Últimas voluntades | Crítica

Más voluntad que otra cosa

Carlos Santos y Fernando Tejero en una imagen del filme.

Carlos Santos y Fernando Tejero en una imagen del filme.

En sus hechuras y modos de aire clásico y su ambientación en la periferia urbana sureña, el primer y modesto largo de Joaquín Carmona busca recrear las maneras del thriller fatalista introduciendo algunas variantes que convierten a nuestro protagonista con las horas contadas en una figura trágica donde el contexto familiar-laboral, la condición homosexual, el pasado entre rejas y la voluntad de legado y redención funcionan como catalizadores para una escalada de tensión y violencia que va siempre demasiados pasos por delante de la verosimilitud.

Fernando Tejero encarna aquí a un regresado a la normalidad en sus días de prórroga que intenta ayudar a un hijo descarriado mientras trata de asumir los errores del pasado y las mafias locales lo acosan por varios frentes. Carmona intenta ensamblar con cierta sobriedad el tono adecuado para una historia trazada desde los arquetipos, los diálogos explicativos y las dinámicas del género pero un elenco desigual y poco aprovechado (Ozores) no siempre está a la altura de las circunstancias y una música dramática muy pasada de rosca delata demasiado su función compensatoria.

Con todo, y a pesar del evidente desajuste entre lo escrito y su resultado, se agradece al menos que estas Últimas voluntades rebusquen en una tradición ajena a las modas del momento y ajusten a Tejero a sus mejores y más honestas prestaciones.