Pinceles con solera

Bollullos par del condado

Las Bodegas Iglesias de Bollullos acogieron una nueva edición del certamen de pintura rápida

Carlos López / Rociana

16 de junio 2008 - 01:00

El arte desde el prisma de la cultura del vino. La fusión de dos formas de crear magia, esencias y el mismo esmero por hallar la excelencia del sabor o la de nuestra mirada. Eso es precisamente el objetivo de Bodegas Iglesias con su prestigioso certamen de pintura rápida que cada año acogen sus bodegas: mostrar las similitudes que comparten la cultura vitivinícola con la artística. Una propuesta que aceptaron desarrollar los 38 participantes que se dieron cita en las instalaciones bodegueras para retratar a base de trazos, colores y formas esos espacios preñados de belleza que albergan estos templos arquitectónicos, cuna de un buen caldo.

La organización del evento se encuentra apadrinado por el colectivo local Arte,s, quien ha delineado las bases del certamen cuyos únicos límites lo conforma el tiempo para acabar la obra, que comprendía desde las 10:00 horas a las 17:00, con un receso para el almuerzo.

Antes de comenzar a desfilar los primeros esbozos los participantes recorrieron las instalaciones para determinar con ojo clínico el lugar que más les estimula y la mirada que pretenden plasmar en su lienzo. Un escenario que a veces les evoca la belleza plástica más inmediata, mientras que, en ocasiones, ese enclave se elige en función de la iluminación, la composición e incluso los aromas que posteriormente les ayudará a dar cuerpo a una obra que logre transmitir ese cúmulo de sensaciones. En este sentido, los artistas precisan que la elección de la zona marcará el sentido de la obra y que, en ocasiones, a la hora de discernir el lugar donde dar vida a la obra pesan más las propias sensaciones que la impronta de una composición relativamente bella.

Fruto de ello la variedad temática quedó plenamente de manifiesto con obras diametralmente opuestas en estilo, cabalgando entre el abstracto, el impresionismo, el collage o el realismo. Igual puede decirse de las técnicas utilizadas para dar vida a estos cuadros; desde el óleo, pasando por la acuarela, el acrílico o los pigmentos naturales.

Manuel Iglesias, regente y tercera generación de bodegueros, recalca que el jurado se mantiene ajeno a todo el proceso creativo y solo irrumpe en escena cuando los cuadros han sido finalizados y los artistas abandonan las instalaciones. Algo que indudablemente ayuda a no condicionar el fallo. Para esta edición el jurado ha estado compuesto por Pedro Rodríguez, artista de Moguer, Luz Mari Salas, profesora de bellas artes, y Jorge Martín, crítico de arte. Al final fallaron que el primer premio, dotado con 1.000 euros y un plato conmemorativo obra del escultor local José Antonio Faraco, debía corresponder a la obra de Javier Mora, de Valverde del Camino. Los 500 euros del segundo premio fueron a parar a José Carlos, de Villamartín, Cádiz, mientras que el tercer premio dotado con el equivalente en vino a su peso corporal fue para Rosa María Detria, de Sevilla. La mejor obra local fue a juicio del jurado la de Juan Carlos Cruces, quien obtuvo un premio en material de pintura.

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