Historia menuda

Cabo Pinto, terror de la delincuencia (y II)

  • Pinto resolvía los casos con rapidez porque estudiaba la naturaleza humana y las formas de actuar de los forajidos l El cabo de la Guardia Civil se convirtió en el terror de los delincuentes

Apenas tres días más tarde, el cabo Pinto había solucionado el robo. El mismo cauce informativo comunicaba a sus lectores de un nuevo triunfo del palmerino:

"Un establecimiento de curtidos en la calle Ernesto Deligny, el cabo de la guardia civil, Sr. Pinto, gran detective, expertísimo policía se encargó de dar con el autor o autores del hecho en unión de las fuerzas del puesto de su mando.

El cabo Pinto ha detenido a los autores que son dos según nos comunican en la Comandancia de la Guardia Civil.

Se llaman los individuos en cuestión José López Jiménez 'Pepe el de la Juliana' y Manuel Salguero Lozano (a) 'El Salguero'. A ambos se les han ocupado ciento seis pesetas en metálico, varios trajes de señoras, uno de caballero, dos pares de zapatos de señora, una sábana, ropa interior y dos navajas todo adquirido con el producto del robo al día siguiente de cometerse

El Salguero fue detenido por el cabo Pinto en San Juan del Puerto hasta donde lo siguió y donde lo encontró con una mujer apodada La Tizona y a Pepe el de la Juliana lo detuvo precisamente cuando salía de la Prevención de visitar al Salguero.

El cabo Pinto "ha sido muy felicitado por su jefe el teniente coronel don Arturo Blanco".

El jueves, 21 de septiembre de 1931, Diario de Huelva informaba de nuevas cuitas de los hijos de Caco:

"El establecimiento del Sr. Saavedra asaltado. Hoy ha sido asaltado por unos rateros el establecimiento del Sr. Saavedra, sito en la calle Canalejas, una de las más céntricas y transitables de Huelva. Los cacos penetraron hasta el interior de la tienda haciendo saltar la cerradura de la puerta de entrada. Una vez en disposición de los variados artículos que vende el citado industrial, los ladrones optaron por llevarse dos bicicletas nuevas y otras dos en uso. También se apoderaron de tres pesetas en metálico. La policía practica las diligencias para dar con los autores".

El sargento Pinto resolvía los casos con rapidez y brillantez porque sus métodos eran totalmente distintos a los seguidos por la Policía. Él se detenía en el estudio de la naturaleza humana y en el conocimiento de todos los forajidos que había en Huelva y sus formas de actuar. De ahí que La Provincia, ocho días más tarde, informara de la siguiente noticia:

"La guardia civil del puesto de El Polvorín, a las órdenes del cabo Sr. Leal Pinto, vuelve a prestar un buen servicio al detener a varios autores de los recientes robos cometidos en la capital así como el llevado a cabo en el pueblo de Isla Cristina.

Dichas fuerzas, con motivo de la ola de robos que vienen produciéndose, se propusieron dar una batida por los sitios donde se reúnen esa clase de gente sospechosa dando por resultado sus trabajos la detención en el Paseo del Muelle de los individuos llamados Manuel Domínguez Domínguez (a) Tato, Antonio Vizcaya Fernández (a) El Vizcaya, José Alonso González El Cojo y Nicolás Delgado (a) El Silva Chico, todos de 13 a 16 años y vecinos de esta capital.

Al ser cacheados se le encontraron varios sellos de correos incurriendo en varias contradicciones al pretender justificar su procedencia.

Los detenidos, estrechados a preguntas, se declararon autores los dos primeros del robo cometido en un estanco de Isla Cristina, manifestando que los sellos eran de dicha expendeduría y que los que les faltaba los había vendido en distintos sitios de la capital…".

El 2 de junio de 1931, el cabo Pinto detuvo al célebre asesino Toleíto tras una fechoría sangrienta del mismo.

