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Doscientos años de la devoción de la Virgen de los Dolores

  • La irrupción de la devoción de la Virgen de los Dolores en la religiosidad popular, a instancia de la Orden Servita, interrumpiría en un amplio número de congregaciones de laicos, y especialmente la Orden Tercera, aprobada por la Bula de Martín V en 1424

Imagen de la Virgen de los Dolores.

Imagen de la Virgen de los Dolores. / Román Calvo Jambrina (La Palma del Condado)

Aquel año de 1233, un grupo de laicos, siete mercaderes de la ciudad del Arno, Florencia, decidieron abandonar todas sus pertenencias para dedicarse a la vida religiosa, impregnados por la devoción que le produjo su amor por la Virgen. Aunque eran años difíciles, la ciudad y sus habitantes vivian un momento de expansión urbana, gracias a su activo comercio, que lo convertiría en la capital de la Toscana, convirtiéndose en una de las ciudades más activas, poderosa y próspera de Italia y Europa, llenando sus calles de mercaderes y comerciantes, entre los que se encontrarían aquellos devotos marianos. La situación política por el contrario era inquietante, por las continuas guerras entre Guelfos y Gibelinos, que llevaría a una continua lucha entre los partidarios del Papa y del Emperador. Dante describiría unos años después aquel caos de luchas continuas entre ambas facciones, que irían debilitando paulatinamente la ciudad. Aquellos mercaderes escogieron una casita, Villa Camarzia, en un suburbio de Florencia, en las inmediaciones de la antigua iglesia de Santa Cruz, en la que pudieran realizar vida contemplativa.

Sería en 1239 en el Monte Senario, huyendo quizás de estos conflictos internos, buscando aquella fraternidad perdida del ideal cristiano, donde se produciría aquel hecho que cambiaría sus vidas para siempre, la aparición de una mujer vestida de negro, María de Nazaret, que con el tiempo sería denominada como la Virgen de los Dolores. En medio del silencio de las montañas, construyeron unas míseras casas y una pequeña iglesia, que darían el germen de la futura congregación. La Virgen le habría encargado que llevaran desde aquel día un hábito negro, en memoria de la pasión de su hijo, como así relataría la propia Legenda, el libro original de la Orden, en los siguientes términos: Mostró además [la gloriosa Virgen María] el hábito que llevamos y que siempre deberán de llevar como signo exterior de la humildad de la beata Virgen María y como clara indicación de lo que ella sufrió en la amarguísima pasión de su Hijo». Había surgido el germen de una nueva orden religiosa, que sería conocida con el nombre de los Servitas, que contaría muy pronto con uno de las personalidades más excepcionales de la historia de las congregaciones religiosas, San Felipe Benicio. Una orden, que se extendería muy rápidamente por toda Europa, siendo en Ladruñan en el Maestrazgo, donde los servitas escogieron un excepcional entorno natural para fundar el primer convento que tuvieron en España, comenzando una repentina expansión durante los siglos XIV y XV, como así recoge el historiador Vicente López Pérez.

Calle dedicada a la Virgen de los Dolores de La Palma. Calle dedicada a la Virgen de los Dolores de La Palma.

Calle dedicada a la Virgen de los Dolores de La Palma. / Román Calvo Jambrina (La Palma del Condado)

La irrupción de la devoción de la Virgen de los Dolores en la religiosidad popular, a instancia de la Orden Servita, interrumpiría en un amplio número de congregaciones de laicos, y especialmente la Orden Tercera, que sería aprobada por la Bula de Martín V Sedis Providentia de Martín V, en 1424. Sería durante el siglo XVIII cuando se viviría una amplia difusión entre un gran número de congregaciones terceras servitas, especialmente en Andalucía, como fue el caso de Sevilla (1720), Cádiz (1727), Carmona (1734), como ha estudiado exhaustivamente Juan Carlos Martínez Amores en infinidad de artículos y publicaciones. Las tierras onubenses no quedaron atrás, por lo que desde mediados del siglo XVIII se irían multiplicándose las fundaciones seglares servitas, entre las que se encontraría Paterna del Campo (1763), Huelva (1771), Castaño de Robledo (1774), Gibraleón (1777), Almonaster la Real (1779), Manzanilla (1780), Trigueros (1780), Aroche (1786), Higuera de la Sierra (1788) y Valverde del Camino (1796). Ya en los inicios del siglo XIX se unirían Galaroza (1803), Cortegana (1852), Aracena (1873), Rociana del Condado (1879), El Almendro y Alosno (últimos decenios del siglo XIX).

