Los afanes

Javier Sánchez Menéndez

España desarraigada

Dámaso Alonso, mejor crítico que poeta, acuño el término de poesía desarraigada a esa primera corriente de nuestra lírica tras la Guerra Civil. José Hierro y Blas de Otero pueden ser dos autores implícitos en esta generación. Y es que el término desarraigado posee múltiples connotaciones. Y mientras andamos escuchando las noticias o leyendo los titulares de los medios no nos queda otra definición más acertada que desarraigo.

España es un país rico. Su valor está en sus habitantes, en todos y cada uno de los españoles que cada día se levantan para ponerse manos a la obra con los pies en el suelo. Y conocen además que aquí no nos engaña nadie, ni el lobo vestido de Caperucita ni el bello príncipe que otorga besos a todas las princesas del país.

Pablo Iglesias ha fundado Podemos en base a unas teorías marxistas-leninistas obsoletas, en base también a un desarraigo singular que se ha ido alimentando a lo largo de los últimos años por las nefastas políticas sociales, educativas y culturales, y, cómo no, se lo han puesto a huevo y ha comenzado a caminar y a pedir. Pero el español, que es inteligente y lúcido, anda cansando de tanto desarraigo y desea abiertamente ver para creer.

En 2009 Luis García Montero escribió en El País uno de los artículos más lúcidos que le he leído. Sobre la poesía de Victoriano Crémer, un poeta del desarraigo. Decía Crémer: "Para escribir poesía hay que abrir bien los ojos y tener el alma en vela; pues algunos confunden el soñar con el dormir". Y estas palabras del poeta de Burgos nos vienen pintadas a nuestro comentario. En España hemos confundido soñar con dormir. Y pensamos y creemos todo aquello que nos dicen y que solo es un sueño sin fundamento, un sueño erróneo.

Si andamos un poco más adentro, en la espesura, que escribiera María Zambrano, y arañamos las bases y los fundamentos sociológicos de las teorías de Podemos, se nos cae el alma a los pies. Más desarraigo.

Soñar es gratuito, completamente aconsejable y recomendado por muchos expertos. Pero los españoles deben soñar con el criterio que han tenido siempre, con la ilusión que han sabido transmitir, con la fe en un castellano rico y exigente, y sin devaluaciones. Solo podemos otorgar confianza a quien nos muestra la verdad, nunca a quien nos malea y humilla. Preguntemos al mar, al inmenso mar que nos contempla, recordando algunos versos de Crémer, seguro que el mar acaba diciéndonos: "Soñad sin incoherencias".

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