2026: ¿El año de las compañías medianas y pequeñas?
Manuel Ramos Redondo, 'Manolo el de las Delicias'
Gente de aquí y allá
Una gran persona que tenía un comercio de ferretería y materiales muy diversos junto al mercado de abastos
He dicho muchas veces que no hace falta ser muy importante para escribir sobre una persona, habéis comprobado en algunas ocasiones que lo mismo escribo sobre un alcalde, un sacerdote o un gran industrial o un marinero, un albañil o una ama de casa, el caso es que aporte algo a la sociedad, que haga “pueblo”, que al morir haya dejado huella en el pueblo y todo el mundo se acuerde de él por su simpatía, por ser buena persona, es el caso de Manolo “el de las delicias”
Nada más llegar yo a mi nuevo puesto de trabajo en el ayuntamiento de Punta Umbría, después de trabajar por España, Ávila, Barcelona, Granada, Madrid y Almería a una de las primeras personas que conocí en este pueblo acogedor fue a una gran persona que tenía un comercio de ferretería y materiales muy diversos junto al mercado de abastos.
Yo tenía que comprar mucho para los servicios municipales y me habían indicado que había varios comercios que nos atendían sin dinero, sino con unos vales firmados por mí y por el alcalde. Así que un día decidí ir a conocer y presentarme a “Manolo el de las delicias” que era el propietario del establecimiento al que yo le compraba mucho material para obras y reparaciones municipales. Quedé maravillado de la amabilidad y gentileza de este señor, la verdad es que me sorprendió mucho, posteriormente pude comprobar que en Punta Umbría la mayoría de las personas son así, por lo que me considero un privilegiado por vivir en este paraíso y rodeado de esta gente maravillosa.
Manuel Ramos no era de Punta Umbría, había nacido en Gibraleón en el año 1932 y su esposa Rosario en el año 1933 y se vinieron los dos a Punta Umbría en el año 1957, y él vino a trabajar de encargado a un negocio llamado “las delicias” del que después se hizo propietario, pero con gran dolor dejó allí a su pueblo, a sus padres y a sus tres hermanos que cada vez que podía iba a visitarlos.
Pasado algún tiempo hicimos buena amistad y nos gastábamos algunas bromas, recuerdo un día que él me decía que tenia de todo y que en el pueblo le decían a su establecimiento en plan jocoso "el Corte Inglés" así que yo sabiendo que no iba a tener lo que yo le pediría, se me ocurrió preguntarle, si tenía preservativos y el muy sonriente me preguntó a mí de que marca lo quería. Así era Manolo, derrochaba simpatía y muy buen humor. Pero no era yo solo el que le gastaba bromas, yo mismo presencié como le preguntaban por “raspaduras de cornamenta” y él respondía con su especial simpatía, por la cantidad que deseaba, otro le preguntó en una ocasión por anzuelos para pescar elefantes y él le correspondía con agrado y le traía una caja de anzuelos para pescar peces grandes.
Manolo era muy listo, pero nunca fue al colegio porque tenía que ayudar a su padre en una tienda de ultramarinos, en el campo guardando cochinos y también vendía agua por el pueblo por lo que todavía los mayores de Gibraleón siguen recordándolo como “Manolo el aguaó”, pero por las tardes un maestro iba a su casa a enseñarle a leer, escribir y sumar y restar, el resto lo aprendió él solito ya que era muy inteligente. Fue el señor que iba por la tienda de sus padres como comercial, quien le indicó que en Punta Umbría necesitaban un encargado, que no lo dudara y se fuera, y efectivamente se vino y en Punta Umbría hizo su vida y nacieron sus seis hijos, Manuel, Rosa María, Vicente Damián, María Dolores, Cristina y Rocío de la Cinta, aunque Manolo nunca perdió el contacto con su pueblo natal ya que todos los fines de semana iban a ver a la familia, la visita a los abuelos era muy importante para ellos. Me recuerdan sus hijos, como se montaban todos en el “Gordini” que subir la cuesta de “La Bota” le costaba y muchas veces se paraba y tenían algunos de los hermanos que bajarse.
Manolo no perteneció a ninguna Hermandad aquí en el pueblo, pero si colaboraba con todas de una u otra manera y en alguno monumento existen piezas donadas por él. Él no era hombre de bares, en rara ocasiones se le podía ver alternar, era una persona que vivía para su negocio y para su casa, su familia a la que adoraba. En definitiva, Manolo Ramos, hizo pueblo y todo el mundo lo recuerda, por eso hoy lo he traído a estas páginas, porque no hay tertulia donde no salga a relucir su negocio, su forma de ser y sus divertidas ocurrencias. El bueno de Manolo sigue presente entre nosotros a pesar de haber fallecido en el año 2013 y sus hijos pueden estar orgullosos de haberlo tenido como padre.
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