Concierto benéfico

Cuando la armonía duerme al huracán

La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y el maestro Axelrod interpretan la Primera Sinfonía de Brahms en el concierto benéfico por el huracán 'Harvey'.

La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y el maestro Axelrod interpretan la Primera Sinfonía de Brahms en el concierto benéfico por el huracán 'Harvey'. / fotos: alberto domínguez

Hay ocasiones en que la música cobra una relevancia incontestable. El reciente desastre de Harvey en los Estados Unidos de América ha instado a un concierto en Huelva que además tiene raigambre: la hermandad entre Houston y la capital onubense. John Axelrod, oriundo de la zona devastada, dirigió la Sinfónica e Sevilla. Y en programa, una obra colosal que marca en el Romanticismo un maravilloso punto de inflexión.

Después de muchos años los onubenses disfrutaron de las cualidades de esta gran orquesta: sonoridad de gran pulcritud, texturas radiantes de las familias instrumentales y una facilidad de dinámica.Con todo ello, el debut sinfónico del genio de Hamburgo salía muy favorecido. Añadamos el vínculo poderoso con Beethoven que tiene esta composición, un atractivo para todos los públicos.

La Sinfónica de Sevilla arrancaba con un tutti flamante, sucedido por una profundidad de la cuerda diríase oceánica, cuyos ribetes dramáticos acercan al Nacionalismo. Dulce timbre del viento-madera, marca de la casa, que hemos reseñado siempre de esta orquesta. También se esmeró en el discurso, como el estudiado regulador llevado con un diminuendo hasta un volcánico crescendo. Pulió mucho más Axelrod el Un poco sostenuto-Allegro obteniendo un cantabile en el viento-madera.

Cuando el Andante sostenuto estaba en la cima del forte se entrecruzó la cuerda como prefacio de la exquisitez del viento-madera en el núcleo del tema. Idílico el pasaje en pizzicato de los contrabajos. Sin embargo, el violín no estaba muy centrado, con un vibrato notorio; tampoco el director niveló sonoridades porque la trompa eclipsaba al violín.

Bellísima factura del tercer movimiento, donde se discernía la cuerda, el viento-madera y el pizzicato del bajo. Se jugó, además, con el tempo para dar sentido a las moulaciones. Uno de los ejemplos que marcaron el excelente trabajo conjunto fue el rotundo tutti, que creaba un elocuente silencio en medio del discurso. Éste es un recurso que define muy bien el espíritu de la Sinfonía, donde los contemporáneos hallaban la influencia del reclamo del destino, hecho explícito por Beethoven.

De hecho, el Finale daba continuidad a ese concepto pues el pizzicato logró un clima de expectación. Frente al bonito diálogo entre dos oboes, resaltamos el motivo de los trombones, reminiscencia que brinda Brahms del realengo inglés del siglo XVII. A la trompa le faltó refinamiento en su solo arropado por la cuerda. Axelrod reservó para la sección Allegro ma non troppo, ma conbrio su arsenal de forte: la música estaba al rojo vivo, el auditorio quedó envuelto por los trazos de la cuerda, parangonables en alguna sección a la Quinta sinfonía de Tchaikowsky.

Un concierto de estas características y de tal nivel merecía una mejor respuesta del público: se registró en el palacio de congresos de la Casa Colón el discreto aforo de un veinte por ciento. Se ha echado de menos cartelería en la calle. Unir obra, intérprete y causa de tanta importancia en Huelva ha sido una ocasión excepcional. Aplaudimos enardecidamente el gesto.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios