No, la vida no sigue igual. A veces persigue unos cursos inesperados. Mientras los prorrusos se preparan para una evacuación masiva de la población, generando una excesiva desconfianza, Canadá, para tranquilidad de todos, ha decidido reanudar la búsqueda de los náufragos desaparecidos. En nuestro país, se están consiguiendo logros culturales, tan extraordinarios como inesperados, que nos invita a admirar y aplaudir a los cineastas españoles. Se suma, por fin y desde 1983, el Oso de Oro a España en la Berlinale y con él, el triunfo de Carla Simón. Por si fuese poco, el último miembro ingresado en la Real Academia Española ha correspondido a una mujer, Corbella, filóloga canaria.

Lástima que la vida ordinaria no se limite a los laureles, también abarca a los errores. Es más, se podrían contabilizar más traspiés que éxitos. A nuestro alrededor, se ha producido una revuelta de hechos acompañados de emociones, errores y desengaños, que vienen desatándose desde hace unos días y, como si fuese por casualidad, coincidiendo con un ansiado acontecimiento: el estreno mundial de Pasión de Gavilanes 2, que no solamente batió récords de audiencia, sino que ha llegado en un inoportuno momento: el de las desilusiones y la desesperanza.

Al final, la lucha es entre los gavilanes altivos que aspiran a ser líderes a cualquier precio, aplastando a halcones, lechuzas e incluso zorros. Gavilanes que, a pesar de ser de menor tamaño que las corpulentas hembras, son más fuertes y hábiles en la caza.

El título de la serie no es casual, aunque pueda parecerlo. Son muchas las circunstancias colmadas de gavilanes. Desde aquel Gavilán o Paloma, que le dio la fama a Pablo Abraira en los 70 y que, (ahora nos enteramos), parece que hacía referencia a la identidad de género, no se ha dejado de especular. Aunque la verdadera comparación, la más exacta, es la de asimilar esa pasión de gavilanes con el atrevimiento y violencia que, cada vez con más frecuencia, nos regalan y muestran los señores diputados.

España no merece ese número tan elevado de depredadores, esos que suben al hemiciclo para generar conflictos, esos que van atacando sin pudor alguno a las tranquilas aves de corral (que se asimilan a esos diputados honrados incapaces de soportar más agresiones) para honra y orgullo de los halconeros, los políticos veteranos que se hacen expertos en diálogos y acusaciones para vertérselos a otros.

Y ya saben el dicho, quien todo lo quiere, todo lo pierde.

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