Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Uno de los mayores logros de la propaganda nazi —y esos seguidores de Goebels que se han hecho con el control de las redes sociales y gran parte de los grandes medios de comunicación— es el de hacernos creer que no podemos soñar en un mundo distinto al que sus designios establezcan.
Nos han inoculado el discurso de lo inevitable: el capitalismo es inevitable, las fronteras son inevitables, el militarismo es inevitable… y nos han instalado en el discurso de la resistencia: Hay que defender lo que queda de democracia. Hay que proteger lo público: la sanidad, la educación, las pensiones… frente a la ambición de los que quieren hacer caja con nuestra salud, nuestra educación o nuestra protección social. Hay que intentar frenar el genocidio en Gaza. Hay que evitar que suba el gasto militar. Hay que parar los discursos de odio contra minorías raciales, el colectivo LGTBI+ o las personas que sufren la pobreza. Hay que defender derechos laborales conquistados con vidas y sangre —jornada limitada, vacaciones, jubilación…— frente a los que pretenden recortarlos. Hay que frenar los discursos machistas en las instituciones. Hay que mitigar las consecuencias del cambio climático. Hay que defender la tibia Agenda 2030 de los ataques ultra...
Y, desde ahí, dejamos de hacer propuestas que puedan hacernos, ahora, construir un mundo mejor: En el que las máquinas permitan a todas las personas trabajar menos y disfrutar más. En el que la riqueza esté distribuida. En el que nadie se vea obligado a salir de su tierra, pero en el que, si alguien quiere hacerlo, no encuentre ninguna barrera En el que ninguna condición, sea de género, étnica o de cualquier tipo, suponga discriminación alguna. En el que los ejércitos y las cárceles, los asesinatos machistas o la homofobia, así como las jefaturas de Estado o los títulos nobiliarios hereditarios, sean una reliquia del pasado. En el que se respire un aire limpio, el agua de nuestros ríos y mares sea clara y los espacios en los que vivimos lugares pensados para el disfrute. En el que el acceso a educación, cultura y sanidad sea universal.
¡Ni un paso atrás! Gritamos. Pero no logramos proponer e ilusionarnos con los avances que se merecen y necesitan nuestras gentes, nuestros pueblos, nuestro planeta. ¡Ni un paso “p’alante”! Responden al otro lado de la barricada. Y ahí nos quedamos.
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