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Gente de aquí y allá: Agustín Domínguez Macías, gran médico y mejor persona

  • Por Fernando Barranco Molina, académico de número de la  Academia Iberoamericana de La Rábida Profesor Honorario de la Universidad de Huelva

Gente de aquí y allá: Agustín Domínguez Macías, gran médico y mejor persona

Gente de aquí y allá: Agustín Domínguez Macías, gran médico y mejor persona / Fernando Barranco (Huelva)

Llevaba mucho tiempo queriendo escribir de mi amigo Agu, pero él no se dejaba, me decía que no, que no estaba ya él para estas cosas. Pero un día, comiendo con otro gran amigo, el internacionalmente conocido cirujano valverdeño Manolo Hidalgo, que ya es más de Punta Umbría que de Valverde, me dijo que él leía casi todo lo que yo escribía y que cómo no se me había ocurrido escribir de Agustín. Le dije que lo había intentado pero que él no se dejaba. Entonces el bueno de Manolo me dijo con todo su cariño: “Dile que yo te lo he ordenado”. Y así lo hice, y al decírselo, Agustín sonrió y me dijo: “Bueno, si lo dice esa eminencia, adelante”.

Y aquí estamos. Pero debo decir antes de empezar que Agustín también es otra eminencia de la Medicina. Y es que de casta le viene al galgo, como dice el refrán, pues su padre era el célebre don Agustín Domínguez Belda, que ejerció la Medicina hasta casi los 100 años y además nunca paró de estudiar. Y de esta forma sentó catedra en Huelva. Yo he conocido a personas que le tenían adoración, pues para ellos fue su salvación y con solo verlo se curaban. Los Belda en Huelva eran una saga de buenos médicos entre los que destacaban, por ejemplo, Manuel Garrido Belda o Francisco Belda Guillén, todos ellos de grato recuerdo para los onubenses.

Yo conocí a Agustín por su amistad con mi cuñado Enrique Rodríguez Pelayo, que además de cuñado era amigo e hicimos juntos la mili. Él era amigo de Agu desde que ambos eran muy pequeños y jugaban juntos en la calle. Además, fueron juntos al Colegio Francés y, aunque luego sus estudios los separaron, no perdieron esa amistad hasta el fin de la vida de Enrique, que se marchó antes de tiempo.

Mi buen amigo Agustín Domínguez Macías nació en 1944 y lleva la misma dinámica que su padre, porque sigue ejerciendo la Medicina en su consulta y además sigue estudiando, lo que hace que sea un gran médico especializado en el aparato digestivo, siendo el jefe del servicio hasta su jubilación en el Hospital Juan Ramón Jiménez. Es una gran satisfacción que aún siga pasando consulta privada, ya que los onubenses disfrutamos de tener un gran médico con grandes conocimientos por sus estudios y por su experiencia. A él no le gusta que le llamen mayor, igual que a mí, que tampoco me gusta, pero lo cierto es que cuanto más mayor se es, más conocimientos y menos dudas se tienen.

Él siempre quiso ser médico, desde muy joven, pues desde que tuvo uso de razón su vocación era esa. Así que nada más terminar el bachiller y aprobar el Preu se marchó a Sevilla a estudiar en la facultad de Medicina hispalense. Después de fue a Madrid para hacer el MIR y el doctorado en la Clínica de la Concepción, la conocida Fundación del doctor Jiménez Díaz, por donde yo pasaba todos los días camino de mi Escuela Universitaria de Topografía y Cartografía. Recuerdo que yo entré una vez en ese magnífico hospital porque mi tía Pepita ejercía de enfermera allí y era toda una institución. Ella me preparó una consulta con el doctor Boixadós, que por cierto me curó de unas terribles migrañas, y en aquella visita me vi con mi amigo Agustín, que estaba aprendiendo a las órdenes de gran médico onubense Horacio Oliva, que era el jefe del servicio de Anatomía Patológica.

Por aquel entonces en Huelva el hospital de referencia era el Manuel Lois, conocido en nuestra ciudad como el Agromán, y necesitaban un médico de Medicina Digestiva y se lo solicitaron al doctor Oliva y este le dijo a Agustín que, si se quería ir a Huelva a montar el servicio, que no existía en aquellos tiempos. Fue un contratiempo para él, ya que pretendía quedarse en Madrid, pero montar un servicio también era una aventura y una experiencia para él, así que aquí se vino para bien de todos los onubenses.

Me cuenta Agustín que carecía de todos los medios para ejercer con garantías, que no podía hacer ni una endoscopia y que, gracias a su tesón, fue adquiriendo todo lo necesario para salvar vidas. Cuando hacía una biopsia, él mismo se iba a Correos para enviarla a Madrid en un paquetito para que su amigo Horacio la analizara. Yo tuve una experiencia personal con él, que diagnosticó algo muy difícil de controlar y que gracias a sus sabios consejos aquello se pudo superar de momento. Algo que jamás olvidaré y que agradecí en el alma tanto yo como mi mujer.

Agustín Domínguez Macías escribió muchos artículos médicos para revistas especializadas y participó en muchos congresos sobre su especialidad, siendo ponente en muchos casos. Además, le fue concedida la Medalla de Oro de la Sociedad Andaluza de Patología Digestiva.

Ahora, dentro de muy poco, Agustín cumplirá sus 50 años de casado, casi coincidentes con los años que empezó su vida profesional en Huelva. Se casó con la encantadora y buena onubense Mary Luz Peña y tuvieron dos hijos, pero a ninguno de los dos les dio por dedicarse a lo mismo que su padre y su abuelo. Su hijo varón estudió Ingeniería Agrícola, lo que le dio pie, una vez jubilado y sin olvidar la medicina, a emplear su tiempo libre a la agricultura, que es una de sus grandes aficiones. Y por cierto, su fruto favorito es el arándano, que tan bien se da por estas tierras.

Otra faceta de Agustín es la de ser rociero, no faltando nunca a la romería de la Virgen del Rocío que tanto le ayudó en momentos difíciles. Él tiene unos grandes amigos con los que comparte esta gran devoción entre los cuales destaco a mis también amigos Pepe Rivero, Fernando Ramírez Botello y sus simpáticas y admirables esposas, además de otros muy buenos amigos que no faltan nunca a su cita anual en la aldea y a su casa, a la que me invitan cada año para pasar un rato muy agradable con ellos. Tener a Agustín y a todos ellos de amigos es una verdadera joya de la cual me siento muy orgulloso y contento.

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