Antonio Rivero

¿Otra maldición de Moctezuma?

La tribuna

¿Otra maldición de Moctezuma?
¿Otra maldición de Moctezuma?

En el lento goteo de los anuncios de los premios Princesa de Asturias 2025, hace unos días se conoció que en la categoría de Concordia (ese cajón de sastre bienintencionado) el elegido este año ha sido el Museo Nacional de Antropología de México. Muy justo premio.

Los fondos y la arquitectura del museo lo hacen único y sobrecogedor, sobre todo en esa sala ya al final del recorrido en el que se amontonan piedras de sacrificio, una de las cuales se vincula con el poema de Octavio Paz Piedra de Sol. La mayoría de esas rocas circulares que parecen piedras de molino pero son en realidad aras de gigantes (para un don Quijote indiano), recuerda también a los versos de Cernuda, quien escribió un poema sobre la tradición de matar a los jóvenes bellos: El elegido. En otra zona del museo se reconstruye un juego de pelota, que no era un partido de fútbol sino un modo épico y lúdico de eliminar jugadores de manera hoy difícil de entender: quien ganaba, perdía la vida.

En España, la concesión del premio se ha acogido con la satisfacción que confluyen por lo general en la cultura, siempre que esta no incomode, y en lo mexicano, tan atractivo siempre. En México, sin embargo, se ha recibido con un sabor agridulce, o más bien como intenso chile, que pica tanto al entrar como al salir. Y es que la buena nueva ha llegado cuando el museo ha permanecido dos días cerrado como otras dependencias del Instituto Nacional de Arqueología e Historia, incluido el Templo Mayor (con sus taludes de calaveras). Al principio no se sabía por qué, luego trascendió que debido a un cambio en la licitación de la seguridad causado por los drásticos recortes en Cultura: las compañías adjudicatarias no disponían de medios humanos suficientes ni de preparación para prestar su labor.

Esto, desde España hay que verlo con simpatía, desde el reconocimiento de la chapuza y la improvisación compartidas. Un esperpento de Valle-Inclán, que también vivió en México. El país que preside Sheinbaum no es, pese a las proclamas oficiales, tan distinto del nuestro, que fue el suyo. Bueno, el suyo no; que ella como tantos mexicanos tienen raíces en otras partes del mundo, desde el gran vecino gringo al Líbano, aunque lo que predomine sea la sangre española mezclada con la indígena. De no ser por España, su familia no habría llegado nunca allí.

De la burocracia mexicana, tan cantiflanesca, han escrito con humor Juan Villoro y Juan Ibargüengoitia, dos de los muchos autores valiosos de una literatura inabarcable. Siempre presta a hacer el ridículo y a perder el tiempo en largas comparecencias matutinas como su predecesor López Obrador, en vez de gobernar discretamente y con eficacia, la presidenta ha declarado que la concesión del premio es un “primer pasito” de la Monarquía española para el perdón (que cree que debe pedir), ignorante de que, aunque los premios se llamen Princesa de Asturias las decisiones las toma un jurado, no un augusto dedo según su real capricho. Podría parecer que el premio es una maldición de Moctezuma a la inversa, por el ridículo en que la ha puesto, pero en el fondo ha sido bendición (sin premio, habría tardado más en abrir el museo, amparado en ese “ahorita” mexicano que significa quién sabe cuándo).

Esta Sheinbaum es la misma que no invitó a su toma de posesión a Felipe VI por no contestar a una carta necia de López Obrador en la que volvía con la matraca de que España, o sus reyes, debían pedir disculpas por la conquista. Disculpas debe pedir la presidencia de México a sus ciudadanos por haber perdido un territorio inmenso desde la Independencia y, hoy, la mitad de sus Estados ante el crimen organizado.

México es un país colosal. Mutilar su historia arrancando la herencia española es como decir que nosotros somos solo cartagineses o árabes, olvidando lo romano, lo visigodo. El museo premiado es maravilloso, pero no es propiamente de lo mexicano, sino de lo pre-mexicano. No borremos el México colonial, tan español, sus hospitales, palacios, iglesias y conventos.

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