La tradición del huevo y la rosca en Bonares

Los niños de Bonares esperan a la Hermandad del Rocío con un huevo pintado y una rosca de pan

Tres pequeños bonariegos con su huevo y su rosca.
Tres pequeños bonariegos con su huevo y su rosca. / I. P.

Bonares/Nadie sabe a ciencia cierta quién fue el primer bonariego que decidió decorar un huevo duro u hornear una rosca de pan y plantarse en El Corchito a esperar a los rocieros de Bonares en la vuelta de su camino del Rocío. Las tradiciones no tienen fecha. Estuvieron ahí, las alimentaron los abuelos con los padres y estos las legaron a los nietos. Son eternas, aunque con los años se van matizando.

Bonares tiene una curiosa forma de inculcar sus costumbres y tradiciones en las nuevas generaciones. Dedica un lugar especial y destacado a los más pequeños en ellas. Si son famosas sus Cruces de mayo, no serían lo mismo sin su Cruz Chica, la versión infantil de una fiesta en la que los protagonistas son los niños y en la que la localidad del Condado se convierte en un pasacalles infantil que alimenta la cantera crucera. Quien hace las caídas con 7-8 años, las hará con 20. No falla. Y habrá quien no las gane ni de niño ni de adulto, pero lo seguirá intentando hasta que lo retire la siguiente generación.

La vuelta del camino del Rocío es un día de fiesta en Bonares. Siempre lo ha sido. Todos los niños esperan la llegada de los rocieros con un huevo cocido que decoran para la ocasión (aunque siempre hay alguno con ayuda paterna) y una rosca de pan. Es el día del huevo y la rosca. Antes todos se iban a El Corchito y acompañaban a los peregrinos, otros esperan ya en el pueblo el paso de los romeros.

Es un día que comienza temprano en manos de los panaderos de la localidad. Les toca preparar una rosca especial de pan que se hace una vez al año, solo para la ocasión. Abuelos y padres las encargan y quien no se de prisa se queda sin ella.

En el cole hay tarea para todos. Los más pequeños se empeñan con sus maestros para tener un huevo bien decorado, bonito y colorido. En casa siempre tienen ayuda.La competencia a veces trasciende a los niños y son los propios padres los que hacen verdaderos esfuerzos por decorar los huevos de los pequeños. Todos quieren que el suyo sea el más colorido, el más llamativo, el más original y el más elaborado. Antes bastaba con unos lápices de colores, a veces cartulina y algún rotulador. Con los nuevos tiempos la elaboración llega a límites cada vez más sofisticados, aunque el fondo no cambia. Una tradición eterna en Bonares.

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