En tránsito

Eduardo Jordá

El honor de Chaves

ES justo lo que le está pasando a Manuel Chaves con la acusación de haber beneficiado a una hija suya? Yo creo que no. Se puede acusar de muchas cosas a Manuel Chaves -pasividad, falta de decisión, incapacidad de impulsar un crecimiento económico que no dependa de las ayudas institucionales-, pero nunca de ser una persona deshonesta que practique el nepotismo. Y antes de seguir, quiero dejar muy claras una serie de cosas: no voto al PSOE desde hace mucho tiempo, no conozco a Manuel Chaves y no le debo ningún favor. Desde que el PSOE se convirtió en una secta que practica el resentimiento social y el delirio ideológico falsamente izquierdista -la Iglesia de la Zapaterología-, mi voto va a otro sitio. Pero no creo que un hombre como Chaves se merezca el calvario que está pasando. Y del mismo modo, me parece injusto lo que le está pasando a Francisco Camps con unas ridículas acusaciones por unos trajes. ¿Es que no hay nada más importante que tratar en un país con cuatro millones de parados, unos recursos energéticos insuficientes y una economía en estado vegetativo?

Puede que Chaves no sea un político brillante ni que levante entusiasmos, pero nadie puede negar que tiene cualidades que no abundan. Es discreto, sensato, prudente y gris, como también lo fueron Julián Besteiro o Indalecio Prieto, dos de las más grandes figuras de la historia del PSOE. No le gusta el protagonismo, ni la retórica, ni las grandes frases huecas, sino el trabajo, la eficiencia, la serenidad. Quizá no parezca mucho, pero Chaves puede alardear de austeridad personal, de moderación política y de probado sentido común, cualidades que no abundan demasiado en estos tiempos (comparen a Chaves con Leire Pajín, por ejemplo).

Cuando pase el tiempo, cuando tengamos perspectiva, añoraremos los años en que gobernó Andalucía este hombre que quizá no tuvo grandes cualidades de líder, pero que supo ser discreto y cauto y gris. A diferencia de Zapatero, Chaves no hizo una bandera del resentimiento sexual (o de género, como lo llamaría la ministra Aído), ni alentó el revanchismo sobre la guerra civil, ni se propuso hacer experimentos de ingeniería social que no se sabe adónde pueden llevarnos. No abrió heridas, sino que procuró cerrarlas. No atizó los enfrentamientos, sino que intentó evitarlos. Es cierto que creó -o más bien ayudó a crear- un régimen clientelista que tiene muy difícil competir en una economía globalizada, pero es dudoso imaginar otro modelo en la Andalucía actual. ¿Hay alguna empresa andaluza que no haya cobrado una subvención? Ésa es la pregunta que deberíamos hacernos, y dejar tranquilo a un hombre que ha tenido un comportamiento honorable a lo largo de su larga carrera política.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios