Huelva

Así fue la visita del papa Juan Pablo II a Huelva hace 29 años

Uno de los días históricos para Huelva cumple 29 años este 14 de junio. Este mismo día, pero de 1993, estuvo protagonizado por el Papa Juan Pablo II, que pisó tierras onubenses. Era lunes y el patio del colegio tenía una algarabía especial, donde tantos alumnos y jóvenes onubenses habían corrido en días ilusionados, en partidos de fútbol y baloncesto. Aquella mañana era distinta, pisaba el patio del colegio de los Hermanos Maristas el Papa Juan Pablo II. 

La ciudad vibraba de una forma especial y los que habían trabajado de una manera especial sentían el gozo de lo bien hecho. Monseñor Rafael González Moralejo tuvo la suerte de recibirlo como obispo de Huelva.

La avenida de Andalucía dejaba paso entre la multitud al Papa Móvil. La arboleda daba un poco de frescor a este papa polaco, aunque cogería buenos colores en ese periplo que aquí inicia. Como todo el que llega a Huelva, lo primero un saludo a la Madre, que bien generosa había bajado desde El Conquero para encontrarse con él. Lejos de todo protocolo Juan Pablo II, como un peregrino más, al igual que Cristóbal Colón cuando fue al Conquero de romero, se arrodilló ante Ella y se agarró a la esquina izquierda de su paso de plata. Sentado en la cátedra durante la celebración trasmitió algo muy especial, de cercanía. Era el acto central, la Eucaristía, a la que acudieron cinco cardenales, veinticuatro obispos y más de doscientos sacerdotes. Hubo ofrenda de las cinco zonas pastorales de la provincia, una pareja ataviada con el traje típico de cada zona las presentó: el cáliz por la ciudad, los coros por El Andévalo y Minas; flores por la Costa; la Sierra, el pan; y El Condado, el vino y el agua. En la misa cantó la Coral Polifónica de Trigueros y como homenaje especial danzaron delante de Su Santidad Juan Pablo II los cascabeleros de San Juan Bautista de Alosno.

Al Papa se le notó feliz y sonriente con numerosos gestos de agradecimientos, pero también se le observó agarrado a su báculo con muestra de dolor y es que venía arrastrando varias dolencias. Pronunció una homilía cargada de sentido renovador: "Es el clamor de esta sociedad necesitada de luz y de la verdad del Evangelio lo que trae a nuestra mente las palabras de María: "No tienen vino" (Jn 2,3). Urge, pues, un nuevo esfuerzo creador en la evangelización de nuestro mundo. El reto es decisivo y no admite dilaciones ni esperas. Ni hay motivos para el desaliento, pues por muchas que sean las sombras que oscurecen el panorama, son más los motivos de esperanza que en él se vislumbran". Hubo muchos gestos de cercanía, Juan Pablo II se acercó a saludar a niños y también a las religiosas que estaban en primera fila. Juan Pablo II recordó cómo había compartido de joven con el obispo de Huelva la celebración del Concilio Vaticano II y tuvo palabras de agradecimientos a la providencia divina. Con esta alusión invocó el camino de la Nueva Evangelización, en la perspectiva del Tercer Milenio y lo hacía aquí, "en este lugar tan sugestivo, donde tuvo sus inicios la Evangelización del Nuevo Mundo".

La ciudad descansó poco tiempo. El Santo Padre fue acogido en la residencia del Obispado desde donde a primeras hora de la tarde partió en coche hacía los Lugares Colombinos, lo hacía llegando primero a Moguer, visitando la iglesia de la Granada. Palos de la Frontera le abrió las puertas de su iglesia, incluso la llamada de los novios y se detuvo en el azulejo que recuerda a los religiosos y sacerdotes palermos que intervinieron en la Evangelización de América.

En La Rábida se vivió el acontecimiento más emocionante, ver al Santo Padre en este recinto tan humilde y de tanta proyección histórica que en aquel momento se volvía a renovar con la presencia de Juan Pablo II. Pero otro acontecimiento especialmente importante tuvo lugar a los pies del monumento al IV Centenario, la coronación canónica de la imagen de Santa María de la Rábida, la Virgen de los Milagros, siendo la primera vez que el Papa coronaba una imagen en España.

Desde aquí Juan Pablo voló hasta El Rocío y allí se escuchaba: "Que poderío, el Papa en El Rocío". Era un peregrino más y llegó hasta el santuario pisando las arenas. El momento en el interior fue íntimo, de silencios como no se escuchan nunca en el santuario. A los pies de la Blanca Paloma el Papa tuvo una oración y pudo bendecir los simpecados de las filiales. Si hubo un silencio inmenso interior todo resultó una algarabía cuando salió a la fachada principal. Al dirigirse a la multitud que lo esperaba invitó a "¡Que todo el mundo sea rociero!"; hubo rezo del Avemaría y se cantó la Salve Rociera.

Un día intenso de Juan Pablo II en Huelva marcado por la presencia de la Virgen, Estrella de la Nueva Evangelización.

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