Huelva

Coronavirus Huelva: El alivio que no debe relajarnos

  • Los onubenses completan los primeros días de desconfinamiento disfrutando de los ratos de sol al aire libre pero con precaución

Onubenses transitando por la calle Palacio de Huelva en la mañana de ayer.

Onubenses transitando por la calle Palacio de Huelva en la mañana de ayer. / Josué Correa (Huelva)

El inicio de la vuelta a la ansiada normalidad ha aportado al paisanaje onubense nuevas estampas de nuestro viejo mundo, ese que abandonamos a mediados de marzo y que todos queremos recuperar. Los ciudadanos completan estos primeros días de desconfinamiento primavera –todavía con restricción horaria y de movimiento– con precaución, pero disfrutando de los pequeños placeres de la vida: el aire en la cara, el sol sobre la piel, un poco de ejercicio oteando nuevos horizontes que ahora van más allá de las paredes de casa.

Así lo vive Germinal Luna, quien señala que su “vuelta a la normalidad ha consistido en recuperar la práctica deportiva, lo cual me sienta magníficamente bien”. Sin embargo, percibe que “en la calle hay demasiada gente, quizá debido a la determinación de las salidas por franjas horarias, por lo que hay muchísima gente saliendo a la misma hora”.

Juan Redondo considera que su retorno a la vida convencional “es más psicológico que real, porque realmente no he cambiado mi forma de vida de antes salvo en lo de los pequeños paseos, que todas las tardes, después de los aplausos, salgo a correr, que es algo que no hacía antes. Como he puesto kilitos en este confinamiento, estoy aprovechando para correr un poco todos los días y de momento estoy cumpliendo”.

La abogada Carmen Centeno ha vivido el confinamiento en Mazagón, por lo que ha estado “doblemente aislada”. Ahora ha retomado la rutina de regresar a su despacho de la Plaza de El Punto  “algunos días por semana, ya que la actividad judicial, muy tímidamente, se está reiniciando y la gente retoma la necesidad de solucionar sus conflictos”.

La letrada se muestra sorprendida porque “percibo que muchas personas confunden la necesaria  distancia física con el aislamiento social; encuentro gente que no se da los buenos días al cruzarse en el portal”.

Para Pablo Guevara, los paseos “no son normales, ya que la gente pasea por encima de sus posibilidades; en la calle percibo cierta relajación respecto al virus, sobre todo entre los más jóvenes, hemos visto muchos grupos de chavales saliendo casi en pandilla”.

Su compañera de caminata es su pareja, Irene Notario, quien añade que esos paseos son “un desahogo, la verdad, aunque luego reflexiones sobre si te estás exponiendo demasiado o no”. Eso sí, ella detecta que “no veo nada de control policial, algo que me parece surrealista”.

Manuel Calderón estima que “vivíamos en una burbuja de seguridad hace dos semanas y ahora vivimos en una ciudad vacía por vacaciones, como Madrid en agosto”. Sin embargo, advierte que “la gente se ha relajado y salen más juntos de la cuenta”, a lo que también apostilla que ve menos seguridad de la que le parece necesaria.

Él no tiene miedo a salir porque “tomo todas las precauciones, pero veo que el resto de la gente no, no sé si por pereza, desinformación, desinterés o rebeldía”. A su juicio, estos ciudadanos “se aprovechan de la norma y la amoldan a su manera o su necesidad personal para poder estar en la calle, sin ver que es por la seguridad de todos el mantenerlas”.

La experiencia de Miriam Muñoz no ha sido muy agradable. “Empecé a salir, vi que la gente no tiene miedo y he vuelto al confinamiento absoluto: vi gente que no guarda distancia de seguridad y sin mascarilla ni guantes, y eso me hacía esquivarlos; empecé a andar por en medio de la carretera y cuando venían coches me volvía a la acera, he llegado incluso a pararme para no estar cerca de la gente, fue como una carrera de obstáculos”.

En la misma línea que Miriam se mantiene la profesora Laura Bueno. “No he salido a pasear de momento, bajé a tirar la basura y había muchísima gente por la calle, muchos sin mascarillas; paré a dejar a la gente pasar pero había muchos que ni eso respetaban y se cruzaban sin más, y veo mucha gente en grupo y se saludan como si no pasara nada. Así que de momento solo he salido como antes, a la basura y comprar”.

Desde Isla Cristina, el pastelero Lolo López indica que “ha sido bastante extraño este primer paso de la desescalada. Para los que ahora salimos de la burbuja del confinamiento ha sido impactante y a la vez duro, por ejemplo, salir a pasear y no poder abrazar o besar a tus familiares o amigos”. No obstante, reconoce que “psicológicamente necesitaba este pequeño alivio”, pero teme una vuelta atrás por un rebrote del virus. “Viendo lo visto, que hay gente en grupos grandes o sin mascarilla ni nada, creo que hay que exprimir cada segundo de este alivio porque en breve estaremos de nuevo confinados”.

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