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La historia de los protagonistas de Las uvas de la ira es la de un empeño familiar por sobrevivir a tiempos duros. Ningún libro académico podría haber enseñado con tanta crudeza aquella dramática coyuntura que siguió al martes negro del año 29. Cien años después nos sigue desconcertando aquel acontecimiento que cambió las vidas de millones de norteamericanos. No fue un historiador sino un novelista, John Steinbeck, quien lleno de rabia retrató prodigiosamente las nefastas consecuencias que siguieron a la Gran Depresión. Muchos pequeños propietarios agrícolas de Texas y Oklahoma, arruinados por una sequía atroz y por la inhumana codicia de los bancos, tuvieron que abandonar sus tierras y sus casas.
Empujados por una incierta redención económica, la familia Joad, decidió emigrar a una tierra de promisión como la California de los campos de frutales. Cuando ya no se posee nada, cuando estás inerme y desnudo ante la realidad, cuando la fe te abandona, solo cabe luchar para sobrevivir. Atrás queda el pasado.
Todos están de acuerdo ¿Será verdad lo que cuentan de California? ¿Y si acaso no fuera más que un espejismo cruel? A pesar de que la vida humana se teje de ilusiones siempre prosaicas, no es seguro que los Joad estuviesen ilusionados como lo estaba el Pip de Dickens o el Robinson de Defoe. Aquellos no deseaban emigrar. Hicieron una apuesta arriesgada de la propia vida. Una apuesta pascaliana. La sequía les empujó y les colocó ante un dilema. Pip, en cambio, era un niño pobre, marcado por un azar benefactor, cuya ilusión era un ascenso social. Y Robinson solo perseguía una autonomía de la autoridad paterna. Su ilusión era la libertad
Las ilusiones son consustanciales con la infancia y la juventud. Es lo que expresaban los sentimientos del joven Al, que se debatía entre la duda razonable acerca de lo que no había visto y el temor del fracaso ante lo que viera. No hay pasaje que mejor lo revele que aquella breve conversación con su madre de la que, dada su experiencia, esperaba respuestas clarividentes “¿No piensas en qué pasará cuando lleguemos? ¿No temes que quizá no sea tan bonito como pensamos?” pregunta Al a su madre. “No, no lo temo”, respondió ella, porque “delante de nosotros hay mil vidas distintas que podríamos vivir, pero cuando llegue solo será una. Tú vives por delante porque eres muy joven, pero yo vivo en el momento”. En el joven Al, que representa a todos los jóvenes, salir de Oklahoma era la esperanza de disponer de oportunidades, de “mil vidas distintas”. En su madre, cuya vida se limitaba a un generoso prosaísmo ético, toda ilusión era artificiosa y si abandonó su tierra fue para que la familia sobreviviera.
Recuperando su antiguo sentido semántico, alterado por los románticos del XIX, toda ilusión es redundantemente ilusoria y, aunque lo parezca, su opuesto no es la desilusión. Cuando los que se ilusionan son engañados por uno mismo o por otros, la ilusión se transforma en ilusionismo. Gobernantes de toda índole se han despojado de sus máscaras y proclaman sus intenciones sin pudor: romper los viejos equilibrios racionales controlando al pueblo mediante un hechizo emocional.
Thomas Mann lo adelantó en Mario y el mago publicado en 1930. La cronología no es irrelevante. Responde a un contexto histórico y político trágico que Europa ha olvidado. Lo que parece un relato banal, la historia de un espectáculo de magia durante unas vacaciones veraniegas, está repleto de advertencias. El mago, artista del truco y del engaño, se sirve de un público hipnotizado para someterlo a su voluntad. Desde los inicios del siglo XX Europa vivió y vive bajo el encantamiento de políticos e ideólogos ilusionistas que no han dejado de prometernos un mundo feliz, una igualdad y una paz ilusorias.
No hemos avanzado. El pasado nos arrastra hacia él. Y ahora ha regresado como amenaza. Mann propone una drástica solución: el violento final del ilusionista, aquel ser que, bajo su cómica actuación, oculta un plan tan atractivo como maléfico. Mario, un humilde camarero, que había sucumbido, como todos, a su encanto, despertó a tiempo de la impostura del hechizo y ejecutó un tiranicidio necesario, una liberación colectiva: la supervivencia de la libertad en peligro.
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