Jugarse la vida para salvar otra

el testimonio del héroe

José Arjona trepa por la fachada de un edificio con una manta mojada para rescatar a un anciano de las llamas en su vivienda

El hombre que trepó para salvar a un vecino de un incendio de su vivienda en llamas.

Huelva/Fueron apenas quince minutos los que transcurrieron desde que un hombre vio el fuego hasta que trepó hasta el segundo piso de un bloque de viviendas para proteger a un anciano de 75 años que contemplaba desde su reducido balcón cómo las llamas hacían añicos su propia casa. "Era mediodía y estaba en casa cuando me dio flato de humo, vi las llamas por la ventana y al hombre en el balcón", así explicaba ayer a Huelva Información José Amador Arjona, más conocido como Pepe, cómo salvó de una tragedia a un vecino de la peatonal calle Oregón capitalina en la tarde del martes. Casi sin tiempo de reacción, Pepe, de 41 años, que vive desde hace unos cuatro meses en el bloque de al lado, bajó hasta las plantas del portal número 3 para inmediatamente subir hasta la puerta izquierda del segundo piso. Con la ayuda de un vecino de la puerta de enfrente, Pepe intentó tirar la puerta abajo para sacar de ese terrorífico escenario al anciano pero "no se podía acceder". El fuego se esparció por todo el inmueble e hizo imposible la entrada a pie para el rescate humano.

Pepe regresó de nuevo hasta la calle y en ese momento se produjo la clave para que éste decidiera escalar hasta el segundo piso: "el hombre quería meterse dentro de la vivienda", un hecho que si llega a ocurrir, "el anciano se queda ahí". Incluso el hombre hizo el amago de tirarse. Entre el pánico, los nervios, la inquietud y un fuego que devoraba un piso lleno de vida, Pepe decidió trepar dos pisos para proteger a un aturdido anciano sin apenas vestimenta encima y en del que la agonía se apoderaba a golpe de segundos. Y lo hizo con una manta empapada de agua para el socorro, con el peso que ello conlleva. El salvador se aferró a la reja del ventanal de la planta baja y a partir de ahí comenzó a escalar por la cornisa del primer balcón, para realizar inmediatamente la misma acción hasta el segundo piso. Pepe resguardó al anciano bajo la manta y comenzó una eternidad de unos treinta minutos hasta que los bomberos pudieron rescatar a ambos. Otro equipo sofocó las llamas desde la entrada al piso. "Me quedé ahí, arropadito con él en la esquinita del balcón hasta que llegaron los bomberos, que extinguieron el fuego y nos refrescaron". "Ahí me tranquilicé más, que me chorrearon con la manguera". Previamente la manta "nos ayudó para que el calor, las llamas y el humo no nos diera tanto".

Pepe, que ayer y hoy copa el protagonismo en los medios de comunicación, aseguraba que casi se le saltan las lágrimas "por el ratito, que lo pasé un poco mal", aunque mantuvo la tranquilidad porque "sabía que los bomberos iban a llegar". Y es que "eran increíbles las llamas y el humo que salía".

Una vez que terminó todo, los servicios sanitarios atendieron a ambos por la inhalación de humo y fueron trasladados hasta el Hospital Juan Ramón Jiménez para realizarles diversas pruebas antes de que los dos recibieran el alta. El anciano, según informó un bombero que estaba en la zona, es un ex guardia civil y ahora se encuentra en un albergue después de que su piso quedara inutilizable y totalmente calcinado. "El viejito estaba aturdido. Lo que pensaba era en su piso, su casa, y me decía: 'pero si yo no sé cómo ha pasado esto, si yo no fumo", explicaba Pepe. Las causas del incendio todavía se desconocen. El anciano estaba dormido en el interior de la vivienda y el fuerte olor del humo fue lo que le despertó y "menos mal que se despertó".

Lo que ahora queda es la envoltura maloliente que se acrecienta con cada escalón que se pisa en el interior del bloque. Así, el carbonizado olor se entremezcla con una suciedad de tinta negra y trozos de pared por el suelo. Arriba, en el segundo piso, una cinta de los bomberos precinta la abrasada puerta de madera en la que el desastre se vislumbra a través de un prominente hueco. Una camisa de rayas que todavía mantiene algún esbozo de color original, dos copas de champán y otras dos de coñac, son algunos de los elementos que conformaban una vivienda llena de recuerdos. Una jarrón con flores rosas de plástico encima de una mesa camilla, una plancha y un televisor en el suelo, todavía se reconocían entre tanta negrura y tristeza.

"Todavía me da mucha pena y miedo", señalaba la vecina del tercer piso mientras aún limpiaba restos de polvo negro en el interior de su casa. "¿Cómo ha podido entrar con todo cerrado?", se preguntaba. Ahora se ha quedado un portal a reformar, sin luz y sin una antena de televisión utilizable. También ha quedado un negro recuerdo en la fachada. La oscuridad sobre los ladrillos y el refuerzo empedrado de los ventanales, en el suelo de la calle.

José Amador Arjona relató desde la humildad una secuencia que difícilmente se le olvidará. Ahora está parado, es maquinista de excavadoras y su mente mantiene la esperanza de conseguir trabajo pronto. En la mañana de ayer se encontraba en el lugar de los hechos mientras recordaba lo vivido a periodistas, curiosos y vecinos. "Todavía está uno con la tos por culpa del humo, pero ya estoy mejor y como dice uno: vivo".

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