Toros en las Ventas de Madrid con Morante, Emilio de Justo y Tomás Rufo
  • Emilio de Justo, tras el grave percance en esta plaza, reparece en Las Ventas y abre la Puerta Grande

  • Tomás Rufo cortó una oreja

  • El quinto, premiado con la vuelta al ruedo

¿Morante?, esta tarde en Jerez

Mentón en el pecho, alargando muletazo sin que el toro alcance la tela, Emilio de Justo torea en redondo. Mentón en el pecho, alargando muletazo sin que el toro alcance la tela, Emilio de Justo torea en redondo.

Mentón en el pecho, alargando muletazo sin que el toro alcance la tela, Emilio de Justo torea en redondo. / fotos: juanjo martín / efe

Aparecía en San Isidro el héroe de Sevilla, pero el torero dispone y el toro descompone. Es lo que le pasó a José Antonio Morante con el lote que le cupo en desgracia. Y fue desgracia indudable, ya que fueron los únicos del envío de Garcigrande que hicieron imposible el lucimiento. Llegó una corrida que en presentación era una escalera, pero que dio cuatro toros que en una tarde sin el viento de la de ayer quién sabe cuántos se habrían ido al desolladero sin orejas. Porque ese viento que suele hacer en Las Ventas del Espíritu Santo no quiso faltar al acontecimiento que suponía el rematado cartel que se había programado.

Cartel pleno de atractivo, ya que no sólo estaba en él el esperado Morante, sino que se producía la reaparición de Emilio de Justo en la plaza donde estuvo a punto de perder la vida el Domingo de Ramos del año pasado. Y Madrid tuvo un rapto de sensibilidad en el recibimiento que le dedicó al extremeño. Y con ellos, un toledano que viene para quedarse y que cuenta con dos Puertas del Príncipe en su currículo. Un cartel que tenía la respuesta de que se colgara el segundo no hay billetes en la segunda corrida del ciclo madrileño.

Morante, con un lote sin opciones, abrevió con la muleta y se eternizó con los aceros

El gran triunfador iba a ser Emilio de Justo mediante dos faenas muy vibrantes en las que se impuso a sus toros, bravos y que repetían las embestidas sin dar tregua al matador. Se impuso De Justo a sus toros y al viento, a veces huracanado, que hacía flamear los engaños. Ya en su primero estuvo a punto de cortarle las orejas a Zambullido, un cinqueño negro muy serio que no mostró un ápice de bravura en los dos primeros tercios, pero que respondió a la firmeza del torero con una vibración que propició que aquello llegase con fuerza a los tendidos. Los doblones de Emilio domaron al burel y sendas tandas por ambos pitones pusieron Las Ventas como una caldera. Pero antes de la estocada iba a pinchar dos veces y todo quedó en una ovación que también recibió el toro.

Se llamaba Valentón el quinto toro de la tarde y a fe que su pelea en el caballo fue de valiente, bravísimo en los dos embroques. De Justo brinda a la plaza y a partir de ahí una apoteosis por ambos pitones con una máquina de embestir que lleva una gran emoción a los tendidos. La plaza vibra con una faena que va in crescendo. El diálogo entra en su clímax mediante unos naturales naturalísimos, desmayados, pero todo parece frustrarse por cómo ha caído la estocada. Una estocada baja que no impedirá que el presidente de la plaza más exigente del mundo le regale a Emilio de Justo la segunda reja y la consiguiente salida a la calle de Alcalá. También el presidente, y ahí acertó sin duda alguna, sacó el pañuelo azul para que Valentón recibiese el homenaje póstumo de la vuelta al ruedo.

Tomás Rufo inició su faena al que cerraba plaza con redondos de rodillas. Tomás Rufo inició su faena al que cerraba plaza con redondos de rodillas.

Tomás Rufo inició su faena al que cerraba plaza con redondos de rodillas.

Para entonces, Tomás Rufo, ese toledano que anda abriéndose paso a machetazos y muchos triunfos, ya había cortado una oreja al tercero de la tarde, que se llamaba Cuarenta y tres y que era de capa colorada. Tuvo un buen lote Rufo y bien que lo aprovechó en esa lucha contra el toro y el viento. Brindó a la plaza y empezó por redondos, pero de rodillas y eso cala en los tendidos, aunque sean los de Madrid. Ya de pie cuajó una serie de naturales que parecían redondos sin fin, de tan detrás como los alargaba. Entró por uvas de verdad y cortaba una oreja que ponía la Puerta Grande a tiro. Pero en el que cerró plaza, un toro muy serio al que recibió con los únicos lances de una tarde de nulo toreo con el capote y atisbando el triunfo grande, tuvo la desgracia de que el toro se paró antes de tiempo y todo quedó en palmas cariñosas.

¿Y Morante? Pues, amigo, Morante torea esta tarde en Jerez y lo más probable es que cuente con un lote de toros bravos y no lo que le tocó ayer en Las Ventas del Espíritu Santo, que se enfadó de lo lindo con el cigarrero por lo que había dejado de ver. Y si Jerez no le coge a mano, señor mío, el próximo jueves vuelve a Las Ventas y ya está colgado para esa tarde el cartel de no hay billetes. Ayer se encontró José Antonio ante una misión absolutamente imposible, aunque bien podía haber matado mejor a sus enemigos.

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