Una de las últimas fundaciones servita sería en un pueblo del Condado de la provincia de Huelva, la Palma, que en el año 2020 ha cumplido los doscientos años de la adhesión a la Orden Tercera Servita, por parte de la Hermandad del Santo Entierro, una de las corporaciones más señeras de la localidad onubense. Como en muchos pueblos del Condado, había ido irrumpiendo una amplia devoción a la Virgen de los Dolores desde finales del siglo XVIII, aunque no constaría oficialmente su adhesión el 10 de julio de 1820. En el Archivo General de la Orden de los Siervos de María se conserva el documento, en la que consta: La Palma, Diócesis de Sevilla 10 (de julio de 1820): por medio de letras patentes se concede al Reverendo Señor Pedro Miguel Peres, capellán de dicha Diócesis, la facultad de erigir en dicha Iglesia la “Cofradía de los Sietes Dolores de la Bienaventurada Virgen María”, con las oportunas facultades ahora a él mismo y después de él al Párroco pro tempore de dicha iglesia etc., con la potestad de sustituir etc. Sería otorgada en 1820 por el Prior General de la Orden. Los avatares históricos de la Hermandad serían recogidos en 11995 se daría a conocer, con la publicación del libro, “Historia, Tesoro y Sentir Popular de la Hermandad del Santo Entierro de la Palma del Condado (Huelva)”, entre cuyos autores se encontraba el Alcalde de la localidad, Manuel García Félix.

Calle dedicada a la Virgen de los Dolores de La Palma. Calle dedicada a la Virgen de los Dolores de La Palma.

Calle dedicada a la Virgen de los Dolores de La Palma. / Román Calvo Jambrina (La Palma del Condado)

Un insigne autor palmerino, Antonio Pinto Soldán, esculpe en 1936, una de sus imágenes titulares, el Cristo de la Buena Muerte, una de sus obras póstumas, considerada una de los mejores ejemplos de imaginería onubense de principio del siglo XX. Nacido en 1874, es becado por el ayuntamiento de la Palma y por la Diputación de Huelva para que pudiera estudiar en Roma. En 1927 realiza la escultura del Sagrado Corazón en la plaza de la iglesia, aunque tuvo que remodelarla posteriormente por los sucesos trágicos de la Guerra Civil. Un precioso crucificado, que se encuentra actualmente en el cementerio, que presidió el templo parroquial de San Juan Bautista, sería otro de las obras más conocida de su producción. El monumento dedicado a Martín Alonso Pintón, realizado para la Exposición de 1929, hoy ubicado en Palos de la Frontera, daría muestra de sus grandes dotes como escultor monumental. En 1939, moriría el gran autor, descansando sus restos, en el cementerio del pueblo que le vio nacer. Quizás la excepcional maestría que mostró en la concepción del yacente de la Palma lo convierta en un artista de referencia en la evolución de la imaginería contemporánea, en unos momentos, como eran los últimos decenios de los años treinta, en la que empezaban a triunfar escultores de renombre como Antonio Illanes o Fernández Andes. Desgraciadamente, por problemas de salud, no pudo culminar la obra del Cristo, por lo que lo acabaría de encarnar el genial pintor Santiago Martínez en 1937. La imagen del Cristo, quedaría integrada en un grupo de misterio, el Camino del Traslado al Sepulcro, con las imágenes de Nicodemo, José de Arimatea, San Juan y María Magdalena, que serían realizado por F. Joaquín Moreno Daza, realizado en 1953. De su taller, afincado en la Palma, desde 1954, salieron un amplio número de imágenes religiosas.

La imagen de la Virgen de los Dolores sería una de las primeras obras que realizara el gran escultor Sebastián Santos en 1936, que sustituiría a una anterior, desaparecida en los avatares de la Guerra Civil española. Una excepcional dolorosa, que enunciaba ya uno de los genios de la imaginería contemporánea andaluza de la primera mitad del siglo XX. Su excepcional rostro de acentuado dramatismo, muestra cinco lágrimas que recorre la faz de sus bellas facciones. Una devoción, la de los Dolores, que unen a dos lugares distintos, los de Florencia y la Palma del Condado, y dos tiempos distintos, el siglo XIII y el siglo XIX. Una devoción que volverá a revivir estos días la Hermandad, con la amplia convocatoria de cultos que se han preparado para la excepcional efeméride.

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