad”.

Precisamente, a través de las informaciones y documentos gráficos que viajan a través de los canales de Telegram que emplea la población ucraniana, Maxim asegura a este diario que ha podido comprobar “que los soldados rusos masacran todo lo que ven a su paso. Disparan a todo aquello que ven moviéndose e, incluso, han llegado a violar a mujeres. ¡Son unos animales!”, clama el joven onubense.

Rivne desprende “tristeza y melancolía”, pero también irradia “solidaridad” gracias a la comunión entre los propios habitantes, quienes ponen a disposición puntos o locales para que la gente pueda ducharse, comer o dormir. Los comercios y las gasolineras son los únicos establecimientos que permanecen abiertos y persiste la medida de racionalizar la gasolina (20 litros como máximo por cliente).

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