Javier Arenas

La cuarta del barón persistente

  • Nació en Sevilla, en 1957, aunque se crió en Olvera, en la Sierra de Cádiz · Está casado y tiene 3 hijos · Empezó en la Democracia Cristiana de Álvarez de Miranda en 1977 · Ha sido ministro Trabajo y vicepresidente del Gobierno · Sus aficiones son el tenis, la lectura y, sobre todo, la política

Javier Arenas afronta en esta jornada su cuarto intento de ganar la Junta para el PP en un ejercicio de persistencia insólita en un político que ya ha sido ministro, vicepresidente del Gobierno y secretario general de su partido. Una persistencia que le ha valido no pocas chanzas en el Parlamento por parte de la bancada socialista y del que hoy es su contrincante, el socialista José Antonio Griñán, que llegó a compararlo con Blas Romero, Platanito, el torero de las oportunidades perdidas. En la sesión en que Griñán fue elegido presidente se refirió a él como al dinosaurio del cuento de Augusto Monterroso, el que siempre estaba allí. Pasaban y pasaban los presidentes socialistas, y Arenas permanecía sentando en su escaño de eterno candidato a la Junta. Lo intentó en 1994; casi lo consiguió -al menos, en las encuestas- en 1996, y en 2008 volvió a perder por tercera vez contra Manuel Chaves. Hoy es la cuarta.

Sin embargo, ocurra lo que ocurra esta noche, Arenas habrá hecho su trabajo. Si gana por mayoría absoluta, borrará de un plumazo las tres derrotas anteriores y si vence, pero no logra gobernar, su partido, el PP, le recompensarlo, y es que las victorias históricas que los populares obtuvieron en las elecciones municipales del 22 de mayo de 2011 y en las generales del 20 de noviembre en Andalucía ya son suficientes para que este hombre de 54 años prosiga con su carrera política. Arenas es la última pieza que le falta al PP para completar el puzzle azul de España. Es su último barón, pero en varios sentidos es el primero: el dirigente popular que derribó el mito de que Andalucía era el granero de los votos socialistas. Su persistencia se asemeja más a la del cuero que a la del metal -por eso no se rompe-, y es que su posicionamiento ideológico centrista es tan maleable que le ha permitido reunir desde la derecha tradicional andaluza hasta las clases urbanas liberales. Incluso ha hecho sus pinitos en el andalucismo.

No es difícil encontrarse a Javier Arenas un domingo a las 8:30 de la mañana en la calle San Fernando de Sevilla, donde el PP andaluz tiene su sede. No es difícil que, a pesar del día de asueto, se pase por su despacho para ver la prensa, grabar alguna entrevista o reunirse con sus colaboradores. Y tampoco es difícil que eso sea así - lo de ir los domingos a la sede-, porque esté recién llegado de Córdoba o de Almería.

Cuando Arenas comenzó esta campaña contaba con dos ventajas sobre el candidato socialista: conoce las peculiaridades políticas de casi todas las ciudades y pueblos de la comunidad y conoce bastante bien a Griñán, a quien sustituyó como ministro de Trabajo cuando José María Aznar ganó las elecciones en 1996 y Manuel Chaves se las quitó a él en aquellos comicios donde los socialistas le dieron la vuelta a las encuestas. De aquel traspaso de poderes y de sus detalles, Arenas extrajo unas cuantas conclusiones que no han resultado equivocadas, y que explican mucho de lo sucedido en el PSOE andaluz y la Junta. Digamos que lo caló, y ha conseguido que su partido marcase la agenda política andaluza en los dos últimos años.

Griñán, a su vez, contaba con una ventaja sobre Arenas: el candidato del PP generaba más rechazó que el presidente de la Junta. Primero, porque el líder del PP es más conocido, lo que en principio no debería aportar valores negativos, por lo que hay que leer el apartado segundo. Arenas se ha presentado en tres ocasiones a las elecciones andaluzas (1994, 1996, 2008); ha sido ministro y vicepresidente; secretario general del PP con Aznar y, ya con Rajoy, vicesecretario con rango de número dos de facto de la sede de la calle Génova. Él fue el artífice de que el hoy presidente del Gobierno no dejase la política tras su derrota en el año 2008, y le organizó el partido para que Esperanza Aguirre y su avanzadilla mediática no le ganasen el congreso de Valencia. Mientras Griñán rara vez llegaba a los informativos de televisión, Arenas los copaba por su condición de dirigente nacional del PP.

El segundo. Arenas es un político vivaz, dicharachero, sagaz, listo y que sabe muy bien en qué consiste el poder. Si las dos cejas de Zapatero se convirtieron en sus señas de identidad y señales de ánimo, Arenas tiene una tendencia a elevar una de sus cejas de tal modo que se muestra ante su interlocutor como alguien que sabe más de lo que dice o que dice lo contrario de lo que opina. Durante bastantes años, el PSOE andaluz construyó con estos mimbres, que tampoco son ni buenos ni malos a priori, la imagen de un político frívolo, cuando no la de un señorito. Fotografías como la que se hizo con el limpiabotas del Palace de Madrid en 1994 ayudaron a ello. Consciente de ello, Arenas, cuyo padre era abogado y funcionario en Olvera y él estudió como interno en el mismo colegio que Felipe González, el Claret, ha ido limando esta imagen hasta el punto de que, al día de hoy, los sondeos le otorgan ya una nota casi similar a la de Griñán.

Casado con la abogado Macarena Olivencia, mantiene una costumbre: la de hablar todas las noches que duerme en Sevilla con sus dos hijos mayores. Tiene tres. Con persistencia, la misma que aplica a su pasión casi somática: la política.

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