Miles de onubenses acuden al cementerio en el Día de Todos los Santos

Un abanico de flores inunda las diferentes calles

Una mujer tira un ramo de flores al jardín de las cenizas.
Una mujer tira un ramo de flores al jardín de las cenizas. / Alberto Domínguez
J. M. Lugardo

02 de noviembre 2019 - 08:02

El camino hasta el cementerio se hizo con pasos cortos. La mirada perdida durante el recorrido empedrado. La sonrisa se sujetó en un esbozo de melancolía, compasión y tristeza. Al menos, el sol despejó los nubarrones que traen el agua para este puente de noviembre. Hasta el camposanto de La Soledad los cipreses revestían con especial elegancia su expresión de duelo, pena y aflicción por los que arrastraron sus pies en ese largo camino que se repite cada día de Todos los Santos.

En un cuentagotas incesante los onubenses llevaron un año más el alma a cuestas entre el recuerdo de sus seres queridos. Y con sus manos agarraron las bolsas de plástico desde donde se asomaba el colorido floral escogido para la ocasión. Incluso algún que otro onubense cargó a cuestas con la escalera para alcanzar los nichos de sus más allegados.

El camino que separa el barrio de La Orden y el cementerio municipal sólo tuvo el lento sonido de los vehículos que buscaban un aparcamiento en ese laberinto de parking que se aglutina cada 1 de noviembre. Cualquier recoveco también sirvió para estacionar el coche antes de cargar los exornos hasta el destino. Como es habitual, el perfil mayoritario que se concentra en el camposanto va de la mano de la experiencia de la edad. Aunque eso sí, algunos jóvenes y pequeños acompañaron a sus mayores en este día de historias de los que ya no están. El bastón sirvió a algún mayor para llegar hasta las puertas del cementerio o también el brazo de unos hijos que cumplen la tradición año tras año.

El silencio del camino cesó a las puertas del camposanto. Allí se concentraba ya el vaivén de onubenses que se sumaba a los establecimientos de flores que estos días aumentan en consideración sus ventas. El colorido era primaveral entre los exornos naturales, que se guardaban en cubos de plástico, y las flores de tela para aquellos que prefieren que aguante más la decoración de la lápida. “El 42 para hoy tiene 9 millones de euros”, resonaba desde las voz de un cuponero en la verja de entrada al camposanto.

El espacio previo a la puerta, restringido al tráfico, sólo estaba ocupado por una hilera de taxis bajo el control policial para mantener la especial organización en días como el de ayer. También, numerosos onubenses llegaron a través de los autobuses gracias al servicio especial de Emtusa, que ayer sumó 14 autobuses adicionales hasta la puerta del cementerio. Hoy seguirá esta iniciativa del Ayuntamiento con el objetivo de reducir el tráfico en los alrededores del camposanto, así como para ofrecer facilidades a los ciudadanos.

Cierto es que las numerosas calles del cementerio de La Soledad se llenan de vida cada jornada de Todos los Santos. Y las conversaciones con la explicación de búsqueda de nichos son las más escuchadas en los primeros metros del camposanto. “Pasando el panteón, sigues para adelante. No recuerdo si es la primera o segunda calle, pero está en la segunda fila”, indicó un varón a otro. Al mismo tiempo muchos onubenses comenzaron su habitual recorrido por las hileras de nichos para pasar unos minutos junto a los restos de sus seres queridos. Otros, sin embargo, tenían la disposición de estar mucho más tiempo junto a sus familiares, según se adivinaba por las sillas de playa que se amontonaban en algunas zonas del cementerio.

Ante la lápida sobraban las palabras. Las miradas fueron las que hablaron. Previamente, cubo con agua en mano, la limpieza se convirtió en un ritual para decorar el espacio lo más adecuado posible. Después, tocaba el momento de rezar. De secarse alguna que otra lágrima. De acariciar con fuerza las letras de su nombre. Y nuevamente, volver a colocar la flores que daban el color a una jornada que terminó siendo calurosa. “Yo siempre me traigo una escalera de dos peldañitos, pero con las prisas, las flores y demás, se me ha olvidado”, comentaba un hombre que intentaba alcanzar un alto nicho en una de las calles del cementerio. Al mediodía, las diferentes calles presentaban casi un lleno de flores, que suponían la previsión de numerosas personas que madrugan o que incluso prefieren ir hasta el camposanto algún día con antelación para no encontrarse con la multitud.

El colorido también estuvo presente en los tramos de césped, lugar donde reposan las cenizas de miles de personas. La imaginación llegó hasta los centros en botellas de plástico repletas de piedras para aguantar las futuras embestidas del viento.

La vuelta fue como a la ida pero con las manos vacías de exornos y demás elementos decorativos que permanecen en estos momentos en cada una de las lápidas. Eso sí, el corazón regresó lleno de fuerza y amor para continuar la vida con la máxima esperanza posible. Y todo ocurrió en silencio. Bajo el respeto de una jornada en la que todos y cada uno viven con más fuerza que nunca en el recuerdo. Hoy, Día de Difuntos, será una jornada igual de especial.

stats