Estos hechos del célebre cabo y más tarde Sargento Pinto no pasaron desapercibidos históricamente. Así, el recordado Ernesto Lazo le dedicaba unos renglones en el diario Odiel del 14 de enero de 1981:

"… Es de considerar que el orden público, a nivel práctico, estaba en Huelva a cargo del legendario cabo Pinto, muy querido en la ciudad, que mantenía una brillante lucha contra los también legendarios maleantes locales, El Mijita y El Potaje, que eran, en Huelva, el paralelo de los Flores Arocha y Flores Jiménez, los últimos de la bandolería de Sierra Morena, cuyas aventuras eran relatadas por el Semanario Estampa, a través de sus enviados especiales…".

En 1931, él y una pareja de guardias civiles impidieron que la incontrolada turba irrumpiese y destrozase el Convento de las Teresianas. Pero, revivamos aquellos críticos momentos para la comunidad teresiana a través de la obra titulada La Apostaría de las masas y la persecución religiosa en la provincia de Huelva. 1931 - 1936, de Juan Ordóñez Márquez:

"Colegio de la Compañía de Santa Teresa. Desde el mismo día de la proclamación de la República, encontraron estas religiosas serias dificultades en el desempeño de sus labores escolares. El colegio estaba enclavado en el llamado Barrio Obrero donde más presas hicieron las ideas socialistas y republicano-sectarias. Se notaba el ambiente envenenado que muchas alumnas respiraban en sus hogares; se mostraban refractarias a la disciplina y a la enseñanza, sobre todo a las prácticas piadosas.

Del 12 al 17 de mayo permanecieron las religiosas vestidas de seglar en casas de familias adictas al colegio. Para evitar profanaciones, la superiora distribuyó las sagradas especies entre las pocas que aún permanecían en el colegio la mañana del 12, dispuestas a abandonarlo sólo en última instancia. Poco después una turba ingente invadía la calle. Al verlas salir, dejaron paso libre; uno de los jerifaltes, imponiéndose a la multitud, gritó: "No me las toquéis; ¡a ver quién les pone una mano encima!". Así las dejaron llegar hasta el centro de la ciudad buscando refugio.

La defensa de la casa estuvo a cargo del brigada (3) de la Guardia Civil, Sr. Leal Pinto. Logró impedir el saqueo. El 17 pudieron ya las religiosas tornar al colegio y reanudar, si bien con serias dificultades a lo largo de todo el período republicano, su meritoria labor escolar y de apostolado social a favor de las niñas pobres".

En 1933 ó 1934, por sus meritorios y relevantes servicios, ya que fue fiel salvaguarda de la seguridad ciudadana de Huelva, cuyos vecinos vivían con la seguridad y tranquilidad que conllevaba, que cualquier hecho delictivo (robo o escándalo público) no tardaría en esclarecerse por la rápida intervención del que en la citada fecha sería Sargento y sus fuerzas, que tenían controlada toda la capital en lo parcela delictiva. En el Sargento Pinto se daba la curiosidad de que hizo mucho bien a personas necesitadas, ayudándoles a que no les faltase el pan y, en cambio, era el terror de los delincuentes.

Durante la guerra civil continuó haciendo el bien, salvando al condenado a muerte Bartolomé Domínguez Carrasco (a) El Bartolo, jornalero de la Pescadería, nacido en Villalba del Alcor en1907, con la premisa de que era confidente suyo, y a otros con el pretexto de que debía continuar los interrogatorios encaminados a esclarecer ciertos delitos.

Una vez jubilado, continuó residiendo, rodeado del cariño de sus familiares y del respeto y aprecio de todos, en la calle General Goded número 10 -actual Luis Braille- hasta que apareció la esquela de su muerte en el diario Odiel del 14 de diciembre de 1957, anunciando que había fallecido el día anterior y que se había retirado de la Guardia Civil con la dignidad de Brigada.

Su muerte fue muy sentida en la ciudad y su sepelio multitudinario.

Con él desaparecía uno de los miembros más relevantes que ha tenido en nuestra Ciudad el benemérito y admirado Cuerpo de la Guardia Civil.

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