Costa Esuri resurge de sus cenizas: de la parálisis a motor de Ayamonte
Tras años de abandono, los vecinos miran al futuro con esperanza y ven en cada pequeño avance un paso de gigante
Cierran de nuevo las instalaciones del campo de golf de Costa Esuri Oeste
La urbanización Costa Esuri (Ayamonte) está viviendo lo que el alcalde de dicha localidad fronteriza onubense, Alberto Fernández, ha calificado como "un momento de despegue definitivo" después de más de 15 años de estancamiento urbanístico. La adjudicación, hace apenas quince días, del gran centro comercial situado a la entrada de la urbanización marca un punto de inflexión.
Como todo el macroproyecto urbanístico, esta iniciativa comercial, llamada a convertirse en la gran área de compras y ocio de la zona, quedó paralizada cuando la constructora Martinsa-Fadesa -una de las primeras en caer como consecuencia del "crack" inmobiliario de 2008- entró en concurso de acreedores. La promotora estaba desarrollando gran parte del proyecto de Costa Esuri cuando se produjo su quiebra, lo que dejó obras a medio terminar y solares vacíos durante más de una década.
En declaraciones a Huelva Información, Fernández ha subrayado que esta adjudicación "permitirá retomar un activo estratégico para el futuro económico de la urbanización y de Ayamonte". Además, el Consistorio ya está tramitando la adjudicación de un gran hotel, también ubicado a la entrada de Costa Esuri e igualmente a medio construir, pensado para reforzar la oferta turística y de servicios.
El dinamismo inmobiliario de la zona ha recibido un fuerte impulso en los últimos años gracias a la llegada de vecinos procedentes de Portugal, especialmente de municipios fronterizos como Vila Real de Santo António y Castro Marim, donde los precios de la vivienda se han encarecido notablemente. Según el alcalde, "se trata en su mayoría de trabajadores transfronterizos que viven en Costa Esuri y cada día cruzan al Algarve para ir a sus puestos de trabajo".
Además, actualmente el Ayuntamiento tramita unos 25 proyectos de vivienda correspondientes a terrenos o propiedades adquiridas por estos nuevos residentes lusos. A ello se suman otras iniciativas destacadas, como la reciente adjudicación a un promotor para la construcción de 70 viviendas y la adquisición, por parte de una entidad financiera del mayor desarrollo pendiente en la urbanización: un plan que contempla 1.000 viviendas, de las cuales 300 ya están construidas y 700 restan por ejecutar.
En paralelo, el Ayuntamiento impulsa actuaciones en el marco de la nueva Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado (EDUSI), que incluye la construcción de una gran plaza pública junto al campo de golf Costa Esuri. Este espacio, según Fernández, "está pensado para convertirse en el centro neurálgico de la vida social de la urbanización y punto de encuentro para vecinos y visitantes".
En cuanto a la población, la urbanización cuenta actualmente con 2.616 personas empadronadas, cifra que asciende a unas 3.000 si se suman los no censados. "Ya hoy Costa Esuri es más grande que el 45% de los municipios de la provincia de Huelva", ha resaltado el regidor. Durante los meses de verano, la cifra de residentes se duplica hasta alcanzar las 6.000 personas, gracias al aumento de visitantes y propietarios de segunda residencia.
Las previsiones municipales son ambiciosas: cuando el desarrollo urbanístico se complete, Costa Esuri podría aportar hasta 22.000 nuevos vecinos a Ayamonte. "Este crecimiento -concluye Fernández- está tirando de la economía municipal, al igual que lo hacen nuestras playas en temporada alta. En definitiva, Costa Esuri se está consolidando como uno de los grandes motores de desarrollo del municipio".
La mirada de los vecinos: del abandono al resurgir de Costa Esuri
Si alguien conoce de primera mano la evolución de Costa Esuri, esa persona es Juan Carlos Ojalvo Fernández. A sus 76 años, este físico nuclear jubilado, natural de Toledo y aficionado al golf, llegó a Ayamonte en 2007 junto a su mujer atraído por el clima templado, el coste de vida asequible y la posibilidad de residir en una ciudad de apenas 20.000 habitantes con tres campos de golf. "Para un jugador, eso era un paraíso", recuerda.
