Para que una sociedad sea decente debe promover un trabajo digno. El próximo sábado la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) cierra la campaña que con el lema de Trabajo digno para una sociedad decente ha llevado a cabo durante todo el año. Será en Málaga donde participarán todas las diócesis andaluzas. Será un día de denuncia y concienciación, de propuestas esperanzadoras para otra sociedad posible. Será un día de solidaridad activa.

A menudo escuchamos que la economía ha mejorado y que se está creando empleo, pero no escuchamos que esta bajada del desempleo lleva consigo precarización y pérdida de derechos: temporalidad, inestabilidad, falsos autónomos, horas extras no remuneradas y más pobreza. Según datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, en marzo el paro bajó en 48.559 personas, muy pocas comparadas con las 3.702.317 que continúan aún registradas en las oficinas de empleo, llevándose la peor parte las mujeres y las personas jóvenes.

Tampoco se dice que tener trabajo no es garantía hoy de poder vivir con dignidad. Los denominados "trabajadores pobres", los nuevos excluidos del siglo XXI, representan ya el 14,8%, mientras que el 22,1% de las personas de nuestro país se encuentra ya en riesgo de pobreza y exclusión.

La HOAC nos propone abordar la situación del trabajo desde todos los ámbitos de la sociedad. Y así nos invita a luchar por un trabajo digno que respete los derechos de las trabajadoras y trabajadores, asegurando un salario justo y una seguridad en el puesto de trabajo; un trabajo digno que evite la discriminación e integre a los diversos colectivos del mundo obrero, independientemente del género, país de origen u orientación sexual. Esa lucha también debe exigir un trabajo digno que asegure la protección de las familias y mejore las perspectivas de su desarrollo personal e integración social. También se hace imprescindible luchar por una renta de ciudadanía que garantice la protección de los más desfavorecidos. Y ese trabajo digno también debe tener en cuenta la conciliación de la vida laboral y familiar.

Si queremos crecer en justicia y solidaridad. Si queremos tender al bien común, hace falta un cambio en profundidad, que oriente la acción política desde los más desfavorecidos, desde los que menos tienen. Hace falta en definitiva una nueva política capaz de construir un sistema económico en el que la persona sea el centro.

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