La vida no es igual

Las claves

Feijóo dio el miércoles un paso que nadie había previsto y actuó de otra manera en defensa de sí mismo y del su partido: si te arrean, arrea

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, el pasado miércoles en el Congreso.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, el pasado miércoles en el Congreso. / Eduardo Parra / EP

13 de julio 2025 - 07:00

El miércoles 9 de julio, en torno a las 10:00 de la mañana, la vida política dejó de ser igual. El presidente del Gobierno iniciaba un debate en el Congreso sobre la corrupción en su partido, con un brutal ataque a su principal adversario, para tapar así sus vergüenzas; pero el adversario se subía a la tribuna de oradores con una nueva fórmula de afrontar su trabajo de líder de la oposición: se acabó el pastel, se acabó la juerga, se acabó cumplir con el modelo de comportamiento aprendido en casa desde que era un niño, la contención. Feijóo actuó de otra manera: si te arrean, arrea. Sin contemplaciones.

Conociendo a Feijóo seguro que le costó dar el paso, es hombre moderado y, por serlo, ha aguantado lo que no está en los escritos. Pero tres días antes de esa contienda parlamentaria, Alberto Núñez Feijóo había encontrado fuerza en el congreso de su partido, cuando fue reelegido con mayoría abrumadora. No sólo en votos –modelo búlgaro– sino con un apoyo sincero, incondicional, de los delegados y asistentes. Con una fotografía que dice mucho del empeño del PP de apostar por Feijóo: la que protagonizaron, juntos, Aznar y Rajoy, que han tenido épocas de distanciamiento, y que pronunciaron sendos discursos –sobre todo Aznar– en el que plantearon un escenario con un PP perfectamente preparado para gobernar. Lo que aprovechó Feijóo para anunciar su posición de descartar cualquier tipo de gobierno conjunto con Vox en el caso de que pudiera hacerse con la Presidencia. Decisión que se convirtió en el titular que salió del congreso.

Tras el congreso del PP, el cambio de rumbo se visualizó el miércoles en el pleno que promovió Pedro Sánchez para informar a la Cámara sobre los casos de presunta corrupción que penden sobre su partido.

Tuvo mala suerte porque, con la fecha fijada, pocos días después de un Comité Federal del PSOE del que esperaba salir triunfante, sucedió lo más indeseado: a las pocas horas de nombrar a su nuevo equipo que asumirá las tareas de la Secretaría de Organización del partido, justo cuando iba a iniciarse el Comité Federal para ratificarlo, saltaba la noticia de que la principal pieza de ese equipo, Francisco Salazar, uno de los hombres de mayor confianza de Pedro Sánchez, que trabajaba con él en La Moncloa, había sido obligado a dimitir al tener noticia de que pesaban sobre él sospechas de acoso sexual y trato inadecuado a varias mujeres que, en distintas épocas y distintos destinos, habían trabajado a sus órdenes.

El Comité Federal se inició con mal fario, con un Pedro Sánchez con la cara desencajada, incomodidad generalizada, un centenar de sanchistas en la calle congregados para abuchear a Emiliano García-Page y la sensación, confesada por varios asistentes, de que se iniciaba el final de una época. Con dudas de que Pedro Sánchez decidiera tirar la toalla en las horas siguientes, y el foco puesto en la comparecencia del presidente en el Congreso para informar sobre los casos de corrupción de su partido.

Apoyos condicionados

A pesar de los rumores de que de nuevo se planteaba una posible dimisión, Pedro Sánchez inició su discurso advirtiendo que no pensaba tirar la toalla, que se mantenía al frente del barco.

Feijóo fue demoledor en su intervención en el debate parlamentario, pero ni Sánchez ni sus socios se inmutaron. Eso sí, esos socios tampoco le ofrecieron su apoyo incondicional, lo que probablemente Sánchez apuntó en su cabeza. Absolutamente contrario al apoyo sólo se manifestó Podemos, lo que se esperaba. Yolanda Díaz, en nombre de Sumar, que en las últimas semanas había mostrado algunos síntomas de distanciamiento porque no acababan de aprobarse sus propuestas como ministra de Trabajo, sin embargo, mostró su apoyo a Sánchez; pero los independentistas catalanes y Compromís también anunciaron apoyo, aunque condicionado. Sólo el BNG y Bildu apoyaban sin fisuras al presidente.

