La playa de Huelva llena de búnkeres de la Segunda Guerra Mundial: "Un referente cultural e histórico a orillas de la costa onubense"
En la costa de Huelva todavía se pueden encontrar testigos mudos de un tiempo convulso: 9 búnkeres que se levantaron en plena Segunda Guerra Mundial. Durante años pasaron casi desapercibidos, deteriorándose entre la arena y la maleza
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En la costa de Huelva todavía se pueden encontrar testigos mudos de un tiempo convulso: 9 búnkeres que se levantaron en plena Segunda Guerra Mundial. Hoy forman parte del Patrimonio Histórico Andaluz, pero durante años pasaron casi desapercibidos, deteriorándose entre la arena y la maleza.
Seis de ellos están en Mazagón (repartidos entre la batería de El Picacho, la avenida de los Conquistadores y un parque público) y otros tres se esconden en Doñana, en la Punta del Malandar.
Un recuerdo de la guerra en la arena onubense
Estas fortificaciones comenzaron a construirse a principios de 1943, cuando el régimen de Franco temía una posible invasión aliada tras el desembarco británico y estadounidense en el norte de África. Ante ese miedo, se levantó toda una línea defensiva desde Cádiz hasta Huelva.
Para hacerlo, se movilizó al ejército y también a prisioneros republicanos internados en un campo cercano al faro de Mazagón. Aquellas obras no solo fueron duras, sino que estuvieron marcadas por la enfermedad: Muchos soldados y trabajadores murieron víctimas del paludismo, transmitido por los mosquitos de la zona.
¿Qué defendían estos búnkeres?
Los de Mazagón tenían la misión de proteger la entrada a la ría de Huelva, mientras que los de Doñana vigilaban la desembocadura del Guadalquivir. Cerca de allí se construyó incluso un pequeño aeródromo militar en la Punta del Sebo, y se desplegaron regimientos de infantería a lo largo del litoral.
Sin embargo, el ataque nunca llegó. Los soldados pasaron meses en alerta, soportando carencias y penurias, esperando un enemigo que jamás apareció.
Así son estos búnkeres
Las casamatas de Mazagón están formadas por dos espacios. El primero servía como sala de descanso, con bancos de hormigón, y el segundo era la estancia de vigilancia, equipada con tres troneras abiertas hacia la playa. Desde allí se podía controlar cualquier posible incursión, ya fuera por mar o por aire.
Durante mucho tiempo, estos búnkeres corrieron el riesgo de desaparecer bajo proyectos urbanísticos. Fue gracias al empeño de vecinos y asociaciones culturales que se logró frenar su demolición y, poco a poco, darles el valor patrimonial que merecen.
En 2012 se consiguió su inclusión en el inventario del Plan de Arquitectura Defensiva de Andalucía (PADA), garantizando así su protección legal.
Un recurso histórico, pero también turístico
Hoy, lejos de ser símbolos de guerra, se contemplan como espacios históricos que ayudan a entender el pasado. A través de iniciativas como el programa “Descubre tus fortalezas”, realizada hace unos años, vecinos y visitantes pudieron recorrerlos de la mano de expertos y descubrir la historia escondida entre sus muros de hormigón.
Los búnkeres de Mazagón y Doñana no solo recuerdan la tensión de aquellos años, también son una oportunidad para reflexionar sobre la memoria histórica, y un recurso turístico y educativo que mantiene viva una parte del patrimonio onubense.
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