Recuerdan aquello que aparecía, y aún está presente en muchas invitaciones de actos, y decía: "Entrada libre hasta completar el aforo"? ¿Lo recuerdan? A veces pienso que no somos capaces de justificar ni nuestra propia libertad. En la mayoría de las ocasiones me siento como un fantasma vagando por un mundo que he dejado de comprender, que ya no entiendo por más que me empeñe en buscarle el sentido, o en razonar con amigos sobre las decisiones que se toman aquí o allá. Contemplo a una sociedad perdida, que aparenta solidez pero que los resultados que nos muestran son, sin duda, desconcertantes.

Los jóvenes de ahora, un buen puñado, hablan un magnífico inglés, pronunciación exquisita que se debe, en buena medida, al consumo desmesurado de series donde los diálogos son inexistentes, donde la profundidad de las conversaciones escasea. Si a uno de esos jóvenes lo invita a leer un libro en inglés comprobarás su excelente pronunciación. Pero pregúntele por el contenido de lo que acaba de leer. Descubrirá que su rostro habla por sí mismo. No ha entendido nada, y ni siquiera es capaz de traducir lo que ha leído.

Se han empeñado en completar el aforo, en hacernos creer que avanzamos cuando la realidad nos dice que lo hacemos, pero sin sentido. Es una larga carrera hacia la nada, un paso de los días donde se ha ausentado el compromiso y la obligación libre. La cultura actual es incultura, y lo que vende, en realidad, es esa incultura que llena todo o casi todo. Hoy día, encontrar a una persona con la que puedas mantener una conversación normal se ha convertido en la búsqueda más interesante del mapa del tesoro. Hay que llamar basura a todo aquello que sea basura y hay que eliminarlo de nuestro entorno.

Decía Sánchez Ferlosio en una reciente entrevista que está aburrido de la política, y en el fondo más de uno estamos aburridos de casi todo. Se prefiere portar paquetes de Amazon en la maltrecha espalda por un puñado de euros, mientras el dueño de la compañía se convierte en el hombre más rico del mundo. Busquemos la verdadera cultura, que nunca desaparecerá.

Si el aforo se llena, que no estaría mal, que sea libremente. Hay que distinguir el sentido del compromiso y el sentido de la obligación. Sólo así seremos mujeres y hombres. Sólo así dejaremos de contemplar las incongruencias que inundan nuestra sociedad. Hace años prepararon una obsolescencia programa para este tiempo, y parece que hemos llegado a ello.

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