La otra orilla

andrés García

Malditas mujeres

LA semana pasada se recordó en Alájar a mujeres como Rosalía de Castro, Frida Khalo o Raquel de Queiroz, y muchas otras malditas de la historia, prófugas del lugar normal reservado a las mujeres. Las crónicas dicen que en Alájar se respiró la magia de la lucha por la igualdad y la libertad. Habrá que recuperar esa magia y esas luchas, elevar el tono, al menos para que no nos borren de un plumazo lo conseguido durante los últimos veinte años: la maravillosa visión de una sociedad plural. Nuestro Gobierno acaba de torpedear las ilusiones de muchas mujeres, las menos pudientes, de poder ser madres a través de técnicas de reproducción asistida: se reservará el derecho de uso de estos servicios públicos a parejas formadas por un hombre y una mujer. El nuevo golpe conservador sumado al intento de reforma de Ley del Aborto o al recorte brutal en la Ley de Dependencia, parecen dejar claro que hay una cruzada ideológica contra las elecciones no tradicionales. Las decisiones de Rajoy y la ministra Mato -recordemos: ambos ensuciados por el caso Bárcenas- parecen invocar el espíritu inconformista y feminista de esas malditas mujeres revivido en Alájar.

Bajo el lema: "Nosotras decidimos cómo y cuándo queremos ser madres", se han congregado ante varias sedes del PP a nivel nacional cientos de mujeres, y hombres, para denunciar el nuevo recorte. El escrache vuelve a ser la forma en la que se vehicula la rabia, aunque por supuesto la respuesta del Gobierno sigue siendo el silencio y la represión. La decisión se camufla bajo la justificación ignorante del "no tenemos que pagar los caprichos de los demás", que esconde la dogmática heterosexualidad como principal motivo, lo cual demuestra un actitud cobarde que sólo hace enturbiar el debate de la calle. La salud como estado de bienestar físico, mental y social sólo se consigue a través de la igualdad, y la igualdad no se impone a través de políticas de único rasero. La familia, la sexualidad, la maternidad, son conceptos que se redefinen conforme evoluciona nuestro pensamiento y que ya hace tiempo han incorporado novedades al imaginario colectivo: homosexualidad, madres solas, madres homosexuales... ¿Alguien se asusta? ¿Alguien pierde poder?

Mujeres malditas, irreverentes, homosexuales o heterosexuales -¿qué más da?- dispuestas a cuestionar con nosotros, los hombres, aquellas políticas que nos empobrecen como sociedad, que nos hacen infelices, que pretenden asustarnos. Así es el espíritu de las mujeres invocadas en Alájar, empeñadas en ahuyentar la mediocridad del pensamiento único.

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