Domingo de Resurrección | Primera corrida de toros en Sevilla 2024

Orejitas y frío, muchísimo frío

Corrida de toros del Domingo de Resurrección en Sevilla / Juan Carlos Muñoz

Llegó la corrida más esperada, la de un Domingo de Resurrección que acababa con el billetaje, pero que no salió como se deseaba. Una vez más, la expectación previa no se correspondía con la realidad, pero es que la meteorología cuenta mucho y de la misma forma que destrozó la Semana Santa menoscabó un festejo tan ilusionante. Cuando se acercaba la hora de autos se abrieron los cielos y agua va para poner en tenguerengue el festejo. Es más, si no se hubiera puesto el no hay billetes, seguro que el festejo no arranca. A las seis de la tarde estaba en su apogeo el diluvio y a las 06:24 lucía un precioso arcoíris por los tejados del Tendido 11. A la hora fijada, Morante y Castella inspeccionan el ruedo, aparecen unos operarios provistos de rastrillos y a las 06:31 brilla un sol refulgente. Se arregla el ruedo, se pintan las rayas, aunque sólo en el tercio de picar, el que está enfrente de chiqueros, a las 19:00 se da por concluido el acondicionamiento y arranca el paseíllo con la Marcha Real.

Hay ganas de toros y, sobre todo, de ver a Morante, pero lo que mal empieza, difícilmente se desarrolla con normalidad. Se ha ido la lluvia y aparece el viento, que es en esto del toreo mucho peor que la lluvia. Curiosamente, los dos toros del lote del cigarrero llevan el mismo nombre y va a resultar que el nombrecito les viene al pelo. Ambos atienden por Esaborío y así van a ser sus respectivos comportamientos. El primero es un toro precioso, de pelo sardo y armónico a más no poder, pero ya en el capote da pocas facilidades, se mete por dentro e impide que Morante repita ese par de lances que quizás fueran lo de más sabor del festejo. El toro está a punto de coger a su matador y ahí emerge la figura de Curro Javier. Con tres capotazos muy largos se pone orden allí. Luego en la muleta coincide que es cuando el viento aprieta y los deseos de José Antonio no se hacen realidad. De pinchazo y bajonazo liquida la cuestión.

El segundo Esaborío, corrido en cuarto lugar, es también muy serio y pronto deja claro que por el izquierdo coge moscas. Morante logra una tanda con su sello, pero el toro ayuda poco; bueno, no ayuda nada. Hay que ir a por la espada, pero tampoco hay lucimiento en la suerte suprema y la tarde se le va al orfebre cigarrero entre silencios ciertamente espesos.

Curro Javier y José Chacón fueron de lo más destacado de un festejo muy largo

Sebastián Castella estuvo bastante importante en su primero, que se llamaba Raleo, toro negro y cortito de un trapío que tapa con los buidos pitones. Pero Castella va a entenderse con el morlaco tras haberse entendido también en el segundo tercio con José Chacón, que le abre caminos con el capote. Con la muleta, el francés le gana la partida a un toro mirón. Lo borda al natural y la faena tiene el mérito añadido de las condiciones del astado. Lo mata a ley y, aunque no hay una petición mayoritaria, corta una oreja. En el quinto sale a por todas Castella y hasta brinda al público, pero su oponente, de nombre Expléndido con equis embiste rebrincado y será una faena de empecinamiento cuando ya es noche cerrada y el frío hace estragos. Insiste para nada y a esa hora ya sobra la insistencia. De todas formas, el mejor torero francés de la historia ha empezado bien su periplo sevillano.

Sebastián Castella, con el primer trofeo de la temporada en la Maestranza. Sebastián Castella, con el primer trofeo de la temporada en la Maestranza.

Sebastián Castella, con el primer trofeo de la temporada en la Maestranza. / Juan Carlos Muñoz

Andrés Roca Rey no falló en cuanto se espera de él; o sea, que puso el cartel de no hay billetes. Pero eso no es por casualidad, ya que el limeño se justifica siempre con creces. Podrá gustar más o menos, pero que se los pasa por la barriga es innegable. Con su primero, un sobrero cinqueño de Olga Jiménez y de nombre Frangeado y muy serio que llega con calidad a la muleta, Andrés se entiende con él a base de muletazos largos que llegan al tendido, aunque ese mismo tendido no trague con el repertorio encimista del andino. Lo mató de estocada y cortó oreja. No una oreja de peso, pero la tarde estaba fría como un témpano y más fría estaría aún cuando salió el negro mulato Deseado, Andrés insistió, pero los termómetros se habían desplomado y faltaba poco para las diez de la noche. Casi nada.

Roca Rey, con su trofeo cortado al sobrero que sustituyó al tercero. Roca Rey, con su trofeo cortado al sobrero que sustituyó al tercero.

Roca Rey, con su trofeo cortado al sobrero que sustituyó al tercero. / Juan Carlos Muñoz

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