En la muerte de Nicanor Parra

Quién nos iba a decir que un 23 de enero iba a morir el poeta chileno Nicanor Parra a la edad de 103 años. Nos cogió a todos por sorpresa cuando en realidad la ley natural de la vida indicaba que nadie es inmortal. Sencillo, discreto, un hombre normal en definitiva que sentó las bases de una profunda renovación de la poesía hispanoamericana del siglo XX. Su magisterio es incalculable en la lírica escrita en español.

Para entender a Parra, para comprender su provocación y su defensa de la antipoesía, hay que saber realmente qué entendemos por poesía. En un momento clave de la historia de la literatura, cuando los poetas se instalaban en el Olimpo, creó un estado de irritación permanente fundamentado en las bases tradicionales y en elementos que siempre han permanecido en la historia de la literatura. Pero supo ponerlos en su sitio. Con su poesía enfrentó a la solemnidad con la irreverencia, y llegó. Llegó a todos aquellos que ansiaban una desacralización de la poesía sin olvidar el sentido propio de la poesía, a todos aquellos que precisaban una buena dosis de humor en la literatura.

Parra llegó al Olimpo para cerrar el Olimpo. Y lo hizo con sencillez, con la naturalidad propia de una escritura meditada, con el conocimiento de la humildad en la poesía, algo que muchos no han entendido. Parra se nos fue despidiendo a lo largo de su vida, él mismo escribió "Gracias, de nuevo, gracias/ Reconozco que se me caen las lágrimas/ Volveremos a vernos/ En el mar, en la tierra donde sea. / Pórtense bien, escriban/ Sigan haciendo pan/ Continúen tejiendo telarañas/ Les deseo toda clase de parabienes:/ Entre los cucuruchos/ De esos árboles que llamamos cipreses/ Los espero con dientes y muelas".

Aunque algunos se empeñen en decir que la expresión poética tiene muchas caras, la poesía tan solo tiene una, y puede ser poesía o antipoesía, que en el fondo es lo mismo. Pero hay que saber definir qué es poesía en realidad para poder comprenderlo. "En resumidas cuentas/ sólo nos va quedando el mañana:/ yo levanto mi copa/ por ese día que no llega nunca/ pero que es lo único/ de lo que realmente disponemos".

Gran conocedor y admirador del Quijote, supo enseñarnos lecciones de vida con sus versos, lecciones que no caducan, lecciones de un magisterio humilde y sabio. Lean a Parra, a don Nica. Y recuerden estos versos del poeta chileno "Sólo una cosa es clara:/ Que la carne se llena de gusanos".

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