Sí, una semana negra para Huelva, tanto en lo general como en lo puramente amistoso. El fallecimiento de Jesús Quintero ha puesto a nuestra tierra en el centro de la crónica nacional. Su condición de periodista, la peculiaridad de su estilo, y su forma de hacer en el ejercicio profesional no solo proporcionaron audiencias multitudinarias a los medios para los que trabajó, sino que colaboraron a configurar un estilo y una personalidad singulares que como suele suceder en un país tan cainita como el nuestro, y más en el propio gremio profesional, frente al triunfo aparecen las envidias.

Es evidente, pues, que se ha ido un personaje que no renunció a sus orígenes pero que sí evolucionó en las formas de su presencia pública perfectamente compatibles con su desempeño periodístico tan inusual como propio, hasta el punto de conseguir que un comunicador convierta el silencio entrevistador en una herramienta de éxito rotundo.

Pero, paradojas de la vida. El silencio citado como exitoso era el adversario público del otro desgraciado protagonista de esta triste semana. Se fue el hombre conocido y popular pero, también, nos dejó el amigo ejemplarizante en sus formas de relación y de entender la vida afrontando adversidades , incluidas las vocacionales que son las más difíciles de superar.

Y decía lo adverso al silencio para Santi Ortiz, el amigo, porque era torero de alternativa - maestro - y nada es más ofensivo en esa profesión, a mi juicio, que el silencio.

Santi, superó a lo largo de su trayectoria los obstáculos gracias a una voluntad férrea, una disciplina casi espartana y una clarividencia que le permitía y una clarividencia que le permitía resolver con técnica y conocimientos los problemas que sus cualidades artísticas no se lo permitían, aún sin estar huérfanos de ellas. Mientras otros se relajaban, él entrenaba y solo los avatares negativos del taurinismo y, quizás, la espada le impidieron culminar, lo que era más que una prometedora carrera. Y hablaba de voluntad y clarividencia porque ello le llevó a recuperar los estudios perdidos por su vocación taurina - nunca olvidada - y convertirse en Físico con inquietudes docentes, ya tenía antecedentes de "maestro", que le permitieron formar a muchos jóvenes en el terreno científico y humano.

Decía que no perdió la vocación taurina, lo que le llevó a enseñarnos a todos, con la brillantez des su escritura, a entender muchos de los secretos del toreo, y las vicisitudes de figuras históricas de ese mundo que le valieron premios y reconocimientos puesto que en sus libros y crónicas plasmaba aquello que solo pueden explicar quienes se han puesto delante de un toro, tal cual es, la sensibilidad necesaria para saber el valor de la propia vida. Mis respetos y admiración por Santi Ortiz porque con él, sí que ha sido contundente la espada de la traicionera enfermedad que se lo ha llevado. Descansen en paz estos dos onubenses que ahora podrán debatir sobre los valores y peculiaridades de los silencios.

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