Editorial
Sí había causa
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En las últimas semanas se han producido en la política española dos circunstancias que hacen que aumente la preocupación sobre la calidad y la solvencia del sistema democrático. El pasado martes, el Consejo de Ministros dio luz verde a un pretendido programa de regeneración que en realidad no pasa de ser un intento de condicionar la actuación de los medios de comunicación y de poner trabas al derecho a la libertad de expresión. Unos días antes, ante el Comité Federal del PSOE, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmaba en el discurso que marcaba el reinicio del curso que estaba dispuesto a gobernar sin el concurso del Poder Legislativo, al que tildó de “restrictivo”. Ambos hechos, que revelan preocupantes tics autoritarios, hay que ponerlos en el contexto de una legislatura que tiene un vicio de origen: la falta de una mayoría sólida en el Congreso de los Diputados hizo que el presidente tuviera que pagar un desorbitado precio por su investidura y lo ha condenado a una inestabilidad permanente en la que está siempre a merced de las presiones, e incluso de los chantajes, de sus poco fiables socios. Ese panorama ha propiciado una enorme crispación y ha llevado a la Moncloa a situaciones extremas, como la ocurrida el pasado mes de abril, cuando Sánchez dio una espantada de cinco días tras publicarse las primeras informaciones sobre las actividades de su esposa. Está claro que cuanto más se prolongue esta situación, más profundo será el deterioro de la situación política y menos provecho se le podrá sacar a una coyuntura económica en la que el crecimiento y el empleo están teniendo un comportamiento claramente positivo.
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