EL veterano Miquel Iceta fue elegido ayer primer secretario del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) en el congreso extraordinario obligado por la dimisión de Pere Navarro. Era el único candidato para tratar de salvar al PSC del declive espectacular que ha sufrido tras haber gobernado la Generalitat en las etapas de Maragall y Montilla y después de haber representado, junto al PSOE andaluz, la aportación principal a los triunfos socialistas en las elecciones generales. Iceta afronta una tarea poco menos que titánica: remontar la influencia de una organización que ha sido engullida por la deriva soberanista de parte de la sociedad catalana, quedándose en tierra de nadie y oscilando en sus posicionamientos entre el constitucionalismo y el independentismo. Esta misma semana el PSC ha apoyado la ley de consultas impulsada por Artur Mas que no oculta su propósito de utilizarla para dar cobertura jurídica a su pretendido referéndum secesionista. La presidenta de la Junta y secretaria general del PSOE andaluz, que intervino en la clausura del congreso, fue a Cataluña a mostrar su solidaridad con el PSC y a indicar a sus compañeros el camino que les convienen transitar para recuperar la centralidad en la política catalana y encauzar el conflicto catalán: el rechazo a un referéndum ilegal, la negativa al supuesto derecho a decidir que sólo se deposita en el pueblo español en su conjunto y la defensa de una reforma constitucional que asegure la estabilidad institucional y acoja algunas de las demandas insatisfechas de Cataluña. Siempre partiendo de la unidad de España y la solidaridad entre sus territorios y pueblos. El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, lo subrayó también nada más ser elegido por los militantes: "Somos socialistas, no nacionalistas". El mensaje de Díaz y Sánchez es, en realidad, el mensaje de todo el socialismo español al partido hermano en Cataluña. A Iceta le conviene escucharlo y tenerlo en cuenta.