Posteriormente, algunos de los socios comentaban, sin complejos, que el apoyo condicionado era la posición más inteligente: no sabían cuánto tiempo podría mantenerse Sánchez en el Gobierno, y había que aprovechar su tiempo de permanencia en el poder para conseguir lo que todavía no habían conseguido del siempre generoso Pedro Sánchez, que lleva siete años en el Gobierno gracias a los apoyos parlamentarios de aquellos a los que tanto ha dado. Y no hace falta enumerar las muchas dádivas porque son suficiente conocidas. Varios dirigentes regionales del PSOE, que saben que los independentistas catalanes aprietan para que se les conceda lo más rápido posible el control del IRPF, han advertido al Gobierno que no aceptarán de buen grado esa decisión. La cesión significa un castigo de los votantes que hará imposible que puedan lograr un buen resultado en las elecciones autonómicas y municipales.

En ese escenario tan complicado para Sánchez, tan plagado de pésimas noticias, tan inquietante, tan difícil de manejar porque ni el propio presidente sabe qué más puede publicarse –aunque conoce qué habló él mismo con Ábalos y Cerdán y puede aparecer en las grabaciones de Koldo– lo peor estaba por llegar.

“Feijóo ha aguantado todo lo que ha podido”

Si Sánchez fue demoledor con Feijóo y la corrupción del PP, lo remató Patxi López son la mención a la fotografía con el narcotraficante Marcial Dorado, de hace más de 30 años, y que suele ser esgrimida por el PSOE. Y en esta ocasión Feijóo ya no se contuvo. Cuando salió a la tribuna era otro Feijóo.

En su partido, su círculo más directo habían apoyado su decisión de actuar con la máxima dureza ante lo que consideraba una situación de gobierno inaceptable en un país democrático y, a pesar de su convicción, sabía que había personas de su entorno que dudaban de que fuera una buena estrategia. Sin embargo, la intervención de Sánchez, sumada a la de Patxi López, le empujó en el sentido que él consideraba que era el que correspondía ante un Gobierno profundamente corrupto que se defendía atacando al PP de corrupción.

Tenía unas hojas escritas preparadas, con argumentos implacables para el presidente del Gobierno. Implacables. Con un tono firme, sin pausa, fue desgranando lo que era de dominio público, pero hasta entonces no se había mencionado en el debate parlamentario: el negocio de la familia de Begoña Díaz como propietarios de una sauna para clientes gay, ampliado al negocio de la prostitución, tanto de hombres como de mujeres.

Feijóo fue más allá, pues acusó a Pedro Sánchez de beneficiarse lucrativamente de la prostitución, de haber vivido de prostíbulos, acusación que levantó a la Cámara, a favor y en contra, con los diputados expresando su indignación o a favor de las palabras de Feijóo y un Sánchez desencajado. Nunca se había vivido en el Congreso una situación de mayor tensión, porque se unían el debate político con el personal, y alcanzaba de lleno nada menos que al presidente de gobierno y a s familia.

¿Se arrepiente Alberto Núñez Feijóo? No. Era muy consciente de que abría la caja de los truenos, pero al mismo tiempo deseaba expresar su hartazgo por los ataques inmisericordes del sanchismo a su partido, que no sólo intentaba desprestigiar al PP, sino apartar el foco de los escándalos del PSOE y del gobierno que se publican todos los días.

Feijóo ha dado un paso que nadie había previsto, pero lo ha hecho convencido de que tiene derecho a utilizar el camino de la oposición dura después de aguantar tanto tiempo.

Cree además que, una vez que ha anunciado que no piensa gobernar de la mano de Vox, y desarticula así una de las acusaciones habituales del Gobierno y de la izquierda para desarmarle, para restarle votos y que no se produzca un trasvase de votos al PP, lo más probable es que la izquierda ponga entonces el acento en los casos de corrupción que para desgracia de Feijóo forman parte de la historia de su partido.

Con su ataque a Sánchez, Feijóo se defiende a sí mismo y al PP. Como señalaba uno de sus principales colaboradores: “Ha aguantado todo lo que ha podido, pero ya no puede callar más. Sobre todo, cuando cada vez que aparece un nuevo caso de corrupción, a Sánchez y a los suyos les falta tiempo para nombrar los casos de corrupción del PP. Como si Feijóo fuera el responsable. Esa mansedumbre se ha acabado.

Se ha acabado. A partir de ahora, en las relaciones entre el Gobierno y PP, en el escenario político español, la vida ya no será igual.

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