Crónica

Los amores de la primavera llegan a Huelva cada Miércoles Santo

  • Prendimiento, Santa Cruz, Victoria y Esperanza procesionan por las calles de la capital en un soleado día

  • La ciudad presenta un nuevo lleno para ver las cofradías

La Virgen de la Victoria sale del Barrio Obrero.

La Virgen de la Victoria sale del Barrio Obrero. / Alberto Domínguez

Quien no conozca la fe que se pase un Miércoles Santo por el Barrio Obrero. Así de simple. Así de sencillo. Eso sí, si cabe. Que eso ya no es tan sencillo. En Huelva, la fe y los milagros van de la mano. Cuando la Virgen de la Victoria pasa por el arco. "Justo, justo", decía un turista ladeando la cabeza. Y eso que no vio revirar al Prendimiento en Méndez Núñez - Concepción. "No cabe", hubiese dicho. Y tras escuchar La Pasión se hubiese tenido que santiguar ante tal barbaridad. 

Dicen que el día grande de la Semana Santa de Huelva es el Miércoles Santo. Eso dicen, los que saben lo que es el amor. Afortunados. Y son los mismos que conocen la cara oculta del querer. Tres años sin pasear de la mano por Huelva es una eternidad. Y este Miércoles Santo no hubo medias tintas. El paseo fue para los enamorados. Huelva tuvo a dos flores dibujando la primavera. ¿O quizá fue al revés?. Sí. Fueron primaveras que dibujaron las flores. Ahí muere Huelva. De amor. Porque volvió lo que nos robaron. Y ahí estuvo el milagro. Victoria y Esperanza. Esperanza y Victoria. Dos amores para los enamorados.   

El Miércoles Santo quiso que el cielo se reflejara en la alargada hilera de capirotes del Polvorín. Era sí o sí. No había otro enigma que descifrar más que abrir las puertas del Sagrado Corazón de Jesús. Es la única manera de ordenar el alma ante tal semejante vacío que ahora hay que rellenar. Y Huelva lo hizo con Humildad, atada a sus órdenes. A evangelizar. Y qué fácil es cuando solo basta con la manera de andar. No pasó el tiempo. Ni volverá a pasar. 

Quien no conozca la fe tan solo tiene que mirarle a los ojos a la Virgen de la Victoria. Y que consiga salir de ahí. Hay gente que vive en un Miércoles Santo permanente. Bendita locura. Que es exactamente lo que ocurrió ante una Huelva abarrotada con el corazón dividido. Por la misma Madre. Huelva es la casa de la Victoria y de la Esperanza. Ahí es nada. Y cuando pasa la marinera se acabó lo que se daba. Pestillo al corazón.

En Esperanza Coronada no tuvo sitio ni el letrero. Era Miércoles Santo en Huelva tres años después. Y cuando la que pasa es la Esperanza poco más hay que hablar. Más allá de un palio que se renueva, cuando la que pasa es la Esperanza sobra todo lo demás. El recorrido fue una olla a presión de devoción. Cuando la que pasa es la Esperanza Huelva no es ni medio normal. Es una barca marinera que no quiso dejar de soñar. Es de plata y choquera. Y la travesía fue darle rienda suelta a la sin razón. Que tan solo hay una tarde para morir de amor. Expirando por delante iba Jesús en la cruz. Restaurado. Imponente. Sin dejar de ver ese cielo azul noche que es un manto de Esperanza.   

El centro de Huelva creció con un barrio entero. El Carmen pidió la venia al corazón de la ciudad. Jesús había sido traicionado en un galeón de madera que paseó por la capital. Qué bien viste una hermandad que con el paso de los años ha conseguido su seña de identidad. El Prendimiento tiene un techo de colores todavía por dibujar. Es la unión de sus vecinos alrededor de sus titulares. El paso del bien y del mal recorrió un Miércoles Santo con el bombo desde atrás. Una lucha entre dragones y arcángeles tallados embellecieron una estampa que lo tiene todo ganado ya. 

Quien no conozca la fe que se pierda en la oscuridad del cortejo fúnebre de Santa Cruz. Cristo fue amortajado en Huelva en una escena que vista desde un plano cenital sobrecoge hasta al incrédulo. El luto. La solemnidad. Todo ante Nuestro Señor Jesús de la Providencia. La única imagen que salió en plena pandemia. Un Vía Crucis con el que ganó un punto de vista más intenso. Más devocional en el corazón de los onubenses. Era Miércoles Santo en Huelva y la obligación era estar en la calle. No tenía que haber excusas. Las cofradías y los onubenses de la mano. 

Qué caprichoso es el destino. Qué bendita casualidad. La ciudad volvió a llenarse de enamorados. Miércoles Santo una vez más. Son los amores de la primavera. Son las flores de nuestro jardín. Son los milagros de Huelva.

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