La primera etapa fue, según sus palabras, "ilusionante". La urbanización bullía con residentes extranjeros -británicos, alemanes, daneses, holandeses…- y con promociones que avanzaban a buen ritmo. "Mi manzana de 55 viviendas tenía un 70% de vecinos extranjeros. Era una comunidad muy variopinta y todo parecía maravilloso".
Pero la quiebra de Martinsa-Fadesa y la crisis financiera internacional truncaron de golpe las expectativas. "Lo que parecía maravilloso se vino abajo en cuestión de meses. Se cerraron campos de golf, se paralizaron las obras y llegaron los concursos de acreedores. Aquí nos quedamos más solos que la una", relata. Los esqueletos de edificios inacabados y las infraestructuras deterioradas se convirtieron en un recordatorio permanente de aquel parón. "Fue un golpe físico y moral. Veías que nada avanzaba y la sensación era de abandono absoluto".
Durante los años más oscuros, muchos residentes se marcharon y los precios se desplomaron. Una situación que, sin embargo, acabó siendo una tabla de salvación: "Viviendas que costaban 200.000 euros pasaron a venderse por 65.000. Eso cambió el perfil de Costa Esuri. Dejó de ser un lugar de jubilados extranjeros para convertirse en una opción de residencia habitual para familias de Ayamonte, de la comarca, de Extremadura y del Algarve portugués, donde el precio de la vivienda era ya inalcanzable".
A partir de 2015 comenzó así una lenta pero firme recuperación. "Las casas vacías se fueron ocupando y los nuevos vecinos empezaron a pagar sus cuotas. Eso permitió sanear las cuentas de la entidad urbanística de conservación que gestionaba el proyecto, que en 2018 tenía una deuda de 700.000 euros y en 2022 ya contaba con un superávit similar", explica Ojalvo, que formaba parte de esa entidad en esos momentos.
El resurgir no solo se notó en las cuentas. Llegaron los primeros servicios básicos: "Al principio sobrevivimos gracias a una pequeña tienda, pero hoy tenemos ya farmacia, lavandería, bares, inmobiliarias y un supermercado. No es mucho para lo grande que es la urbanización, pero ya no estamos en el desierto de antes".
La construcción también dio un vuelco, primero con chalés unifamiliares levantándose a cuentagotas, pero con un cambio radical tras la pandemia. "La COVID fue otro punto de inflexión. Durante el confinamiento, mucha gente de grandes ciudades empezó a valorar más espacios amplios, zonas tranquilas y viviendas con terraza o jardín. Y Costa Esuri reunía esas condiciones. A partir de 2020 hubo una verdadera explosión: donde antes se construían dos o tres chalés aislados, de repente empezaron a urbanizarse calles enteras. El salto fue enorme y desde entonces no se ha parado", añade Ojalvo.
Pero no todo han sido buenas noticias durante estos últimos años. El Brexit redujo drásticamente la presencia británica -"muchos han vendido sus casas porque ya no les compensa estar entrando y saliendo de España cada tres meses"-, y los esqueletos del hotel y del centro comercial en la entrada de la urbanización siguen proyectando una imagen de abandono. "Visualmente es un mazazo, da la sensación de que esto está muerto cuando en realidad hay más de 2.000 vecinos viviendo aquí", insiste el veterano vecino.
Con todo, el ambiente hoy es radicalmente distinto al de hace una década. Las viviendas se revalorizan, proliferan los chalés unifamiliares y la vida comunitaria se reactiva con actividades culturales y deportivas. "Este año hemos tenido hasta cine de verano, que a lo mejor solo ha reunido a medio centenar de personas, pero que es un símbolo de que hay vida. La gente participa y eso hace comunidad", destaca.
De cara al futuro, los vecinos mantienen algunas reivindicaciones claras y de manera muy firme, aunque siempre "desde el diálogo permanente con las administraciones", precisa Ojalvo: un centro de salud propio, mejor transporte público y soluciones para el cuidado de jardines y zonas verdes con agua reciclada. "Son cosas básicas que necesitamos porque aquí ya vive mucha gente fija y no solo residentes de temporada", recalca.
Finalmente el veterano residente resume el sentir general con una mezcla de realismo y optimismo: "Lo pasamos horrorosamente mal, vivimos momentos de aislamiento y desánimo. Pero ahora vemos movimiento económico, social e inmobiliario. El futuro es esperanzador. Quizás porque venimos de tan abajo, cualquier avance lo sentimos como un paso de gigante".
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