Desde el fénix

José Ramón Del Río

El duende de la imprenta

HASTA hace poco se culpaba al duende, espíritu travieso que habitaba en los talleres en que se imprimían los periódicos, de las erratas u otros fallos que éstos pudieren contener. La verdad es que el duende tenía muchas oportunidades para actuar, porque el texto manuscrito, acaso mecanografiado, del redactor, pasaba a la linotipia que lo tecleaba formando líneas de plomo; luego, el texto impreso en la rotativa, iba al corrector, que marcaba acentos y enmendaba palabras, pero, como humano, dejaba escapar, de vez en cuando, la temida errata. Así se pudo leer un día que "El señor obispo elogió el culo apostólico de las señoritas X, en su visita pastoral", queriéndose decir el "celo" o que "En el Coño de Doña Ana existe abundante vegetación y muchas zonas húmedas".

Otras veces, el error no consistía en el cambio de una letra por otra, sino en la inadvertencia del corrector que no leía con atención lo escrito. Así se cuenta que un colaborador de un periódico local, que había sido invitado a dar una conferencia, queriendo que la reseña se publicara en el periódico, convino con el director que él mismo haría la crónica del acto. La reseña comenzaba así: "En el día de ayer pronunció una interesante conferencia nuestro colaborador y distinguido convecino Fulano ("y aquí ponga, querido director, los elogios a mi persona que su recto sentido de la justicia y probado sentido de la amistad le dicten"), y así apareció literalmente al día siguiente.

Hoy, con la informática, casi han desaparecido erratas, con el desencanto de los que se dedicaban a cazarlas y hacer colección. Sin embargo, como la perfección no es humana, algo ocurre de cuando en cuando. Así en mi artículo del pasado jueves, Vamos adelante, el duende de la imprenta ha reaparecido, suprimiendo el último párrafo que decía: "Termino y veo el calendario: mañana es el día de los Inocentes, ¿será que mi amigo ha querido darme una inocentada? Yo me he creído la noticia y no es mi intención darle al lector una inocentada, si es que me la dieron a mí".

El lector que tuvo la bondad de leerme el jueves pasado, comprenderá, después de leer ese añadido, que lo que yo escribía a propósito de la confidencia de un amigo, que decía que en Madrid se hablaba de una operación o acuerdo entre PSOE y PP después de las elecciones, para resolver, unidos, los grandes problemas españoles, se trataba de una inocentada. Cuando vi el artículo con el último párrafo suprimido me disgusté, porque con la supresión, me parecía que se cambiaba todo su sentido. No obstante, tengo que agradecer al duende de la imprenta, felizmente reaparecido como duende del ordenador, que me dé el tema para cumplir mi cita semanal con los lectores.

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