Cinco claves de la comunicación emocionalmente inteligente que evita discusiones
Respons(H)abilidades
Las personas somos más felices, más productivas y evitamos las discusiones mejor cuando sabemos gestionar, que no controlar, nuestras emociones

Huelva/Estamos todo el día comunicando. Desde que nacemos es una función básica de todo nuestro organismo. La vida y la realidad misma la percibimos de una u otra forma según cómo nos comunicamos con nosotros mismos o con los demás. Así de importante es. Y en esas relaciones que construimos comunicándonos surgen las inevitables fricciones y, con ellas, las discusiones. Pues en ese comunicar inevitable, saber gestionar nuestras emociones es lo que nos hace más hábiles para conseguir que esas fricciones comunicativas no se conviertan en problemas, ni para nuestro entorno personal ni para el profesional.
La clave principal: aceptar no es resignarse
Es la primera clave y la más importante. Diferenciar la aceptación de la resignación es muy útil para comunicarnos con nosotros mismos, y también es indispensable para liderar, para compartir y sobre todo para relacionarnos con las personas que, con su forma de comunicarse, no nos provocan buenas sensaciones. El estilo comunicativo que nos genera inquietud puede ser demasiado sumiso o demasiado agresivo, quizás prepotente, inseguro, manipulador, enrevesado… Mírense e identifiquen qué tipo de comunicación les genera inquietud y por tanto condiciona su propia comunicación. Ya es un enorme y enriquecedor primer paso.
Y una vez identificadas las conductas y las personas… ¿qué hacemos? ¿Aceptamos o nos resignamos? Seguro que muchos de ustedes han pensado: depende de quién sea la otra persona. Y no, no depende tanto de eso. El mejor camino es la aceptación siempre.
Porque la diferencia entre aceptar y resignarse es la acción, hacer algo, y esto sólo lo ponemos en marcha en la primera. Si nos resignamos no hacemos nada, nos dejamos llevar cual ramita flotante en la desembocadura de la ría de Huelva pongamos, por ejemplo, a la altura de la Punta de la Canaleta de Punta Umbría. Para los que no conozcan ese trocito del paraíso de la costa onubense, las corrientes allí son muy pronunciadas cuando baja o sube la marea. O sea, que la ramita acabará donde quiera la corriente.
Sin embargo, identificar y aceptar que hay una fuerte corriente nos permite pensar en acciones concretas tanto si tenemos un objetivo, por ejemplo nadar a favor para llegar a algún punto de la otra orilla, como si no, y decidir entonces disfrutar del viaje. Pero eso sí: decidir dejarse llevar no es dejar que eso nos afecte.
Apliquen esta metáfora a la relación con una persona cuyas conductas o estilo comunicativo genera fricciones con la suya: ¿quieren llegar a la otra orilla o no?
Si es que no, acepten la situación y cobíjense en la certeza de que si dejan de alimentar con sus reacciones las conductas del otro, terminarán por impermeabilizarse y, posiblemente, provocarán un cambio en la actitud de su interlocutor que, como mínimo, buscará otros objetivos para seguir friccionando con su comunicación. Al final, todo lo que hacemos lo hacemos porque nos sirve para algo, y si deja de servirnos…
Pero si es que sí, si es que ustedes deciden llegar a la otra orilla, les interesa relacionarse y además evitar las fricciones, tengan en cuenta estas otras cuatro claves de la comunicación asertiva y emocionalmente inteligente.
Ante la sensación de malestar, paren y piensen
No se dejen llevar por sus respuestas automáticas, esos hábitos impulsados por sus emociones de forma defensiva. Quizás sea entrar a discutir sobre la marcha, o interrumpir en cuanto escuchan algo en lo que no están de acuerdo, o lo contrario, se apagan y se evaden de la situación renunciando a su propio argumento.
El secreto sería atendernos a nosotros mismos, pararnos habitualmente a mirar cómo reaccionamos y ante qué, y en los casos de posible discusión respirar unos segundos antes de reaccionar para decidir si toca en ese momento la respuesta automática que nos surge. Seguro que ya alguna vez alguien les ha recomendado lo de contar hasta diez antes de contestar. Pues eso.
Escuchen de forma empática
Escuchar es una habilidad que hay que aprender y entrenar. No es oír. No es estar esperando para responder. No es hacer suposiciones mientras nos hablan. No es desconectar para revisar la lista de tareas que tienen pendientes. No es centrarse en los desacuerdos. Y desde luego no es interrumpir. A todos nos encanta sentirnos escuchados, y eso ya en sí mismo evita muchas discusiones.
No se despiten del lenguaje no verbal
Decimos muchísimo y nos dicen muchísimo con los gestos y la voz. Estamos programados para recibir ese mensaje, no se crean que por no saber qué significan los gestos no los están interpretando, pero tampoco se crean que no los están emitiendo ustedes.
La comunicación interpersonal es como un baile entre dos en el que, cuando hay conexión, tendemos a copiarnos el lenguaje no verbal. Así que si como emisores mantenemos la calma, gestos de apertura con brazos abiertos y manos expuestas, y un tono de voz sereno, probablemente el receptor se verá arrastrado a lo mismo. Y si no, prueben el silencio activo: dejen que la otra persona sea la que gaste su energía en la fricción comunicativa.
Cállense y piensen: ¿cómo quiero que esto termine?
Aprovechen ese silencio activo, o atrévanse a mantenerlo, para entre otras cosas pensar en las consecuencias del momento comunicativo que se está produciendo y adelantar posibles escenarios para decidir cómo quieren que termine. A veces seguimos hablando simplemente porque no toleramos el silencio, y terminamos diciendo incluso lo que no queremos.
Y ahora dirán: ¡qué difícil! Y no, no lo es tanto. Es una cuestión de conocerse a ustedes mismos, identificar las emociones que les genera cada situación, comprender qué vienen a decirles esas emociones para poder usar esa información en beneficio de lo que quieren conseguir. Eso es la inteligencia emocional, y en la comunicación evita, y mucho, las fricciones.
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