Gentes de Aquí y Allá

Juana Domínguez Vega: médica y rociera

  • Acostumbrada a ir, incluso en pleno invierno, casi todos los fines de semana para estar junto a la Virgen del Rocío

Juana Domínguez y Fernando Barranco.

Juana Domínguez y Fernando Barranco. / M. G. (Huelva)

Yo era amigo de su padre, que era uno de los hermanos propietarios del conocidísimo Restaurante “Los gordos”, famoso en toda España. Me estoy refiriendo a Paco, padre de cuatro hijas encantadoras. Y una de ellas es Juana, mi gran amiga del alma, a quien tuve la suerte de conocer al comprarnos ambos una vivienda en el mismo edificio y donde convivimos durante 25 años.

Al restaurante, que tenía como lema “Después de su casa, donde mejor se come”, yo iba a menudo, y de ahí mi amistad con su padre, al que como onubense siempre agradeceré el interés que se tomó por Huelva durante el tiempo que estuvo de concejal en el ayuntamiento, y me gusta recordarlo y decirlo. Huelva llevaba varios años sin iluminación en Navidad por la crisis y cuando él entró en la corporación municipal se plantó y dijo “¡Qué crisis ni qué crisis! Todas las ciudades de España están iluminadas menos Huelva. ¡Pues no, mi ciudad no va a ser menos!” Y se buscó apoyos y ayudas y Huelva volvió a resplandecer nuevamente. Así era Paco.

Ahora que estoy en Galicia quiero recordar que, en muchos restaurantes de esta bonita tierra, al decir que soy de Huelva, me hacen referencia al restaurante “Los Gordos” y se acuerdan de Paco y de sus hijas, restaurante “El Capitán”, restaurante “El Mosquito” y otros muchos de los del casco viejo de Vigo.

Su hija Juana se instaló en su nueva casa unos días antes que yo y, al llegar nuestro camión de mudanzas, allí estaba ella para ayudarnos. No se me olvidará que nos prestó un gran congelador para meter toda la comida que llevábamos en el traslado, ya que el nuestro, como era nuevo, aún no había llegado del comercio donde lo compramos. Y así empezó nuestra amistad, tanto ella como su marido, que eran los únicos que ya habitaban el edificio, no paraban de preocuparse por nosotros. Eran un matrimonio de esos que te gusta encontrarte, conocer y tratar. Manolo Muñoz es su marido, un extraordinario psicólogo y mejor persona. Hicimos tanta amistad que nos consideramos como hermanos. Y ahora que ya no vivimos allí, nos seguimos viendo a menudo y salimos juntos a pasear, a comer e incluso realizamos viajes juntos. Aún recuerdo lo bien que lo pasamos en Bulgaria no hace mucho tiempo.

Naturalmente hemos pasado momentos muy bonitos y felices juntos, varias celebraciones, comuniones y bodas y también momentos tristes como algunos entierros, pero siempre hemos estados juntos hasta el último momento de nuestros seres queridos. En definitiva, que desde que nos conocimos ya siempre hemos formado parte de nuestras vidas.

Juana y Manolo son muy rocieros y acostumbran a ir, incluso en pleno invierno, casi todos los fines de semana para estar junto a la Virgen. Y aunque esté, como ahora por culpa de las circunstancias, en Almonte, ellos, junto a todo su grupo de amigos, pasan su tiempo en la aldea, pero no dejan de acercarse a Almonte a ver su virgencita, a la que le tienen gran devoción.

Nosotros, por supuesto, cuando se celebra la Romería, estamos invitados por ella a su casa, donde hay un gran ambiente de amistad. Así que nada más llegar a la aldea y entrar en la basílica, la primera visita es su casa, donde somos espléndidamente recibidos por ellos y por sus amigos, que son todos amabilísimos, empezando por Miguel y su esposa, que son también como Juana y Manolo, encantadores.

De las cuatro hermanas, todas como dije al principio llenas de encanto, solo ella y Milagros estudiaron Medicina. Y Juana, como médico, nos ha atendido en múltiples ocasiones, cada vez que hemos tenido un problema, tanto nosotros como mis hijos. A mí concretamente, que he tenido a veces problemas serios e importantes, siempre ha estado a mi lado, cosa que le agradezco siempre en el alma. Ella ejerce en un centro de salud donde es muy querida y admirada porque es una gran profesional y actúa con verdadera vocación y por supuesto Juana sabe mucha medicina, la recuerdo siempre asistiendo a congresos y estudiando mucho. Se le puede preguntar y consultar de todo que para todo tiene respuesta y soluciones.

Sus padres sentían por sus cuatro hijas mucha admiración y cariño, pero por Juana, será porque era a la que yo acompañaba algunas veces y lo veía, era pasión. Incluso su madre, estando ya hospitalizada y sin poder hablar, al verme junto a su hija me tiraba con la boca y las manos besos muy cariñosos que me llegaban al corazón. La madre era todo un derroche de simpatía y de saber estar.

Juana y Manolo tienen dos hijos a los que conozco desde muy pequeños y a los que he visto crecer. Y aunque viven fuera, tienen la suerte de que están en Madrid y ellos se ven a menudo, con lo cual sus padres se sienten muy felices. Y como no están tan lejos, unos van y otros vienen y se ven de vez en cuando.

Ella, además de trabajar en la Seguridad Social, ha tenido hasta hace bien poco una consulta privada que compartía con su marido. Ella se dedicaba a medicina estética y él a su especialidad de psicólogo. Manolo se jubiló recientemente y ella, cansada de no parar en todo el día, decidieron cerrarla para siempre, siendo una gran pérdida para Huelva. Pero todo llega y todo tiene un fin en esta vida. Ahora se trata de tener más vida familiar y más tiempo para los amigos, que somos, en definitiva, los que egoístamente más vamos a disfrutar de ellos.

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