Rafael Trijueque 'Tali', un hombre bueno que ha conocido la cara más triste y también la más dulce de la vida

Gente de aquí y allá

La historia de un onubense marcado por el amor, la pérdida y la capacidad de sobreponerse a los golpes de la vida

Rafael Trijueque 'Tali'. / M. G.

Rafael nació en Huelva el 13 de marzo de 1957, cuando su padre, que era mecánico industrial y se llamaba igual que él, tenía 30 años. Su madre, Josefa Romero Escobar, nació en 1929 y trabajaba en oficinas hasta que le fueron llegando sus hijos: seis en total, tres niñas y tres niños.

A Rafael lo conocí porque me lo presentó mi gran amigo César Vázquez Macías, notable fisioterapeuta al que conocí a través de mi esposa, que tenía relaciones profesionales con él. Conocí también a su esposa, la célebre locutora de radio y televisión Isidora Sayago, más conocida como Isi Sayago, que es como la conocía Andalucía entera, porque ella aparecía en todos los programas de televisión donde había fiestas y acudía, con las cámaras de Canal Sur, a todos los pueblos a narrar cómo eran las particularidades de las celebraciones de cada municipio.

Isi fue una gran mujer y nos hicimos grandes amigos, y nos veíamos muy a menudo. Ella nació en San Juan del Puerto y, después de casarse en el Monasterio de Santa María de La Rábida, se marcharon a vivir al pueblo de Isi hasta que ella empezó a trabajar en Canal Sur y se fueron a vivir a Sevilla, con lo que él tuvo que dejar su trabajo en Astilleros de Huelva. Tienen dos hijos: Silvia, la mayor, una chica muy estudiosa que consiguió tres licenciaturas gracias a su esfuerzo y, no contenta con eso, siguió estudiando varios másteres, y por eso no le faltó el trabajo inmediatamente en la Junta de Andalucía; y su hijo Joshua, que es abogado y tiene su despacho propio en Sevilla.

En Sevilla, Tali trabajó en la construcción del metro como encargado de obra, pero Isi enfermó. Su hígado fallaba y su médico en Huelva, mi gran amigo Agustín Domínguez Macías, le recomendó que la vieran en Madrid, pues el asunto era de suma gravedad. Agustín hizo gestiones en la capital de España y consiguió que la operara un buen cirujano que le hizo un trasplante con mucho éxito.

Pero antes de eso, Isi estuvo un tiempo en el hospital en Huelva y allí recibió una terrible noticia. Y es que la madre de Tali le contó que su hermana Nieves iba a pasar el día en Punta Umbría y se llevaba a su hija, cosa muy normal, pero al rato le comunicaron que habían tenido un accidente de tráfico en la carretera, que habían chocado de frente y que su hermana había fallecido. Y ocurrió un hecho insólito, pues el juez que hizo los levantamientos de los cadáveres cruzó la documentación y a la chica que enterraron, que era Nieves, creyeron que era la otra conductora, que estuvo dos meses ingresada en el hospital. Es decir, enterraron a la hermana de Tali, pero con la documentación de la que sobrevivió, que se la entregaron a los padres de Tali. Esta chica, que tenía el rostro muy desfigurado por el accidente y además tenía un físico muy parecido a las dos, naturalmente no los reconoció, pero pensaron que era producto de la amnesia, hasta que por fin se resolvió el asunto. Todo esto fue noticia nacional en la prensa y diariamente leíamos algo relativo al accidente. La hija de Isi y de Tali, que iba en el vehículo siniestrado, pasó un tiempo muy afectada.

A todo esto, a Isi le ocurrió otro hecho insólito. Y es que, contra todo pronóstico, se quedó embarazada, de lo cual se dieron cuenta en una revisión del trasplante y los médicos no daban crédito y pensaron que el hijo lo iba a perder. Pero nada de eso ocurrió: todo el embarazo se llevó con mucho cuidado y el parto sucedió con normalidad, y nació Joshua. No había precedentes: fue el primer niño nacido de una mujer trasplantada en toda Europa.

Han pasado los años y la vida transcurre con normalidad, y Tali y yo nos vemos de vez en cuando y pasamos ratos muy bonitos. El último fue en su chalet de El Portil, y tengo que reconocer que hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien ni me reía tanto con su amigo ceutí, al que apodan “el Caballa”, que es como se conoce a los habitantes de Ceuta. En definitiva, la vida tiene altos y bajos, momentos tristes y momentos dulces, y Tali ha tenido de todo y lo ha llevado muy bien porque es una gran persona y un hombre muy bueno.

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